CARTA AL DIRECTOR

Paso de nuestra señora de La Piedad

FOTO: Jaime Ocón

Mira qué hermoso y doliente paso de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad. Realizado en el siglo XIX en los prestigiosos talleres de Olot, María acaricia en su regazo a su hijo ensangrentado, sin vida, recién descendido de la cruz. Muy cerca, la mano sin pulso de Jesús aún se refleja en la sangre fresca de los clavos y de la corona de espinas, moribundos en la tierra.

Parece difícil creer que esta belleza de paso pueda salir de las manos de un artista. Qué difícil que una escultura enseñe tan bellamente el dolor, es como si Jesús y María se hubiesen reencarnado en las imágenes detenidas, y parece como si en cualquier momento María fuera a reanudar el movimiento de seguir acariciando con los dedos, muy dulcemente, los cabellos de su hijo.

Sale este Jueves Santo a las 20:00 desde la Iglesia de Ntra. Sra. de Valvanera recorriendo los aledaños de la parroquia.

Ponte un momento en el lugar de María, mejor tú, mujer, que quizá tuviste una criatura en el regazo con esa calidez de un pan en las manos nacido a la vez que la luz.

Ahí, de pie, entre la muchedumbre, imagínate que después de los años, a tu hijo te lo entregan así: escupido, flagelado, crucificado, lanceado… Y dormido ya de muerte, manándole aún tibia la sangre por sus cinco heridas, te lo llevas con ternura al cuenco a solas del regazo, tiñéndote las ropas, atravesándote la piel… ¿No sentirías como si te fueras cayendo eternamente hacia el fondo de un pozo de dolor infinito?

Ahí, de pie, entre la muchedumbre, mira el rostro de María: Sus lágrimas duras hirviendo de dolor. No tiene esperanza, ni consuelo. Mírala bien. María acuna a Jesús como cuando nació en un establo de Belén, o cuando de niño corría hacia ella a enterrar los miedos en el cálido valle de su túnica. Muerto y ensangrentado e inocente en su regazo de mirra, ahora ya sólo se aferra a un dulce y hermoso despojo amado, mientras todo su ser va sumergiéndose en un inmenso océano de amargura.

Y parece como si, mientras le acaricia los cabellos, repasara toda la vida vivida con él, como si le fuese susurrando dulcemente al oído: “Te acuerdas, hijo mío, de cuando…”

Pero María aún no sabe que al tercer día su hijo abrirá los ojos. No sabe que el nidal de su pecho muerto dará lirios. Que su hijo puede borrar cualquier turbio pasado: Escribir esperanza y vida eterna en tus ojos.

*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.

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