Cultura y Sociedad

Javier Triana: “Kenia es más dura que una película de Hollywood”

Viaje en el Lunático Express, un tren de Kenia | Foto: Javier Triana

El periodista Javier Triana (Logroño, 1983) tiene muchas historias que contar. Algunas de ellas se recogen en su libro ‘Matumbo: una crónica de las entrañas de Kenia’, que ha presentado en la biblioteca Almudena Grandes. Curtido como corresponsal en destinos tan diversos como Kenia (2010-13), Filipinas (2014), Turquía (2015-17) y China (2018-21), el riojano trabaja por entender el mundo y luchar por que la información se abra a paso, incluso en lugares donde informar te complica la vida. Contar lo incómodo e injusto siempre será digno de admiración.

– ¿De qué trata ‘Matumbo: una crónica de las entrañas de Kenia’?

– De primeras, un libro sobre Kenia a la gente le puede dar algo de respeto. Pero el libro trata sobre la parte que le toca a Kenia, en temas que están de actualidad en el resto del mundo: el medio ambiente, la lucha feminista, el deporte como agente del cambio o la corrupción… Trato de presentarlo como un viaje a través de Kenia e intento que los lectores entiendan estos temas como los aprendí yo. No es un libro lineal, sino un rompecabezas que tienen que ir descifrando.

– ¿Cómo le vino la idea de escribirlo?

– Estaba en San Francisco e hice un documental sobre cómo el atletismo ayuda a la emancipación de la mujer en Kenia y Etiopía. Me lo seleccionaron para un festival en Palo Alto (California) y en la presentación, fui a una librería muy famosa y encontré un libro sobre Kenia. Era de un autor famoso, Ngũgĩ wa Thiong’o, siempre suena para el Nobel. Todos tenemos momentos donde detectamos señales. Pensé que era ese momento y decidí que tenía que investigar y sacar más partido a lo que tenía de mi experiencia como corresponsal.

Un paisaje de Kenia a bordo de un tren | Foto: Javier Triana

– ¿Por qué África y Kenia no han conseguido desarrollarse? ¿Qué culpa tiene Europa?

Creo que la responsabilidad europea es enorme; en este caso, le corresponde al Reino Unido. Hay muchos kenianos que dicen que lo que hicieron los colonos fue bestial, desmontaron todas las estructuras sociales y de poder; pero también también piensan que ellos han sido suficientemente tiempo independientes como para ponerle coto. En el momento de la independencia, el poder lo toman los colaboracionistas.

El país no cambia a ser una democracia, sino que replica las mismas actitudes que tuvieron los británicos con ellos: discriminación, maltrato, corrupción, estar por encima de la ley.. Creo que hay una responsabilidad desmesurada con la colonización, sin entrar en el tema del desarraigo de esclavos africanos por el mundo. Pero claro, también hay responsabilidad del gobierno local.

– En el caso keniano, existen hasta 42 tribus. ¿Cómo puede ser viable un país así y qué es que te llamó la atención de su cultura?

– Cita Kapucinski en ‘Ébano’, “Más que dividir África, la unifican”, como digo en mi libro. Las tribus no tienen nada que ver entre ellas, comparten un territorio y las encajonan. Haciendo eso, sientas bases para construir un país muy complicado, porque te imponen unas fronteras que no has elegido. Suele haber enfrentamientos de menor intensidad entre tribus. Tú me haces esto, yo te robo unas vacas…

Con respecto a su cultura, Kenia tiene un panorama musical bastante activo. Durante los años que estuve allí (2010-13), crecieron muchísimo el arte y la pintura, dieron un boom absoluto. Y esos artistas han acabado en las principales galerías mundiales.

– Cambiando de tercio, usted estuvo como corresponsal en China hasta hace dos meses. ¿Cuáles son las dificultades profesionales y sociales?

– China es un país que no quiere respetar la libertad de prensa, ni otras normativas. A los periodistas extranjeros nos someten a acoso y a vigilancia. En los Juegos Olímpicos de Invierno, un periodista holandés estaba grabando una entrevista y vinieron dos policías y le quitaron de cámara, sacándole de plano. En prensa escrita, también tienes dificultades: entrevistas que el entrevistado te cancela porque le han dado un toque, gente que se cuida mucho de hablar o que todo el mundo rechaza las entrevistas. La gente tiene miedo a hablar.

Otra dificultad la tienes para entrar al país, a raíz de la pandemia te dejas un dineral en los vuelos, no hay muchos y ahora en los Juegos se han aislado todavía más. Cuando llegas, tienes que estar dos semanas aislado y con pruebas, en un hotel que no eliges, pero sí pagas. Algunos hoteles permiten que pidan comida, otros no. Son dos semanas donde te hacen pruebas y en el caso de Pekín, tienen que pasar 3. Es una dificultad más, aparte del papeleo y todos los condicionantes.

Al final, es una carga mental muy dura, a mucha gente no le compensa estar allí; y a veces, sus empresas tampoco les ayudan a costearse un billete.

Palacio de Invierno de Pekín | Foto: Javier Triana

– ¿Cómo se conjuga esta falta de libertades con la gestión de la pandemia?

– Durante la pandemia, la gente tiene el código sanitario en el móvil, a través de WeChat (aplicación total). El código tiene tres niveles: verde (movimiento libre), amarillo (aislamiento), rojo (hospital o centro de cuarentena). Hubo tres activistas pro derechos humanos a los que el código les cambió de verde a rojo sin ningún sentido y se les volvió a cambiar. Ellos reclamaron a la policía y no les hicieron caso. Conozco gente a la que la aplicación de rastreo le ha impedido moverse, viajar y hacer vida normal.

– Habla de control social: ¿cómo se aplica?

– El reconocimiento facial está muy avanzado, aunque tengo amigos que están visitando centros donde lo realizan. No son periodistas, pero sí ingenieros y les dicen que el porcentaje de acierto no está desarrollado. No lo está ahora, pero creo que lo terminará estando. China es un país que por no tolerar, no tolera ni el sentido del humor; a veces no se saben reír ni de sí mismos.

Pekín, durante la pandemia | Foto: Javier Triana

– Además de China, también pasó por Filipinas y por Turquía. ¿Con qué se queda de esos dos países?

– De Filipinas me sorprendió la admiración por el baloncesto, había -canastas por todos los lados. Si querías informarte y hablar sobre un tema determinado, jugabas un partido de baloncesto. Turquía también es un país fascinante, colaboré con El Periódico de Cataluña haciendo temas sobre migraciones y refugiados.

– ¿Cuál es su país favorito de todos en los que ha trabajado?

– Es muy difícil elegir, pero me quedaría con Kenia. Fue el primer país donde estuve como corresponsal y las primeras veces siempre tienen algo. Quizá tiene un toque emocional para mí y es un país fascinante e increíble. Se me ocurren pocos países mejores para unas vacaciones. Es un país con playa, montaña, fauna… ojalá todo el mundo hiciera un safari una vez en la vida. Kenia es como estar dentro del National Geographic. Eso sí, advierto a los amantes de las películas: olvídense del romanticismo, Kenia es más dura que una película de Hollywood.

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