La Rioja

La viga en la casa ajena y la paja en la propia

Agustín Martínez y su sobrino Miguel, frente a la casa de paja que están construyendo

En un cuento infantil de Disney esta construcción se hubiera convertido en polvo y escombros al mínimo soplido de un lobo feroz. Pero lo que aquí la sostiene son unos 40 centímetros de paja reforzada con barro y una capa de cal en la fachada exterior. Y como tejado, una cubierta vegetal donde crecen plantas al azar que se riegan con la lluvia y se secan en verano se sostiene sobre una lámina impermeable que evita que la humedad traspase al interior.

Los marcos de las puertas y ventanas, de madera, con la parte inferior quemada para mantener lejos a insectos y hongos que pueda pudrir las tablas al estar en contacto con la tierra. Y nada más entrar, la ‘ventana de la verdad’ da la bienvenida para mostrar con un simple vistazo cuál es el material predominante en esta vivienda. Ni ladrillo ni hormigón. Lo que sostiene esta casa de unos 40 metros cuadrados en Alberite son fardos de paja.

La “ventana de la verdad” en el interior de la vivienda de paja.

Sus albañiles: los hermanos Agustín y Enrique Martínez y el hijo de este último, Miguel. Alarifes naturales de Alberite que reivindican otro estilo arquitectónico de bajo impacto ambiental. Son, por tanto, referentes en La Rioja en materia de bioconstrucción cuando su empresa Cobijo Natural se lanzó en 2003 como la única que trabaja bajo esta filosofía de emplear materiales naturales.

Una doctrina que impregnó las venas de Agustín cuando viajó a la Zamora profunda durante un invierno para visitar a un amigo, allá por principios de este siglo. «Allí fue cuando conocí la cal por primera vez y todo lo que se podía hacer con ella. Él, que era muy ‘hippy’, vivía en un pueblo casi abandonado y había pintado las paredes interiores de su casa con cal y me llamó la atención, tanto la textura como el color. Todo. Me quedé prendado de aquello y lo siguiente fue ir Ávila a hacer un curso de morteros de cal, donde conocí a un maestro estucador que ya me metió de lleno en este mundo».

A partir de ahí desarrolló una auténtica labor de formación e investigación en la materia, con cursos, talleres y vídeos. “Y los estucos de cal me llevaron a la tierra y la tierra, a la paja, pasando después por la madera, el corcho natural y la celulosa como aislantes. Nos preocupamos por todo el ciclo de los materiales. Nosotros mismos fabricamos nuestros adobes de barro y paja para hacer ladrillos pero sin cocerlos, por lo que no empleas energía. Si luego tiras este adobe al campo no supone ningún tipo de residuo o escombro para el medio. Es decir, reivindicamos el buen hacer”.

Miguel y Agustín Martínez, en la casa de paja que están construyendo.

Hace, por tanto, casi dos décadas que Cobijo Natural plantó cara al ladrillo y al cemento para apostar por el adobe, la cal, la tierra y la paja como materias primas de sus proyectos de construcción. «La cal lleva 10.000 años usándose en construcciones. Es un material que siempre ha funcionado muy bien gracias a sus propiedades de traspiración y ventilación, siendo a su vez perfecto aislante. Además, mantiene lejos los hongos e insectos. Por no hablar del ahorro energético que supone. Nosotros usamos esas mismas mezclas de cal que usaban los romanos y con las mismas dosificaciones”.

Pero remarcan que no han recuperado ninguna práctica de construcción, “simplemente nos hemos preocupado por aprenderlas y aplicarlas en un nuevo siglo para demostrar sus beneficios, porque no hay más que ver los problemas que presentan ahora muchas viviendas mientras que las construcciones de varios siglos de historia se mantiene erguidas”.

Miguel y Agustín Martínez, en el interior de la casa de paja.

Hasta llegar donde están, sin embargo, han transcurrido por una senda a veces angosta y con piedras. Unos inicios que “costaron”, asegura el equipo, sobre todo con una crisis del ladrillo que se llevó por delante miles de empresas del sector de la construcción y derivó en varios impagos de clientes. Pero Agustín recuerda cómo afrontaron envalentonados los vaivenes hasta que regresó de nuevo la calma. «Nunca dejamos de confiar en la bioconstrucción”. Eso sí, lo que sigue costándoles es convencer a los arquitectos sobre la eficacia de estos materiales naturales, y después a los clientes. “Lo que más les puede preocupar es el mantenimiento, pero no tiene mayor problema que cualquier otro tipo de casa”.

Miembros de la Red Nacional de Maestros de la Construcción Tradicional, Agustín reconoce que estas prácticas están más extendidas a nivel nacional, “sobre todo en el País Vasco». Es en esta comunidad donde se encuentran un importante foco de clientes para Cobijo Natural, aunque no siempre pueden atender sus demandas por las dificultades de desplazamiento. Y aclaran para los más escépticos: “Vivir en estas casas no es más caro. Lo que más trabajamos son viviendas de uso no habitual, pero hemos hecho también muchas reformas en casas habitadas, monumentos y algún caserío en el norte”.

Y más allá de estos materiales naturales empleados, el equipo de artesanos se rige por otras normas no escritas, como procurar que un cable de la luz no pase por la pared en la que va a ir colocado el cabecero de la cama. «Por el tema de los campos electromagnéticos y sus efectos. Al final tenemos en cuenta la salud del hábitat y también de los que habitan en él», añade Miguel. Un trabajo con el que buscan demostrar que se puede vivir rodeados de otros elementos más naturales con toda seguridad «y vivir mejor».

Miguel y Agustín Martínez, frente a la casa de paja que están construyendo.

Este maestro de la cal (entre otros productos), se apoya sobre la suave fachada de cal que ha pulido con esmero en lo que será un futuro merendero para su hermano y su cuñada y reflexiona sobre el valor que el resto de la sociedad le da a este arte todavía desconocido por muchos: “Nosotros practicamos también el esgrafiado, una técnica que nos gusta mucho y que si uno se fija un poco puede apreciar en algunas de las fachadas más antiguas de Logroño, como en la calle Portales. El problema es que se están empeñando en derribar las antiguas construcciones y todo su potencial artístico que engloba sin pararse a pensar que se pueden restaurar y de una forma diferente, manteniendo esos detalles decorativos que son parte de la historia”.

Ahora el deber de Agustín es plasmar todo lo aprendido en años en las nuevas mentes inquietas que se interesan por este tipo de construcción: «Es cierto que la pandemia y esa creciente inclinación por lo natural derivada ha ayudado a que la bioconstrucción despierte fascinación en muchos. Son varios los cursos que hemos dado en esta finca desde la Universidad Popular de Logroño, algunos de ellos de la mano de la maestra americana Rikki Nitzkin, pionera en la construcción de casas con paja y de la que prendí esta técnica al estilo Nebraska».

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