CARTA AL DIRECTOR

Arde Najerilla

Una declaración que copó titulares: “Ni desiertos remotos ni montañas lejanas”. Así sucede con los conflictos. No hace falta poner el foco en lugares remotos y exóticos cuando la posibilidad de un enfrentamiento social grave despunta en nuestra región.

Una propuesta en principio tan inocente y bienintencionada como la creación de un parque natural en el corazón del valle del Najerilla, en plena cordillera ibérica riojana ha puesto en pie de guerra a sus hasta ahora pacíficos habitantes.

Muchas cosas han debido hacerse mal para que el día 20 de mayo las carreteras de la región amanecieran atravesadas peligrosamente por enormes troncos, las señales y vallados coronados con pieles y cadáveres de ovejas en imágenes propias de ‘Las colinas tienen ojos’, y los muros de la región decorados con vitriólicas y en ocasiones hirientes soflamas (ese “Dorado maricón” que tan poco ayuda a empatizar con la legitima protesta…).

Quizás por encima de todos las espectaculares proclamas una advertencia inflamante: “Antes de que vuestro parque salga adelante, los montes arderán”.

Cómo de abandonados, de ignorados, de desoídos por la administración deben sentirse los vecinos para siquiera fantasear con recurrir a esas medidas. Más cuando lo que se amenaza con inmolar es, precisamente, lo que se supone más se quiere.

Unos podrán decir, hay amores que matan. Es la versión rural del “la maté porque era mía”. Una forma egoísta y mal entendida del amor al terruño, que lleva a la reclusión, al odio a lo foráneo y el rechazo de lo nuevo.

Pero volvamos a la desesperación. Si una actuación del poder político es percibida por el ciudadano en términos de pura agresión, en particular agresión frontal frente a un modo de vida como es la ganadería y agricultura, que lleva practicándose en esas tierras milenios antes de que algún egresado universitario con mucho tiempo libre coligiera palabros hueros como interseccionalidad y ecocircularidad entre canuto y canuto, quizás es de partida una iniciativa abocada a provocar heridas y acabar malparada tras un largo y desagradable conflicto.

Entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado se sucedieron episodios de protestas que enfrentaron a grupos ecologistas, vecinos y activistas frente a diversas iniciativas políticas industriales percibidas como agresivas y explotadoras. Un ejemplo, la conocida como Lucha de Sanrizuka, un prolongado conflicto social en el que multitud de granjeros y agricultores, apoyados por grupos ecologistas, se enfrentaron al gobierno de japonés por la ampliación del aeropuerto de Narita en aquella también apacible ciudad. Las protestas se descontrolaron y alcanzaron unas cotas de violencia nunca vistas para en una sociedad de las que siempre se piensa nunca pasa nada. ¿Suena familiar?

Últimamente sin embargo hay un giro de tornas. Recientemente los medios de comunicación se hacían eco de la iniciativa del gobierno regional alemán de Kassel de ubicar en el bosque de Reinhardswald, famoso por ser el escenario de muchos de los relatos de los hermanos Grimm, una instalación de aerogeneradores que se llevará por delante 250 hayas y otros tantos robles centenarios. Instalación que cuenta con el marchamo de los grupos verdes y ecologistas, frente a la oposición de los paisanos. Seguro que a los vecinos del Valle de Ocón tampoco les resulta extraño.

Una demostración incontestable del tejado en el que se encuentra en estos tiempos la pelota del poder. Poder de imponer en la agenda propia y hasta el capricho irracional sin importar qué quién se ponga por delante, caiga quien caiga.

En el valle del Najerilla aviva la llama del conflicto, ¿arderá?

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