La Rioja

Malas costumbres: “El ningufoneo ha llegado para quedarse”

‘Acto de ignorar a una persona y al propio entorno por concentrarte en tu teléfono móvil, tu portátil o tu reloj inteligente’. ¿Te suena? La manera de relacionarnos ha cambiado con la aparición de internet y la llegada de los ‘smarthphone’ a nuestras vidas. Hoy usamos las redes sociales para buscar información de un producto, optar a un puesto de trabajo o comunicarnos con nuestra familia, pero ¿qué ocurre cuando esta forma de relación provoca que ignoremos a los demás?

No está muy extendido en la lengua de Cervantes, pero el término ningufoneo cada vez se hace más patente en boca de investigadores y expertos. Fue allá por 2012, en una publicación australiana, cuando apareció dicho término proveniente del inglés que atiende a la unión del término phone, ‘teléfono’, y snubbing, que es ‘desaire’, ‘desprecio’ o ‘ninguneo’.

“Tenemos interacciones demasiado mediadas por el móvil y contamos con elementos disruptivos dentro de las relaciones de tú a tú desde hace años”, explica Joaquín González Cabrera, investigador principal del grupo de Ciberpsicología de UNIR. La idea al poner encima de la mesa el fenómeno del ningufoneo no es etiquetarlo ni definirlo como una patología, “sino hacer reflexionar a la gente acerca de esta conducta ya cotidiana. Porque, por desgracia, esto ha llegado ya para quedarse”.

González Cabrera lo tiene claro: “Debemos hacer una crítica autoconstructiva de cómo usamos cada uno la tecnología en el ámbito de lo social, en el hogar, el trabajo… y saber que hay una línea muy fina entre un uso social de la tecnología inadecuado y un problema, en el que podría terminar convirtiéndose”.

Y seguramente la mayoría relacionemos este término con los adolescentes, “pero el ningufoneo no atiende de manera selectiva solo a los jóvenes. Lo podemos tener casi cualquier persona con un dispositivo móvil”. La tecnología está diseñada en gran medida para captar la atención de los individuos, e imbuidos en esta lógica, “se han construido refuerzos continuos (redes sociales, por ejemplo) a los que los adolescentes son más sensibles, pero el ningufoneo no discrimina”, asegura el investigador de UNIR.

Es más, según un estudio nacional, un tercio de los progenitores usan el teléfono en la mesa. “Esto puede llegar a generar desafecto y desconfianza, situaciones que pueden aumentar los conflictos sociales. Muchos niños dicen: ‘Para qué le voy a contar a mis padres mi problema si están mirando el teléfono’. ‘Es que estoy trabajando’, pueden contestar los padres’, ‘ya, pero es que tengo problemas en clase y…'”. Misma situación en el ámbito de la pareja.

Phubbing, ¿consentido?

Otro de los términos relacionados con el ningufoneo o ‘phubbing’ es la nomofobia, ese miedo irracional a estar desconectado, sin cobertura, sin batería, sin datos, en definitiva, sin móvil. “Y es que, sobre todo los jóvenes, comunican su personalidad ‘offline’ con su realidad ‘online’. Viven en una realidad eminentemente ‘online’, hablan con los compañeros del cole, amigos del pueblo, compañeros de equipo, pero no están físicamente, por lo que cuando no se puede dar esa comunicación, llega la ansiedad y la nomofobia”, explica Joaquín.

El ningufoneo o ‘phubbing’ es una realidad y cada vez más personas “estamos cayendo en esa conducta social inadecuada que puede traer consecuencias, sobre todo para el que lo sufre, que tiende a sentir cierto menoscabo y por supuesto genera una mala sensación”.

El problema llega cuando este ‘phubbing’ se convierte en consentido, “lo que no quiere decir que no esté incurriendo en un gran coste de oportunidad para el que lo ejerce y el que lo sufre”. La comunicación mediada por dispositivos móviles es muy diferente a la personal y verbal, o incluso no verbal, y “un emoticono o una palabra mal interpretada pueden aumentar los conflictos sociales” y por tanto hacer tambalear las relaciones.

Y con el paso del tiempo empieza a ser una situación que, aunque la veamos normal, no deja de ser “inaceptable” en muchas ocasiones, yendo en contra del propio desarrollo social y las normas de cortesía. “Por eso tenemos que hacer un ejercicio de introspección, ya que muchas veces ni somos conscientes de que estamos practicando el ningufoneo. Y siendo adultos, deberíamos ser un modelo para los niños”.

Según González Cabrera es imprescindible darse cuenta de “cuánto tiempo pasamos diariamente haciéndolo y cuáles son las consecuencias directas que podemos percibir en el entorno. Al final, seguramente, la notificación que nos salte en el móvil puede esperar, y si lo miras, puede hacerlo sin abstraerte de la realidad”.

Joaquín insiste en que es muy importante hacer una llamada de atención sobre el ningufoneo y, evidentemente, como adultos, actuar como ejemplo ante los jóvenes insistiendo en que deben disfrutar de lo que están haciendo en cada momento y de que hay tiempo para todo.

“Entender que las relaciones sociales deberían primar sobre las mediadas tecnológicamente, actuar con sentido común y no patologizar una práctica social que ha venido para quedarse, por lo que no podemos luchar contra ella pero sí minimizarla”, concluye el experto de UNIR.

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