La Rioja

Una carne “rústica y aromática” criada entre encinares

Una carne riojana, “rústica y aromática” criada entre encinares

Delia Gil, en la explotación familiar ubicada en Las Ruedas de Ocón

Junto con el bovino, el porcino es el único ganado que ha incrementado su censo en las últimas dos décadas, pasando de 118.165 cabezas a principios de siglo a las 157.744 de la actualidad. Según el Registro de Explotaciones Ganaderas (REGA) de La Rioja, todos estos animales están bajo un modelo de ganadería intensiva, ya que para considerarse extensiva deberían regirse por un sistema de alimentación por aprovechamiento de recursos naturales.

Sin embargo, enclavado en el Valle de Ocón y en plena Reserva de la Biosfera, hozan entre encinos unas 4.000 cerdas al año. Delia Gil es la responsable de esta granja familiar dedicada a la cría de ganado, la venta de carne y la elaboración de embutidos, todo bajo el sello y, más importante aún, bajo la convicción de ecológico. Luis Gil dio sus primeros pasos como explotación ganadera en 2003, con poco más de 60 cerdas repartidas por las tierras de Las Ruedas de Ocón, “y ahora se ha convertido en la única granja porcina en extensivo de La Rioja y en la única a nivel nacional que, además de producir, elabora en ecológico”.

Un proyecto que surgió, cuenta, “como un experimento, a base de prueba y error, sin saber si en un futuro sería rentable”. La familia siempre había estado vinculada al sector ganadero, pero convencional. “Lo que queríamos hacer nosotros era algo más bonito, apostar por un producto de calidad y ecológico, pero no ecológico al uso ciñéndonos a la normativa nada más, sino un producto que nosotros entendiésemos como sostenible. Queríamos un monte con amplios espacios para favorecer el bienestar animal, porque a fin de cuentas es nuestro sustento. Ahora podemos presumir de liderar una industria familiar que apuesta por la crianza saludable de unos animales para lograr una calidad espectacular en la carne a la vez que mantenemos los montes y la riqueza de los municipios”, destaca.

Delia ha repetido esta defensa varias veces en los últimos días. Reconoce que el “ruido” generado tras las polémicas palabras del ministro de Consumo, Alberto Garzón, “no le viene bien a nadie, pero con esto también se ha conseguido que la gente se pare a pensar qué es lo que come y compare unos modelos con otros”. La responsable de la explotación de porcino insiste en que “en el sector ganadero todos tienen cabida, porque solo con la extensiva sería inviable satisfacer las demandas de los consumidores, así que no digamos si ya hablamos de extensiva en ecológico”. La coexistencia, por tanto, es clave para el mantenimiento de los mercados. Así que sea el cliente quien decida qué quiere consumir y cuánto está dispuesto a pagar.

“Es evidente que unos cerdos en constante movimiento desgastan más, por lo que también consumen más. La rentabilidad por tanto tiene que salir de un precio de venta superior al de otros productos cárnicos que se encuentran en otro tipo de canales”. Prefiere no cuestionar la calidad de la carne que procede de unas granjas u otras, “pero es evidente que sí hay diferencias porque los animales no llevan el mismo estilo de vida”.

Cambia el manejo, cambian los tratamientos, cambia la alimentación y también el comportamiento de los animales, “porque ya se ha demostrado que ante espacios abiertos, recibiendo la luz del sol, se muestran menos estresados y eso influye en la carne obtenida, una menos correosa, más suave y con más aromas. No es lo mismo un cerdo que se engorda en tres meses, muy rápidamente y con mucha proporción de agua, que aquel que se cría durante diez. Los costes, por tanto, no pueden ser los mismos. Aquí los alimentamos al 97 por cien con cebada y trigo de las 70 hectáreas que cultivamos, y gracias a que son de raza Duroc, mucho más rústicos, tienen una carne que se infiltra muy bien”.

A pesar de buscar la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente en cada etapa del proceso, no existe actividad humana con huella de carbono cero. “Así que lo que intentamos es reducirla, revertir lo que contaminamos generando otras fuentes de energía o prácticas sostenibles para generar el menor impacto medioambiental posible. Todos los purines que recogemos de los cerdos los vertemos como abono en las nueve hectáreas de olivos que tenemos y en los campos de cereal que sembramos. También tenemos placas solares y balsas de millones de litros de capacidad para recoger el agua de la lluvia y usarla como riego y para los animales. Al fin y al cabo se trata de generar una economía circular y ser partícipes en todo el proceso de principio a fin”.

Entre los encinos apenas se escuchan los gruñidos de los puercos. Con tranquilidad, unos se rozan en los troncos de los árboles mientras otros remueven en busca de alguna bellota o raíces. La explotación, con un centenar de hectáreas repartidas entre la zona de La Ruedas de Ocón y el despoblado de Oteruelo, se caracteriza por abarcar todo el ciclo reproductivo de las cerdas, con sus 114 días de gestación y las 60 jornadas posteriores con los cochinos hasta que se destetan y pasan a una especie de “guardería” donde se vigila su alimentación y convivencia con el resto de animales antes de soltarlos en el monte. “La trazabilidad de cada lote es escrupulosa desde que nacen hasta que se despiezan, es decir, se lleva a todos los niveles. Cada animal tiene una ficha con toda la información alimentaria, tratamientos, las parcelas de las que procede el cereal que come, si a ese lote se le añade sal o pimentón… Como si fuera su DNI”, explica Delia.

Un control que se suma a la normativa vigente para cualquier tipo de granja, sea de miles o de millones de cerdos, porque la responsable de la empresa Luis Gil lamenta que exista una norma común para ambos modelos: “Esto obliga a incrementar los costes y no favorece que los nuevos profesionales del sector apuesten por incorporarse a este tipo de prácticas ganaderas porque las cuentas no les salen, mientras que es mucho más sencillo y rentable ir a lo estándar. Se empeñan en poner gazapos y obstáculos a aquello que no es convencional”. Pero la familia sigue sorteando esas piedras en el camino por poner en la boca de sus consumidores más fieles una pieza criada y elaborada sin salir de La Rioja.

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