La Rioja

Fungi de Autol: pasado, presente… ¿y futuro?

Felipe Hernando, fundador de Champi Rioja, llegó a Autol para impulsar el conocimiento del champiñón hace casi medio siglo

Felipe Hernando, en una planta de champiñón en Autol

Dicen las voces veteranas de Autol que el cultivo del champiñón llegó al municipio a través de una botella de whisky. “Había dos familias famosas en Logroño que antes de la Guerra Civil ya se dedicaban a este sector y que comenzaron a visitar el pueblo en busca de calados donde asentar los cultivos. Les salieron unas cuantas cosechas muy buenas y sacaron mucho dinero, que sorprendentemente para los vecinos, se gastaban en whisky. Whisky por aquel entonces de contrabando y muy caro. Decían entonces las gentes de Autol que ese negocio del champiñón debía ser el mejor del mundo, así que poco a poco se fueron sumando más interesados al cultivo tomando de ejemplos sus prácticas”.

Uno de aquellos era el suegro de Felipe Hernando, quien relata esta historia o “leyenda”, como prefiere llamarla porque no le encajan mucho los años. Este ingeniero agrónomo ya jubilado y natural de Madrid llegó hace casi medio siglo a Autol para inculcar las bases científicas y el conocimiento necesario en torno al cultivo del champiñón para conseguir hacer de esas cosechas irregulares y apenas entendidas un negocio estable.

“Por aquel entonces el conocimiento que existía sobre este sector era mínimo, casi mágico”, recuerda echando la vista atrás y viendo a aquellos productores que se fijaban en las quien sabe si buenas pautas para cultivar. “Nadie sabía nada, todo se regía en base a leyendas, mitos o supersticiones, por ejemplo, de cómo había que elaborar el compost, que según la tradición se hacía empleando estiércol de caballo. La gente se guiaba mucho por la prueba y error. Lo que funcionaba, adelante con ello, pero sin saber científicamente si era óptimo”.

Así que la cantidad de fracasos que había era “espectacular, y el que sacaba una buena cosecha un año, después tenía dos malas seguidas”. Fueron décadas en las que se pasó de cultivar en los calados donde antaño las familias elaboraban vino a construir caños de hormigón para disponer de más espacio, tomando como referencia las centrales de compostaje francesas que ya contaban incluso con controles de temperatura. Poco a poco el cultivo del champiñón se fue profesionalizando “y ya no era solo cosa de unos pocos que con algunas cosechas sacaban un dineral”

Hernando le cogió gusto al mundo fungi de Autol, donde formó su familia, y acabó convirtiéndose en uno de los fundadores de la SAT Champi Rioja del municipio, una de las cinco centrales de compostaje de La Rioja. Los inicios del champiñón en Autol, explica, se reprodujeron de la misma forma en otros pueblos de la región. “Empezaron en infinidad de municipios, también de Navarra, porque todo dependía de donde había calados. Pero en la mayoría no prosperó esta actividad. Autol, en cambio, era pueblo esparraguero y también de feriantes, actividades todas ellas que se concentran durante la primavera y el verano, por lo que el invierno lo tenían ‘libre’, así que vieron en el champiñón otra fuente de ingresos”.

Aquellos años en los que pocos se dedicaban “al cultivo de oro”, cuyo fruto de lujo, porque escaseaba, solo estaba disponible para unos pocos, quedaron atrás cuando comenzó a importarse champiñón de Francia y los precios se abarataron. Pero las producciones se volvieron estables y se dispararon, despejando esa “incertidumbre” que había reinado durante años. “Hemos pasado de recoger unas 15.000 toneladas de champiñón en 1975 a unas 120.000 ahora. Eso sí, el número de cultivadores ha ido en descenso, porque Autol ha llegado a tener unos 35 productores y ahora no llegaremos a 15”, indica el ingeniero agrónomo.

Pueblo conservero por tradición, el champiñon en Autol siempre ha estado vinculado a la producción para fábrica y eso a su vez es lo que lo ha mantenido vivo a lo largo de los años: “Antes, cuando se cultivaba para mercado no sabían qué hacer con las producciones restantes, por lo que la conserva era una salida viable para no tener que tirar producto. El hecho de que aquí hubiera fábricas de champiñón en la misma puerta hizo que el municipio se consolidase mucho en el sector”.

La década de los 80 fueron años también “gloriosos” para el champiñón en Autol: “Coincidió con el auge de las conservas al abrir fronteras y llegar a otros países, con lo que los precios se encarecieron, también los del champiñón, que mucho fue a parar a Estados Unidos. Pero es evidente que ya no se gana como se ganaba en este sector. La conserva ha ido cayendo poco a poco y el champiñón de industria, por tanto, más de lo mismo y es que se está pagando igual que hace diez años. El de fresco se ha mantenido mejor gracias a los volúmenes que maneja, que son mucho mayores, pero implican grandes inversiones que no todos están dispuestos a hacer”.

Pablo Merino, en su cultivo de champiñón en Autol.

Hernando rememora aquellos tiempos en voz alta mientras recorre una nave que alberga uno de tantos cultivos de champiñón que todavía se mantienen en el municipio. Este, concretamente, es de su amigo Pablo Merino, dedicado al sector desde que llegó de la mili. Él gestiona una planta bajo el cultivo tradicional y otra de portobello en cultivo moderno y reconoce que la mayor rentabilidad recae en este último sistema.

“No hay un futuro halagüeño en el champiñón si nos quedamos en lo tradicional, las cosas como son, pero aquí muchos no nos hemos dedicado a otra cosa en nuestra vida”, asegura. “Y para colmo”, interviene Hernando, “recientemente Conservas Cidacos ha comprado las instalaciones de la planta Champi Rioja y no para hacer champiñón, sino para ampliar su empresa. Imagínate qué futuro ven los champiñoneros del pueblo en este sector para querer vender su planta de compostaje”.

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