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Las mejores razones para enamorarte gastronómicamente de La Rioja

Una excepcional menestra de verduras, chuletillas al sarmiento, bacalao, fardelejos, mazapanes y un buen vino. Con estas pistas, además de que la boca ya se te tiene que estar haciendo agua, sabrás de qué estamos hablando o mejor dicho, sabrás dónde podrás disfrutar de un inigualable regalo gastronómico: La Rioja está para comérsela.

Hablar de la región implica hablar de vino, sí, pero también de la riqueza de sus materias primas que gracias a ser una zona poblada de ríos que riegan sus ricas huertas, acoge una mimada agricultura que ofrece exquisitos productos. Tierras trabajadas desde antaño que acogen un amplio repertorio de verduras de temporada como la borraja, las alcachofas, el cardo, los espárragos o la coliflor. De esta última, incluso, existe la Indicación Geográfica Protegida, cada vez más conocida y demandada en mercados nacionales e internacionales.

Y si hay un espacio que refuerza la identidad de Calahorra en este asunto es el Museo de la Verdura, que muestra al visitante, de jueves a domingo, la actividad de las huertas y cultivos de la ribera del Ebro, formando parte de la historia de la comarca y de sus gentes. Un centro interactivo y didáctico que acerca a sus visitantes la importancia de los productos hortícolas en una alimentación sana y saludable.

La gastronomía de La Rioja se caracteriza por ser sencilla, deliciosa y basada en los productos locales y de la tierra que desembocan en platos llenos de sabor y tradición. Y qué mejor lugar que el Mercado de San Blas o Plaza de Abastos, para disfrutar de un mundo lleno de olores, sonidos, texturas, colores y formas de la mano de especialistas en todos los sectores de la alimentación del producto fresco y otros artículos que se ofrecen en el mercado.

Gastronomía en pequeños bocados

De bar en bar y tiro porque me toca, y en cada uno, una especialidad gastronómica. Eso es Logroño; eso es La Laurel; eso es la San Juan: un maridaje perfecto entre los bocados elaborada con productos de la tierra y los mejores vinos de la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja. Pinchos para saborear de pie, dentro o fuera de los bares, rodeado de amigos y familia.

En la calle Laurel no está reñido lo clásico con lo moderno. Bares de pinchos y tapas de toda la vida y otros que apuestan por la innovación y la creatividad. Todos tienen cabida: si eres vegetariano, vegano, o incluso celíaco, encontrarás delicias y vinos también para ti.

Por su parte, la zona de la Calle San Juan, es, probablemente, el único rincón del Casco Antiguo que conserva la conciencia y vida vecinal de los barrios de siempre al tiempo que mantiene su actividad comercial y hostelera de forma totalmente integrada en el vecindario.

Y en Haro, si lo que buscas es empezar a aclimatarte a la comida jarrera, nada mejor que hacerlo en los bares y cafeterías de la Plaza de la Paz. Puedes seguir por la ‘Herradura’, esa mítica cuesta hacia la parroquia donde, además de pinchos, podrás detenerte en alguno de sus restaurantes. Y si quieres llevarte un recuerdo a casa, una visita a cualquier enoteca donde encontrarás los productos más típicos: conservas, recuerdos de la ciudad y por supuesto, vino. Al final de la Herradura, la plazoleta San Martín, que concentra bares, terrazas y los restaurantes más típicos de Haro.

Un paso gastronómico más

Depende del momento, de la compañía y de las ganas, pero en la diversidad está el gusto y una vez disfrutados los pequeños placeres gastronómicos de la región, ¿por qué no darse un homenaje en un restaurante riojano con Estrella Michelin?

Comer o cenar en estos locales se ha convertido en una experiencia que va más allá de lo gastronómico. Está claro que los platos son pura artesanía, pero el entorno, la atención y la capacidad de sorprender y emocionar los convierten en una vivencia completa.

Francis Paniego te espera en El Portal de Echaurren, en Ezcaray, en un restaurante diseñado por y para disfrutar de la cocina más conceptual donde la imaginación y la creatividad forman parte de cada plato, en el que confluyen tres elementos fundamentales: la memoria, la casquería y el producto de la tierra.

Otra opción es desplazarse hasta Daroca de Rioja, un pueblecito de 30 habitantes donde los hermanos Echapresto, desde su restaurante Venta Moncalvillo reivindican la cocina tradicional y los productos de la tierra desde una perspectiva contemporánea sin dejar de darle su lugar al producto autóctono y de temporada.

Y en Logroño, Iñaki Murúa y Carolina Sánchez presentan una cocina un poco tradicional, un poco moderna, un poco de aquí, un poco de allá, pero, sobre todo, llena de producto de temporada, técnica, provocación y verdad. Adentrarse en Ikaro es adentrarse en una gastronomía humilde pero con un aire provocador.

Y para los amantes de lo oriental, una barra de madera en la que trabaja el maestro Félix Jiménez y diez asientos a su alrededor para que disfrutes de una experiencia muy especial. Con esta disposición y un ambiente donde se respiran la armonía y la tranquilidad asiáticas, Kiro propone un viaje a la gastronomía nipona a través de uno de sus platos más característicos: el sushi.

La Rioja es un destino para descubrir, pero sobre todo para saborearlo. La Rioja apetece por muchas razones y en esta pequeña comunidad se pueden vivir experiencias únicas.

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