La Rioja

Una segunda oportunidad para El Villar de Enciso

Samuel Retortillo fijó su residencia junto a la bailarina Luciana Croatto en El Villar de Enciso

Viven tres familias durante todo el año. Es verdad que en verano son algunas más, y los fines de semana y en Semana Santa, pero El Villar de Enciso es uno de esos municipios riojanos que comenzaron a despoblarse en los años sesenta y que no dejaron de perder vecinos hasta la llegada de la pandemia. Fue en la primavera de 2020 cuando el bailarín, coreógrafo y creador Samuel Retortillo fijó aquí su residencia junto a la bailarina Luciana Croatto. Durante dos años se han dedicado, a través de los tradicionales ‘trabajos a vereda’, a darle una vuelta a la aldea que luce una imagen esplendorosa estos días de primavera.

La relación entre la aldea y ellos había comenzado mucho antes, pero la unión definitiva llegó con la intervención de Pedro Sánchez que confinaba a todos los españoles en el primer estado de alarma. “Había venido unos días a la casa del abuelo en Enciso porque nos dijeron que la universidad donde estaba haciendo un máster se cerraba”, cuenta Samuel. “Cuando llegué escuché a Pedro Sánchez anunciando el confinamiento de toda la población, en principio casi todos pensábamos que era para quince días, así que le dije a Luciana que se viniese para aquí, que era mejor idea que encerrarse en Madrid”. El confinamiento lo pasaron en Enciso, pero en la primera fase de la desescalada decidieron subirse a vivir a El Villar de Enciso y allí siguen.

Con la creación del proyecto CIRVE y la creación de una casa de residencia en Enciso han conseguido que diferentes artistas lleguen a la aldea a lo largo del año y además de trabajar en distintos proyectos dejen su impronta en el municipio a través de la consolidación, no sólo del patrimonio material del mismo, sino también de otro patrimonio, quizás hasta más importante, el de que no se quede en el olvido que una vez hubo vida en estos pequeños municipios.

Llegamos a El Villar de Enciso. Cuatro jóvenes están reconstruyendo el puente que une la aldea con el lavadero, un señor que ya peina canas le da vueltas a una pequeña hormigonera y una vaca impasible pasta cerca de ellos sin hacer demasiado caso a lo que pasa a su alrededor. Están reconstruyendo el pollete del puente. “Es aquí donde se sentaban los mayores porque es el punto donde dan los últimos rayos de sol del día y ya no podían hacerlo porque se había venido abajo”, cuenta.

Samuel hace de guía turístico improvisado y va desentrañando los secretos de un lugar en el que el horno, la iglesia y la cárcel eran los emplazamientos donde se podía hacer un censo más que aproximado de la población cuando por el municipio correteaban los veinticuatro críos que un día llenaron la escuela.

¿La cárcel? “Estas son las estancias que había para encerrar a alguien cuando hacía algo fuera de la ley, pero es que también era el salón donde se hacía el baile, así que si coincidía que había un preso cuando tocaba baile, le encerraban en la casa de enfrente y la gente iba a bailar”, cuenta. Así, no había nadie que no pasase por la iglesia, el horno o el salón de baile, la mejor forma de tener contabilizados a los vecinos.

Poco a poco, Samuel va recorriendo orgulloso todo el municipio a través de los trabajos de recuperación que han ido haciendo estos años y que incluyen no sólo edificios e infraestructura, sino también parte del entorno natural.

Uno de ellos es el escenario de danza que han creado en el huerto de los lirios. Ese es el punto de encuentro de los aficionados a la danza cuando realizan el festival de danza contemporánea Margen, que trasladaron de Logroño a la aldea. Muy cerquita de allí plantan cada año unos nogales que se regalan a los artistas para que los planten en una zona cercana a la aldea.

Uno de los trabajos ‘a vereda’ que realizaron el año pasado fue el de la reconstrucción del horno comunitario. Se vino abajo el techo y se cayó encima de la cúpula. “Vino el Chacano con su dúmper y se llevó dos toneladas de escombro”, cuenta Samuel. El horno era un lugar de encuentro, donde la gente se reunía; “además, como no era el ayuntamiento, se podía hablar en libertad. Había que recuperarlo como fuese porque había sido uno de los lugares más importantes del municipio”.  Todavía las familias tienen los sellos que servían para diferenciar la harina de una familia de la de otra. “La idea es hacer un pequeño museo con las cosas que quedan relacionadas con el horno, este año a ver si conseguimos pintarlo”.

La vereda de la próxima temporada ya está en su mente. “El Villar de Enciso fue un lugar en el que hubo un proyecto de desintoxicación de Proyecto Hombre en los años 90 y los chavales hicieron aquí una especie de merendero; la idea es rehabilitarlo”, dice Samuel mostrando un lugar mágico en el que se ve una vieja piscina y que pretenden convertir en un merendero donde puedan realizarse actuaciones musicales.

Pero tienen muchas cosas más en mente. Una de las ideas más potentes es convertir la antigua trilladora en un teatro. “El sitio es espectacular y la idea es hacer un pequeño teatro, la zona con más altura para el escenario y luego unas bancaditas para el público”, va relatando con la idea de que los trabajos ‘a vereda’ se conviertan en algo habitual y así seguir remodelado poco a poco los lugares más emblemáticos del municipio.

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