Agricultura

“Dormí una semana entera en el remolque durante aquellas movilizaciones”

Enrique Fernández de la Pradilla (izquierda) y Sabino Fernández (derecha) en un campo de colza de Hormilla

Aquel febrero de 1977 el campo vivió su gran revolución en busca de una libertad sindical que se prolongó durante casi dos semanas. En La Rioja, los tractores de todos los municipios salieron a la calzada para ocupar los arcenes de este a oeste. Para hacerse ver y oír. El sector necesitaba acabar con las cámaras agrarias que actuaban como sindicato horizontal para constituir una organización independiente con sus propios estatutos.

Sabino Fernández (69 años), natural de Hormilla pero vecino de Nájera, y Enrique Fernández de la Pradilla (70 años), de Alberite, son dos de aquellos miles de agricultores que sacaron músculo con sus antiguos tractores en unas movilizaciones que se repitieron en diferentes regiones del país. El primero salió desde La Degollada camino a Santo Domingo de la Calzada, mientras que el otro condujo hasta La Grajera. Junto a estos dos puntos de encuentro se situaban Briones y Rincón de Soto como puntos de concentración para reunir a todos los agricultores y ganaderos de esas zonas.

Amigos de sindicato, un día estrecharon manos y nunca más las volvieron a soltar. Ahora se reúnen en un paraje agrícola en el pueblo natal de Sabino para echar la vista atrás, “aunque la memoria ya se nota que comienza a flaquear”, y rememorar aquellos días en los que como buenos veinteañeros llenos de energía y gallardía retaron a las fuerzas de seguridad de la época en unas concentraciones que entonces no estaban permitidas.

Unos días los de aquella gran “tractorada” en los que corrieron detrás de las porras, y también recibieron. “Aún recuerdo que subimos a la zona de La Degollada para hacer más fuerza y tuvimos que salir por patas campo através”, ríe Enrique. “Y también cuando dormí una semana entera en el remolque que tenía aparcado en La Grajera con unas heladas como las que estamos viendo estos días y de recién casado, imagínate mi mujer…”.

“Aquello fue todo un logro y a partir de ahí vinieron el resto de demandas relacionadas con los precios, la seguridad social o los contratos”, relata el agricultor de Alberite, aunque a Sabino le viene a la cabeza las triquiñuelas que tenía que hacer para no cruzarse con su padre cuando llegaba a casa después de haber participado en el corte de alguna carretera. “Yo no podía ir a casa cuando estaba mi padre porque no lo entendía. Ni él ni ningún padre. Me llamaba comunista, cabeza ligera… Pero también es cierto que cuando comenzamos a tener cierta organización y vieron que aquella tractorada había sido un éxito, se alegraron”.

Dos años antes de aquel encuentro histórico ya se celebraban las primeras reuniones clandestinas en las bajeras y lonjas de los municipios donde los productores exponían sus puntos de vista, debatían sobre el devenir del sector y procuraban no hacer mucho riudo para que nadie les escuchara desde fuera y diera el chivatazo. Porque en aquellos años de Transición los aires no estaban en calma todavía, pero la furia del campo salió a la luz y acabó desembocando en ese primer sindicato, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

Se cumplen ahora 45 años de aquella manifestación agraria a la que se han sumado desde entonces otras tres o cuatro concentraciones similares. La última en 2009, donde los neumáticos rodaron por la capital riojana al igual que lo van a hacer este miércoles. Allí estarán Sabino y Enrique, que aguardan la cita con la misma ilusión que llevaban en su primera marcha. “Sabemos que va a acudir mucha gente, veremos a amigos y conocidos con los que llevamos tiempo sin coincidir y emociona que de nuevo unamos fuerzas para pelear por nuestro futuro y el de nuestros hijos”. Enrique adora llevar el tractor, “sobre todo los de ahora, con lo cómodos que son”, pero este miércoles será su hijo agricultor quien lleve el John Deer a la manifestación.

Y de nuevo regresan las reivindicaciones a la charla que tiene lugar a pie de campo entre dos voces veteranas. “El problema de los precios lleva presente desde el principio y se agrava cada día que pasa, pero con lo que han subido los abonos, los fertilizantes y demás productos ya no se puede aguantar. Y yo, sinceramente, no me creo que la Ley de la Cadena Alimentaria vaya a funcionar, así que es normal que la gente esté quemada y salga a la calle porque es que no pagan ni lo que cuesta producir”, apunta Enrique, mientras el de Hormilla añade: “Es el agricultor quien arriesga todo el año, invirtiendo dinero y trabajando sin saber lo que va a recibir por su producto. Esa ley se creó para asegurar las calidades y unos precios justos, pero ya se ha demostrado que al productor no se le tiene en cuenta”.

Como el oleaje del mar, los vaivenes del mercado son el pan de cada día, pero la situación actual de los costes de las materias primas ya hace tiempo que se tornó pesada, “e insostenible”, para el sector. “La lista de la compra no deja de subir, pero esas cuentas no se ven reflejadas ni en los sueldos de los trabajadores ni en lo que les pagan a los agricultores y ganaderos por sus productos. Y es que aquí todas las partes salen perjudicadas. Pero luego aún hay quienes te preguntan de qué nos quejamos con las subvenciones que se cobran de Bruselas. Pues si no existieran esas ayudas habría muchos cultivos que desaparecerían del mapa, por no hablar de la ganadería”, incide Enrique.

Que se lo digan a Sabino, remolachero de profesión, además de dedicarse a la patata, el cereal y la viña hasta hace escasos tres años: “La remolacha tenía ayudas pero mínimas. Lo que pasa es que se ha tirado tanto de la cuerda que se ha dejado de cultivar y ahora las fábricas dicen que hay que volver a sembrar e incluso indemnizar a los productores. Ya vienen tarde porque se han dejado morir muchas explotaciones, cuyos dueños ya han vendido o malvendido tierras y maquinaria. ¿Y ahora qué? ¡Hay que ser más coherentes, hombre!”.

“Por no hablar de los fertilizantes y demás tratamientos, que cada vez están suprimiendo más y más productos eficaces cuando cumplimos con toda la normativa, mientras que terceros países compiten sin regulación alguna. Igual lo que quieren es que volvamos a la azada, pero a este paso nos van a quitar hasta las ganas de seguir”, continúa Enrique. “¿Por qué no se mira a la importación? Pues con esto lo único que consigue el Gobierno es que la gente llene la cesta de la compra con poco dinero, muera quien muera, y eso no lo podemos consentir”, sentencia su compañero de fatigas. Así que ellos también, al igual que las OPA, lanzan un llamamiento a la gente del campo: “Aquí nadie se puede quedar en casa, tenemos que luchar por lo que nos da de comer a nosotros y al resto de la población”.

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