Educación

Vocación en pequeñas dosis: educación para un futuro en ‘La Rioja vacía’

Vocación en pequeñas dosis: educación para un futuro en ‘La Rioja vacía’

Paula San Martín, junto a los nueve escolares del colegio de Viniegra de Abajo (CRA Entervalles)

La vida de Paula San Martín cambió de rumbo en junio de 2018. Acababa de finalizar sus estudios universitarios de Educación Primaria en Logroño y en su primera apuesta por conseguir una plaza pública en Educación, dio en el clavo. Aquellas primeras oposiciones superadas con éxito le llevaron a las aulas de Ezcaray como profesora especialista en Inglés, aunque aquel curso lo pasó mitad frente a la pizarra, mitad frente al ordenador.

Pero la sorpresa llegó el curso siguiente. “Me tocó el CRA Entrevalles y tenía todas las papeletas para que Viniegra de Abajo fuera mi destino final porque tenía la menor nota media”. Y así fue. Ni Badarán, ni San Millán de la Cogolla, ni Anguiano. Casi 70 kilómetros a recorrer para llegar a una gran casona de los antiguos indianos con 114 años de historia y convertida en la escuela Venancio Moreno.

Un pueblo, además, que Paula nunca antes había pisado: “Lo más lejos que había llegado por esa carretera era hasta Anguiano, y porque mi abuela es de allí, pero me parecía que aquello estaba en el fin del mundo”. Un cambio brutal para una joven, ahora de 25 años, educada en plena capital y que desconocía por completo el funcionamiento de una escuela rural de esas características.

Los pequeños disfrutan en la plaza del pueblo durante el recreo.

En septiembre de 2020 empezó con ocho niños matriculados, aunque esperaba cinco, pero el COVID-19 animó a más familias a regresar al pueblo. Este curso ya son nueve: dos de Viniegra de Abajo, tres de Ventrosa, dos de Mansilla, uno de Villavelayo y una de Canales, con edades que van desde los 3 hasta los 12 años. “Al principio me parecía una auténtica locura coordinarlos a todos y hacerlo bien, pero es increíble lo bien que trabajan juntos. El hecho de que un alumno de sexto le explique al de tercero algo que ya le habías explicado en otro momento del curso da una satisfacción enorme porque te das cuenta de que algo ha calado”, reconoce.

En estas cuatro paredes, porque todos conviven en un mismo aula, Paula ha pasado dos años de su incipiente carrera profesional descubriendo que es mucho más sencillo controlar el aprendizaje de cada alumno en una escuela rural, donde “se crea un ‘uno a uno’ que es maravilloso”. El primer curso lo hizo, además, como vecina del municipio serrano, gracias a la vivienda de alquiler del Consistorio donde residía de lunes a viernes.

Este año, en cambio, no tuvo la posibilidad de seguir alojada ahí: “Le ofrecieron la casa a la farmacéutica. Al menos me hubiera gustado tener la posibilidad de tener este alojamiento en caso de un imprevisto, como pueden ser nevadas, heladas, piedras en la carretera… Pero no se dio la opción”. Así que Paula pasa dos horas diarias al volante para ir a Viniegra y regresar a Logroño. “Un trayecto que se puede hacer muy largo o muy corto, eso ya depende de ti”, ríe mientras recuerda una anécdota que le sucedió antes de estas vacaciones de Semana Santa.

“Volvía a Logroño y se me pinchó una rueda, con la mala suerte de que fue justo en el tramo en el que no hay cobertura. No podía colocar bien el gato y estaba desesperada porque no había forma de avisar a nadie. Menos mal que acabó pasando un camión y me ayudó. Pero ese es uno de los mayores hándicaps de este trayecto, porque puede ocurrir algo más grave y a ver qué haces”, insiste.

Los pequeños plantaron tres árboles en el pueblo para celebrar el Día del Árbol.

El futuro de esta maestra para el curso 2022-23 se decidirá en las próximas semanas. El Entrevalles es su destino definitivo, pero se ha presentado al concurso de traslados para barajar otras posibilidades: “Yo tengo asegurada mi plaza en Viniegra, pero como no veo muy posible ahora mismo rotar en las diferentes localidades del CRA he decidido optar a este concurso por si hay suerte y consigo acercarme un poco más a la capital. Al final son muchas horas de coche a la semana las que invierto en desplazarme, con el coste de gasoil que implica, y eso acaba desgastando. Eso sí, luego llegas allí y te reciben con abrazos y gritos de ‘¡profe, profe!’ y eso te cambia la cara. Además, en estos dos años he creado un vínculo importante con ellos porque los he visto crecer, así que despegarme de ellos también me costaría”.

Mientras tanto, en el colegio unitario de Venancio Moreno se espera que se abandonen algunas sillas. “El de sexto se va al instituto y las dos niñas de Viniegra de Abajo se marchan del pueblo. Así que espero que no haya más bajas porque cerrar este centro sería un desastre para todo el pueblo y, sobre todo, para las familias”. Por ello, insiste esta docente, “es importante dotarlo de servicios básicos por el bien de todos, porque muchas de las familias de estos niños trabajan en la zona, algunos se dedican a la ganadería y otros gestionan los bares de los pueblos”.

Los escolares junto a la maestra durante el ensayo para la celebración del Día del Libro.

Una cadena que, de faltar algún eslabón, sería difícil que continuara girando: “El Gobierno de La Rioja está priorizando mucho el mundo rural, y con ello los CRA, dotándolos de materiales innovadores y ayudas. Pero que el pueblo siga vivo está en manos de más gente, no solo del colegio, que ya está intentando dar todo de sí para que la localidad siga estando. Esto depende de más instituciones para favorecer la creación de puestos de trabajo y el asentamiento de familias, ofreciendo por ejemplo viviendas para alquilar. Hay que ofertar el pueblo, hay que lucirlo, porque estamos frente a un contexto natural super bonito, pero si no se vende bien, ¿cómo va a venir gente?”.

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