Rebeca Sáenz ha recorrido prácticamente toda la geografía española gracias a su trabajo. Ingeniera de Montes, esta joven riojana ha laborado en Madrid, en Cantabria, en Aragón, pero llegó un momento en el que decidió volver a casa: Jalón de Cameros. Con menos de una veintena de habitantes, Rebeca allí se siente plena. Ha podido compaginar su trabajo con vivir donde nació, donde creció. El apego a la tierra la hace sentirse una mujer feliz. En el pequeño bar del municipio, donde le pone un café otra mujer, nos explica qué supone para ellas vivir en el mundo rural; sus problemas diarios pero también esas pequeñas cosas que sería imposible encontrar en una ciudad.
Con 29 años, Rebeca trabaja como asistente técnica del Gobierno de La Rioja para TRAGSA. Revisa las fincas forestales; sus conocimientos consiguen que el monte riojano esté en buenas manos. Lo hace desde Logroño, aunque con el inicio de la pandemia comenzó a teletrabajar desde casa. Relacionada íntimamente con el mundo rural por su residencia y por su trabajo, sabe bien de lo que habla cuando comenta cómo se encuentran las mujeres en los ámbitos rurales. En su trabajo hasta hace poco tiempo sólo había hombres. Allí se ha encontrado alguna piedra en el camino. «Es habitual ir con el agente forestal y que las personas le hablen a él a pesar de saber que soy yo la ingeniera», comenta. Una constante entre las mujeres que se dedican a esta tipo de oficios copados hasta ahora por los hombres, a pesar de que cada vez son más las que sacan la cabeza en este tipo de empleos.
Sin embargo, Rebeca tiene claro que «en las ciudades me he encontrado más machismo que en los pequeños municipios; aquí se escucha más a la mujeres, se nos tiene más en cuenta», asegura. Ellas son las que llevan las riendas del pequeño pueblo. Todo pasa por sus consejos, sus opiniones y sus decisiones. Recuerda que en el entorno rural, las mujeres siempre realizado las mismas tareas que los hombres. «Aquí había que ir a segar y daba igual que fueses hombre o mujer, iba todo el mundo», recuerda. Trabajo con el ganado, en las fincas, en los huertos… un trabajo que se sumaba siempre al cuidado de la casa y de los niños. «Sobre ellas recaía todo el trabajo», cuenta. Aún así asegura que su trabajo, tan relacionado con el mundo rural, choca mucho más en el ámbito urbano. «Nos miran como a unas valientes y realmente somos personas normales y aquí todo el mundo lo ve con normalidad».
Eso sí, reconoce que llega un momento en el que ser una mujer en el ámbito rural empieza a complicarse. «Es cuando tienes hijos». Los servicios son tan mínimos que muchas tienen que acudir a sus labores con los niños o dejar de trabajar los primeros años de vida de los pequeños. «Aquí no hay guarderías, o tienes una red familiar importante o es imposible. Es verdad que las redes vecinales te pueden sacar de un apuro, pero no puedes tirar de ellas todos los días. Ya, si decides ser una madre tú sola, aquí lo tienes muy complicado», asegura. Muchas dejan de trabajar esos años, «pero es que a veces es insostenible». Pocas opciones más hay: «La guardería más cercana está a decenas de kilómetros», pone de manifiesto.
«Tener hijos supone o complicarse mucho la vida o tener que dejar el mundo rural y es una auténtica pena», cuenta. Ahora mismo el valle se sostiene en lo educativo gracias a la inmigración. «Gracias a que vino una familia de Malí que tiene varios hijos, si no, no podríamos sostener el colegio del valle». Es la pescadilla que se muerde la cola en el mundo rural; la falta de servicios hace que se produzca el éxodo y la falta de vecinos hace que más servicios se vayan perdiendo.
Lo ha visto con muchas mujeres de su edad. «Llega ese momento y te tienes que trasladar a la ciudad porque se complica todo mucho». Y eso afecta a las mujeres y al resto de la familia. La mayoría de la gente de su quinta así lo hace. «Algunos trabajan aquí, pero no se han podido quedar a vivir por ese motivo; cuando bajo a Logroño a trabajar me los encuentro haciendo el camino inverso, que ellos suben a trabajar al valle porque tuvieron que irse por el tema familiar», cuenta.
Así poco a poco se va haciendo más imperante el mantra de que no se puede triunfar en el mundo rural y que hay que marcharse a la ciudad para hacerlo. «Hay que desterrar esa idea, una mujer puede tener una vida exitosa en lo laboral y en lo personal también en municipios pequeños, sólo hace falta que se pongan algunas medidas de conciliación que ya hay en otros municipios mas grandes», asegura, poniendo en valor un mundo en el que la mujer tiene una trascendencia vital. «Los mayores del municipio cuentan que fueron cuatro hermanas las que lo fundaron, el resto de los hermanos se fueron a trabajar a otros lugares; eso demuestra que el papel de la mujer es imprescindible en estos municipios».
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