La Rioja

Riojanos por el mundo: de mochilera a ejecutiva en Australia

Salir de la zona de confort, quitarle el piloto automático a la vida y atreverse a vivir nuevas e inolvidables experiencias requiere mucho carácter. Y eso es precisamente lo que la logroñesa Andrea Herrero lleva haciendo los últimos doce años de su vida.

Estudió Publicidad y Relaciones Públicas en Salamanca y al terminar y ver el panorama laboral en España, decidió irse a Londres “para mejorar mi inglés de ‘Hello, I´m Andrea’ y así poder estudiar algún máster relacionado con Comercio Exterior”. Trabajando en Zara conoció a una chica que le recomendó una agencia de empleo, y así consiguió su primer trabajo ‘de lo suyo’ en una empresa de Marketing. Cinco años después, “me cansé de la ciudad de los sueldos bajos y los días grises y muchas de las compañías con las que trabajábamos estaban empezando a abrir oficinas en Australia. Me picó la curiosidad por el país y yo que soy muy ‘revoltija’ decidí dar el paso”.

Todo empezó con una visa ‘Working Holiday’, que te permite viajar a un destino con el fin de trabajar y recorrer el país durante un año. “La idea era trabajar de camarera, sacar algo de dinero, viajar por el país y volverme a España. Pero, como dicen aquí, ‘life happens’ (la vida pasa) y después de seis años, sigo en Australia”.

La aventura comenzó como estaba planeada: viajando de mochilera. “Me quedaba sin dinero, así que me puse a trabajar de camarera a la vez que buscaba algunas prácticas para volver a España con experiencia profesional. Me esponsorizaron, tuve la suerte de entrar en una visa antes de que cambiara el sistema y empecé a trabajar para una compañía internacional.

Trabaja para una empresas de compra de medios, se encarga de las campañas en plataformas y hace trabajos de investigación para que las cosas funcionen a la perfección y el cliente esté satisfecho. “Durante mis primeros años laborales me salió la residencia y ahora ya soy ciudadana australiana”, señala Andrea.

Su primer destino fue Sidney, donde vivía un amigo con el que estuvo varios días antes de recorrer el país ella sola de autobús en autobús. Todo cambió cuando llegó a Melbourne. “Me encantó la ciudad y se ajustaba mucho a lo que yo necesitaba: tranquilidad. Claro que Sidney es mucho más espectacular en cuanto a vistas y monumentos, pero Melbourne tiene mucho ambiente, muchas cafeterías, restaurantes de diferentes cocinas… y es una ciudad muy cómoda”.

Porque Melbourne ha alcanzado el top del ranking de mejores ciudades del mundo donde vivir durante varios años consecutivos por su bienestar, poca contaminación y, sobre todo, su seguridad. “En España ni se me ocurriría volver a casa con los auriculares y aquí siempre, a oscuras y con la música. Me muevo con la bici y nunca he tenido sensación de miedo”.

“Soy libre”

La pandemia lo cambió todo. Melbourne ha sido la ciudad del mundo que más tiempo ha estado sumida en el denominado, allí, ‘lockdown’ (confinamiento). “Casi trescientos días encerrados. Dos años y medio sin ver a mi familia, sin duda los años más duros de mi vida”. Así que ahora, después de “semejante infierno donde fueron extremadamente estrictos”, esta logroñesa de 33 años valora por encima de todo la libertad.

Fue precisamente durante esta época donde Andrea supo lo que verdaderamente es la soledad, y eso que “a mí me encanta esa sensación de yo contra el mundo. Viajar sola, descubrir la aventura por mí misma… Pase lo que pase siempre podré coger un vuelo y volver a casa”.

Pero ahora las cosas, afortunadamente, han cambiado. A esta riojana le ha dado por el fútbol, y juega de defensa en el Albert Park Club de Fútbol. “Tenemos el campo dentro del parque donde está el circuito de la Fórmula 1 y ahí entrenamos todos los miércoles y jugamos los domingos. Es un hobby muy social y así me obligo a hacer deporte”.

Otra de las aficiones de Andrea es salir con sus amigos a probar restaurantes nuevos. “Hay mucha influencia de cocina asiática y a mí que me encanta probar de todo…”. Además, cuando a la joven le entra morriña, ahí está El Boquerón, un restaurante español “al que intento ir, por lo menos, una vez al mes”, o también, un pequeño puesto, también español, en uno de los mercados de la ciudad donde Andrea aprovecha para comprarse aceitunas, queso manchego… Lo de las galletas TostaRica ya es otra cosa. “Soy una loca de las galletas y he preguntado en todos los sitios a ver si tenían, pero no, así que cuando voy a España me vuelvo cargada de paquetes”.

Lo de las relaciones sociales en Australia también es cosa aparte. “Casi todos mis amigos son españoles y argentinos. La gente aquí es un poco más superficial, porque como tiene una vida tan cómoda, te cuesta encontrar amistades australianas de verdad”. Andrea cuenta sorprendida cómo, compañeros de trabajo que tienen a sus padres a dos horas de la ciudad, van a visitarlos dos veces al año. “¡Ay si tuviera yo a mis padres a dos horas, y hasta a cinco!”.

Otra de las cosas que llaman la atención a la logroñesas es que los australianos “no saben pelear por las cosas. Dicen que los españoles somos vagos, pero tenemos una cultura del trabajo mucho más forjada que aquí. Si tienen algún problema, se cogen el día libre porque no saben cómo gestionarlo. Se ahogan en un vaso de agua”.

Eso sí, las empresas australianas están invirtiendo mucho, y más a raíz de la pandemia, en mantener a los empleados productivos y conectados con la empresa y con sus compañeros de trabajo, y eso lo hacen a través de diferentes actividades (Team Building). “El viernes pasado, por ejemplo, fuimos a jugar a los bolos y cada semana nos mandan cupones para que comamos todos juntos”.

¿Volver a España? Está en los planes de Andrea, pero hay que encontrar el momento. “Ahora quiero exprimir la experiencia y no volverme con mal sabor de boca. El país todavía tiene mucho que ofrecerme, pero regresaré. Quizás no a Logroño, porque en el aspecto laboral está más complicado, pero todos los españoles que estamos aquí, y sobre todo mi grupo, al que llamamos ‘La Cuadrilla’, estamos de paso”.

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