El Rioja

Los vigilantes de la viña: trabajo en equipo por la dignidad del temporero

Los vigilantes de la viña: acompañamos a Guardia Civil e Inspección del Trabajo en los controles contra la explotación laboral

FOTOS: Daniel Ortiz.

Son necesarias muchas manos para recoger los más de 400 millones de kilos de uva que acabarán embotelladas con el nombre de ‘Rioja’ y el distintivo ‘2021’ en la etiqueta. Aunque las cosechadoras van ganándole terreno al corquete en las más de 65.000 hectáreas de viñedo que conforman la Calificada, cada otoño son necesarios cientos de trabajadores dispuestos a emplearse a fondo para retirar las bayas en el momento óptimo de maduración.

Son días de actividad frenética en la viña, pero también de inquietud y vigilancia. Y no solo en lo meteorológico. La amenaza de uno de los delitos más despreciables, la trata de seres humanos, planea siempre que la demanda de mano de obra y la necesidad cruzan sus caminos. Por ello, con la vendimia ya generalizada, la Administración agudiza sus mecanismos de control para mantener la explotación laboral lejos de los viñedos.

Agentes de la Guardia Civil, a las puertas del Puesto de Villamediana.

Un equipo de NueveCuatroUno ha acompañado a la Guardia Civil en una de las múltiples inspecciones a los viñedos para prevenir la esclavitud en pleno siglo XXI. Los casos de trata “son mínimos, cada vez hay menos”, celebran los agentes. Pero no es fruto de la casualidad. Somos testigos en primera persona de una compleja y laboriosa cadena en la que intervienen de forma coordinada varias equipos especializados con el único fin de preservar la dignidad de los trabajadores, desde que se cortó el primer racimo de la cosecha 2021 hasta que el último remolque descube en la bodega.

Los agentes y el personal de Inspección de Trabajo se preparan para iniciar la ruta.

Con la primera luz de la mañana, y tras un detallado ‘briefing’ para planificar la jornada, se ponen en marcha las patrullas de la Unidad de Seguridad Ciudadana de la Guardia Civil. Por delante espera un sinfín de kilómetros por carreteras secundarias y caminos agrícolas, por lo que el operativo implica a todos los Puestos del instituto armado en La Rioja.

La misión del convoy, en el que viaja una inspectora de Trabajo y una subinspectora de la Dirección General de Empleo del Gobierno de La Rioja, “no es castigar ni estigmatizar a los agricultores, sino prevenir que no haya trata de seres humanos con fines de explotación laboral”, especifica Miguel Ángel Sáenz, portavoz del instituto armado en la comunidad.

Miguel Ángel Sáenz, portavoz de la Guardia Civil en La Rioja.

Conocimiento del terreno

Los propios viticultores son aliados necesarios en las labores de inspección. No en vano, nadie mejor que ellos conoce dónde hay cuadrillas trabajando en cada momento y cómo acceder a ellas. Además, erradicar las mafias de los viñedos beneficia al conjunto del sector, pues elimina de la ecuación la competencia desleal que ejercen aquellos empresarios que pagan la mano de obra por debajo del precio que establece el convenio colectivo.

“Hay gente que no hace las cosas bien y hay que controlarlo”, valora Juan, agricultor que cuenta con una cuadrilla de en torno a diez trabajadores subsaharianos para recoger las uvas de sus viñedos. El empresario asegura que “estoy acostumbrado a las inspecciones, he llegado a tener dos en un plazo de tres días”, al tiempo que subraya que este año la labor es más importante que nunca, pues “está muy difícil contratar gente para la vendimia”.

“No hay cuadrillas, la vendimia está generalizada y no hay; luego pones la televisión y te preguntas dónde están todos esos millones de parados”, ironiza.

“Están aquí para protegernos”

Cuando llega la inspección, los trabajadores hacen un alto en la tarea y uno a uno van entregando su documentación a los agentes, que comprueban que los papeles están en regla y confirman que trabajan bajo las condiciones marcadas por la normativa.

Uno de ellos es Bas. Dejó Senegal hace cuatro años para instalarse en España y, desde entonces, cada otoño se ausenta por unos días de su residencia en Bilbao para participar en la vendimia riojana. “Al principio me asustaban un poco las inspecciones, pero después entendí que los guardias están aquí para protegernos y que nadie se aproveche de nuestra necesidad”, explica.

Bas (con sudadera azul y capucha), durante la inspección.

Mientras los agentes comprueban que la documentación de los trabajadores está en orden, la inspectora de Trabajo hace lo propio con el agricultor a cargo de los vendimiadores, cuyas identidades se incorporan a una base de datos con la que la Administración trabaja para prevenir la actuación de las mafias, implicando a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (Guardia Civil y Policía Nacional), Inspección de Trabajo, Dirección General de Empleo del Gobierno de La Rioja y los servicios de Extranjería.

“La gran mayoría cumple”

“Nuestra labor consiste en comprobar que todos los trabajadores estén dados de alta en la Seguridad Social, cuenten con permiso de trabajo -en el caso de que sean extranjeros- y que las condiciones laborales sean las que marcan el Estatuto de los Trabajadores y el convenio colectivo (que fija los salarios y el alojamiento obligatorio), sin olvidar que se cumplen las medidas de Prevención de Riesgos Laborales, sobre todo ahora, en pandemia”, explica Rosario Cuartero, inspectora que acompaña a la Guardia Civil en las patrullas junto a una subinspectora de Empleo.

Cuartero subraya que “la regla general es que la inmensa mayoría de los empresarios agrícolas contratan convenientemente. No obstante, siempre hay algún caso de tráfico de mano de obra o de explotación de trabajadores, mayoritariamente extranjeros”. No es el caso de la primera cuadrilla inspeccionada, por lo que la expedición continúa su ruta sin levantar ningún acta.

“Las mafias nos hacen competencia desleal”

A poco más de un kilómetro de esa finca, los corquetes reposan en el interior de los cubos y el buen ambiente se abre paso entre bocado y bocado: es la hora del almuerzo. “Mal momento”, masculla José Francisco, viticultor que da la bienvenida a los agentes, más preocupado por cuándo podrán retomar la labor sus temporeros que por las posibles consecuencias de la inspección: “Cuando vas con la Ley por delante no hay nada que temer”.

Hace ya demasiado tiempo que los guardias e inspectores dejaron de ser vistos como los malos de la película. “Estos señores persiguen a agricultores que nos hacen competencia desleal porque les pagan lo que quieren a sus trabajadores”, recalca José Francisco, que cuenta desde hace 14 años con la misma cuadrilla de trabajadores: un grupo llegado desde Portugal, varios jóvenes de la vecina Navarra y algún madrileño persiguiendo un jornal para lamer las heridas del desempleo.

Juan Francisco (chaqueta azul y gorra) atiende a la inspectora Cuartero.

Los ‘patronos’ y la ley del silencio

La tónica del control es idéntica a la del anterior viñedo. En apenas 20 minutos los inspectores han verificado que todos los documentos se encuentran en regla -recordando los protocolos ‘anti-COVID’ para evitar disgustos sanitarios- y la Guardia Civil ha tomado los datos a cada temporero tras revisar sus documentos de identidad, al tiempo que se interesan por sus condiciones de trabajo.

Que haya respuestas a sus preguntas ya es, en sí, un buen síntoma. La ‘omertá’ es una de las señales de alerta ante posibles casos de trata. “Lo que más te marca es el silencio de los trabajadores al mando de los ‘patronos'”, explica Miguel Ángel Sáenz, en alusión a los cabecillas de organizaciones que ofrecen mano de obra barata para la vendimia.

“Cuando hablas con esos trabajadores siempre se niegan a denunciar que están siendo explotados. Tienen muchísimo miedo porque suelen ser personas que captan fuera de su país de origen, sin estudios y prácticamente analfabetos. Los tienen trabajando a cambio de un trozo de pan, el ‘patrono’ se hace rico a costa de darles unas migajas”, recalca el portavoz de la Guardia Civil.

Son, en definitiva, mafias que se aprovechan de la miseria ajena y cuyos precedentes en las vendimias anteriores permite bocetar un perfil de quienes cometen irregularidades con mayor asiduidad: “Lo que más hemos encontrado años atrás son ‘patronos’ de nacionalidad portuguesa que traen trabajadores de su país de origen. Son gente que prácticamente vive en la indigencia por problemas de alcohol y vienen engañadas; les prometen buenas condiciones de trabajo y luego les hacen trabajar mientras les cobran por todo: la comida, el agua, el tabaco…”.

Las OPA y su papel clave contra la trata

La inspectora Cuartero presume de tener “la oficina más bonita posible”: el campo riojano en todo su apogeo. “Nuestra labor sobre el terreno comienza en primavera con la espergura, continuamos con la campaña de la fruta en verano y acabamos con la vendimia en otoño”, explica.

Sus años de experiencia en el seguimiento de las campañas le han dejado huella, pues el factor humano siempre aflora cuando “ves casos tremendos de explotación laboral en condiciones muy duras; te enfrentas a verdaderos dramas que te afectan; te los llevas a casa contigo”.

Por fortuna, “ya prácticamente no nos encontramos con ese tipo de casos; son absolutamente excepcionales”. Y en ello han jugado un papel clave las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPA), pues “en su momento entendieron que tenían que implicarse para que, a partir de su ejemplo, los agricultores actúen conforme a la Ley en materia de contratación laboral, cosa que hacen cada vez más”.

Mañana volverá a amanecer una nueva jornada de vendimia en la que decenas de cuadrillas de trabajadores pondrán sus riñones al servicio de un jornal. Y para que el intercambio sea justo y digno, Guardia Civil, Policía e Inspección de Trabajo mantendrán bien abiertos los ojos.

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