Toros

El toreo es grandeza y la política no

No todos los días un gobierno autonómico entrega un capote de paseo a una figura del toreo. Menos frecuente aún es que una administración regional condecore con un galardón taurino a uno de sus paisanos más ilustres en la actualidad.

Bien es cierto que la responsabilidad de un ejecutivo regional va infinitamente más allá de la entrega de unos trofeos taurinos, pero no por ello a esta ceremonia hay que restarle solemnidad. Algo así sucedió este miércoles en el acto organizado por la dirección general de Justicia e Interior del Gobierno de La Rioja, que resultó un tanto deslavazado.

Las 17:30 horas de un miércoles laborable no es el mejor momento para premiar al mejor torero de la temporada riojana en 2019. Ni al mejor ganadero ni subalterno de aquella última temporada a.C. (antes del COVID). Como tampoco es del todo cortés que quien haga entrega de estos premios sea una consejera que no tiene competencias en materia taurina en nuestra tierra.

Eran los primeros trofeos taurinos que se concedían bajo el mandato del equipo de gobierno de Concha Andreu y, por lo tanto, una oportunidad maravillosa para que quienes dirigen los designios de los riojanos se posicionaran a favor de la tauromaquia en nuestra región.

En la clausura de la ceremonia, la consejera Eva Hita vino a decir que aquello era un paso más hacia la nueva normalidad, cuando lo verdaderamente normal, sensato y lógico también, es defender e impulsar las tradiciones, la cultura y las aficiones que atesora nuestra tierra, entre las que destaca, y con mayúsculas, la tauromaquia.

La presidenta del Gobierno de La Rioja, que representa a todos los riojanos, sean estos aficionados a los toros o no, no pudo disponer de veinte minutos en su agenda para acompañar a Diego Urdiales y reconocer los méritos que han situado al arnedano en lo más alto del universo taurino. Tampoco para hacer entrega de una obra de arte que Urdiales se liará con orgullo y con la que paseará el nombre La Rioja por todo el mundo. Una verdadera pena.

Por su parte, Diego Urdiales departió con los allí presentes, contagió de su felicidad, se fotografió cuantas veces se lo pidieron y hasta tomó café con los aficionados que se citaron en la coqueta capilla de la ‘Bene’.

Conclusión: el toreo es grandeza; la política, no.

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