La Rioja

Una granja única en La Rioja que se nutre del Valle del Ciloria

Una granja única en La Rioja que se nutre del Valle del Ciloria

De izquierda a derecha, José Ángel y Ávaro Capellán junto a David

Son apenas las diez de la mañana y las vacas de monte ya están tumbadas en lo alto del cerro del que se aprecia todo el Valle del Ciloria, con Zorraquín a sus pies y Ezcaray y sus aldeas al fondo. “He visto que una está apunto de parir”, cuenta Álvaro al bajar de su buggy y adentrarse en la granja, donde su hermano mayor José Ángel ya está liberando a las otras once cabezas que avanzan hacia el pasto de en frente. Estas vacas pintas son las hijas mimadas y es que gracias a sus ubres pueden elaborar los únicos quesos de vaca ‘made in’ La Rioja.

José Ángel y Álvaro Capellán gestionan la explotación ganadera de vacuno más pequeña de La Rioja en plena Sierra de la Demanda y la única que queda en Zorraquín, la localidad donde residen ambos hermanos con sus familias. Y las vacas, a pocos metros de ellos porque la granja se asienta justo debajo de la vivienda de Álvaro: “Vivimos con las vacas, día a día, esa es la clave de llevar con éxito una explotación de este tipo”.

Hace mucho tiempo, cuando José Ángel era un niño, este municipio de apenas 40 habitantes actualmente contaba con seis o siete personas que entregaban leche. “Algunos tenían ocho vacas, otros 15, nuestro padre tenía unas pocas más, pero ya empezó a notarse la necesidad de que aquel que tenía una veintena de cabezas tenía que comprar cinco más para sacar el mismo beneficio. Así que el que tenía ocho ya las empezó a quitar, y así sucesivamente. Ahora mismo yo creo que si no tienes 150 vacas lecheras es imposible vivir de esto”, remarca José Ángel.

O también se puede plantear cambiar el modelo de negocio como han hecho los hermanos de Zorraquín. “Nosotros tenemos muy pocas vacas, porque con estos once animales sacaremos unos 200 litros de leche diarios, nada que ver con otro tipo de granjas. Pero aquí vendemos nosotros el producto final. Esto sí que es queso de ‘kilómetro 0’, como dicen, porque además solo comercializamos en nuestra tienda del pueblo y en alguna que otra feria a la que asistimos, pero no es lo habitual”, indica Álvaro, quien vigila atento cada movimiento de las vacas.

Álvaro Capellán, en Zorraquín.

Tienen la “suerte” de tenerse el uno al otro, “porque con una persona sola sería imposible gestionar una explotación de este tamaño”. Y, además, cuentan con una ayuda extra. David es un joven de Santurde que estudia en La Salle (San Asensio) la FP de Ganadería y que está realizando las prácticas con los hermanos Capellán con la vista puesta en gestionar el rebaño de su padre en un futuro. Nuevos brotes que germinan con ilusión en el sector y que arrojan un haz de esperanza para quienes ven la ganadería en el tramo final de una montaña rusa que solo le queda avanzar cuesta abajo.

En 2005 la familia tuvo que tomar una decisión que supuso un punto de inflexión para la granja. Salió una orden del Ministerio de Agricultura por la que nos compraban la cuota de producción láctea impuesta por la Unión Europea y decidimos venderla, así que ya no podíamos producir porque en términos económicos era una operación rentable y el sector iba ya cuesta abajo. “Yo llevaba 15 años trabajando y veía que esto iba de mal en peor porque las industrias nos estaban arruinando, pero dile tú a mi padre que se ha dedicado toda su vida a ello que diga adiós. Aunque, afortunadamente, se lo tomó mejor de lo esperado”.

Se quedaron con las vacas de monte, pero el ordeño nunca había dejado de formar parte de su día a día, así que se quedaron con una vaca. Y la morriña regresó, como era de esperar. En 2018 Álvaro y José Ángel, ya con su padre retirado de la actividad, montaron la quesería con las primeras seis vacas de raza Frisona. “Ya en ese momento quedábamos pocas granjas en activo, pero lo entendimos como un reto al mismo tiempo que cumplíamos un sueño y poníamos en el mercado un producto que no existía”.

Quesos y yogures bajo la marca Valle del Ciloria

Los hermanos Capellán ni siquiera han recuperado una tradición de su pueblo natal, porque antaño no se elaboraban quesos para vender, sino que se comercializaba la leche directamente. “Hemos apostado por lo que mejor se nos da hacer y que hemos hecho desde niños, ayudando a mi madre”. Ahora es Moira, la pareja de Álvaro, y José Ángel quienes ponen el cuajo y comienzan a remover para dar forma a unos quesos de verdadera proximidad, porque apenas hay unos metros de distancia entre los pastos de forraje donde se alimentan la vacas y la granja donde se ordeñan.

Un negocio que también han querido diversificar para llegar a más paladares. “Somos pequeños, así que no podíamos centrarnos solo en un producto y ya. Me animaron a apostar también por los yogures y la crema de queso y nos va muy bien. Además”, reconoce José Ángel.

No tienen miras de ampliar sus dimensiones, ni en superficie ni en producción, de donde sacan unos 20o litros diarios. Pero tampoco cierran la puerta con llave a nuevos planes de futuro: “Lo primero es estabilizarnos y ver cómo evoluciona el mercado y la granja en conjunto, porque todo lo que producimos se vende gracias al lugar donde nos encontramos, donde el turismo no cesa durante todo el año, y al producto que ofrecemos: uno natural y asequible. Si vemos que esto avanza mucho, puede que sí nos planteemos crecer”.

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