El Rioja

La despensa de las garnachas viejas y en altura

Finca Vista Hermosa, en Rioja Oriental, cuenta con 90 hectáreas de esta variedad para abastecer a las grandes firmas de Rioja

Clara Herrero y David Inchaurraga, en Finca Vistahermosa | Foto: Leire Díez

Entre la Sierra La Hez y la N-232, una extensión de viñas, cereal y bosque inunda 400 hectáreas de terreno, todo ello bajo la gestión de una única familia. Cogiendo un desvío a la derecha en la LR-381 dirección Tudelilla una remesa de tractores con sus remolques cargados de una uva especial se aprecia a lo lejos, pero ni rastro de presencia humana. Solo cabinas y cestos apilados. Ya conforme se avanza por el camino comienzan a asomar las cabezas y a escucharse algunas voces. Una cuadrilla de unas treinta personas, riñón al suelo, corta racimos y llena barcas de 11 kilos que en pocas horas se cargarán en un camión frigorífico rumbo Samaniego, concretamente a Bodegas Baigorri.

Esta es una de las 16 bodegas que ha quedado prendada de las joyas vitícolas que nacen de entre los pedregales característicos de esta zona de Rioja Oriental. Y al igual que ella, otras firmas de Rioja como Roda, Marqués de Vargas, Palacios Remondo, Izadi o Navajas que buscan garnachas viejas y en altura. Y están en el lugar correcto porque esta explotación familiar que lleva por nombre Finca Vistahermosa es la mayor reserva de garnachas de cepas viejas de toda La Rioja, con unas 90 hectáreas de esta variedad de las 163 totales de viñedo. De ahí que sirva como despensa para bodegas de toda la Denominación.

Corrían finales de los 80 cuando por aquella época irrumpió en Rioja una tendencia de arrancar las cepas de garnacha que tradicionalmente no servían para nada. Lo que salvó a esta extensión de seguir el mismo camino fue el hecho de estar en manos del Estado después de su expropiación al grupo Rumasa. Todos los bienes de José María Ruiz-Mateos pasaron a manos públicas y fue así como se gestionó la finca durante poco más de una década, con una actuación mínima en campo, únicamente dedicada a la poda, la espergura, el deshojado y la vendimia, para la que traían a un centenar de personas para ventilarse la campaña en tres días. Y aquellas uvas con gran riqueza cualitativa salían a subasta, pero siempre se repartían entre entre dos grandes bodegas. “Media finca para una y media finca para otra”.

Hasta el 2003. En ese momento, el padre de Clara Herrero, actual directora de Finca Vistahermosa, decidió pujar por estos terrenos cuando salieron a concurso público y que ya conocía con anterioridad tras su etapa trabajando en Rumasa. Fue a partir de ahí cuando comenzó el verdadero despegue de una explotación que guardaba un tesoro todavía por explotar bajo una idea clara de producir calidad. Era dejar la garnacha vieja o arrancar y plantar tempranillo, pero José Ramón Herrero conocía de su potencial y así se lo hizo saber a su hija, que junto con Juan Antonio Blanco como técnico de campo revalorizaron el cultivo para hacerlo más productivo. Aunque los comienzos en el mercado también fueron complicados, con puertas cerradas a los monovarietales de garnacha porque antes solo se usaba para hacer rosados o mezclar con tempranillo.

Vendimia en Finca Vistahermosa | Foto: Leire Díez.

“Ya ahora es todo lo contrario. Tenemos cola para vender nuestra uva garnacha y es levantar el teléfono y vender todo sin problema. Pero hasta que hemos llegado a este status ha sido todo un proceso progresivo en el tiempo marcado sobre todo por el papel de los expertos vinifcadores, como Álvaro Palacios, que comenzaron a hacer monovarietales de garnacha elegantes, de trago largo, y descubrieron todo un mundo”, apunta David Inchaurraga, el responsable de Ventas y Enoturismo de Finca Vistahermosa, además de ser quien gestiona el coto de caza privado de la propiedad. De las 10.000 hectáreas de garnacha que había antes en Rioja apenas quedan unas 4.000, por lo que podría considerarse un producto de lujo al alcance de pocos.

Lo que hace tan deseada a esta zona, por la que discurren las corrientes del viento norte con la sierra a un lado y el río Ebro al otro, es que la madurez de los azúcares llega al mismo tiempo que la madurez de la piel porque va muy ligada, ya que es un entorno muy fresco, entre 550 y 700 metros de altitud, mientras que en otras zonas más bajas, lo que se debe hacer para llegar a esa madurez de piel es conseguir grados alcohólicos muy altos. “El cierzo que sopla a la altura que nos encontramos permite airear los racimos y evitar la infección fúngica, como puede ser en estas fechas la botrytis, que ya está dejando mucha uva tocada, sobre todo donde no hay confusión sexual”, añade. Pero en esta zona y en un radio de 3.000 o 4.000 hectáreas donde se incluyen viñedos de Valdemar o Casa La Rad y otras zonas de Alcanadre, ya se han implantado estas feromonas como un método efectivo para controlar la polilla del racimo.

Vendimia en Finca Vistahermosa | Foto: Leire Díez.

Junto con la altitud, la edad de estas cepas plantadas entre 1973 y 1974 y el tipo de suelos es lo que hace que las garnachas de Vistahermosa sean tan especiales. “Lo que caracteriza este entorno son suelos con cantos rodados en una primera capa de 15 o 20 centímetros provenientes de lo que en su tiempo fue un glaciar donde ahora está la sierra. Después le sigue un terreno muy arenoso sin casi arcilla y en la tercera capa, a partir de los 50 o 60 centímetros, solo hay arcilla que actúa como esponja que absorbe la humedad cuando nieva o llueve y luego durante el verano abastece a las cepas”, apunta el técnico de campo de la bodega, Juan Antonio.

Estas piedras, además, permiten que la luz del sol no caliente demasiado la tierra y no se evapore el agua que hay debajo, así como evitar grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche porque cuando descienden las temperaturas ese calor que guardan las rocas se va desprendiendo hacia la planta. Garnachas con estas particularidades solo hay aquí. “Y con estas dimensiones, porque la zona del Najerilla también es una histórica de garnachas pero con superficies muy limitadas, pequeñas parcelas cada una a una altitud diferente. Aquí en cambio ofrecemos un producto en cantidad y homogéneo, de una misma zona y viñedo, por eso grandes bodegas vienen hasta aquí”.

En lo más alto de la finca a unos 700 metros, el equipo ha arrancado las vides de tempranillo en espaldera para poner unos reinjertos y plantar garnacha este año. “Yo la opción de meter otras variedades, como maturana, mazuelo o graciano, que también tienen bastante demanda, pero ahí estaban Clara y Juan Antonio para valorar, como ingenieros, la viabilidad de estas variedades a esa altitud: “Puede ser rentable mirando el mercado, pero es difícil que esas uvas maduren a 700 metros. Así que es jugársela”.

Clara Herrero y David Inchaurraga, en Finca Vistahermosa | Foto: Leire Díez.

Además, tienen una hectárea catalogada ya como ‘Viñedo Singular’, de la que saldrá su Cuesta de la Estrella que ya reposa en bodega, “pero aquí podría haber mucha más superficie bajo esta categoría, casi que toda la garnacha que tenemos, según nos han dicho desde el Consejo Regulador por las características que presenta. Pero tampoco nos interesa porque nosotros no nos centramos en elaborar sino en producir uva para venderla”, indica Clara. “Alguno más tendremos seguro, lo que pasa que acabamos de empezar en esto de los Singulares y todavía tenemos que sacar este vino al mercado y ver su repercusión”, añade David.

Aunque se consideran “agricultores de alta calidad”, no querían perder la oportunidad de sacar al mercado vinos propios de su finca para revalorizar el producto base. Desde 2005, cuando dieron el salto a la elaboración, ya comercializan unas 10.000 botellas bajo la marca Conversa de tinto, blanco y rosado, aunque para estas fechas ya solo pueden vender el monovarietal de garnacha. “¡Nos hemos quedado sin cajas del resto!”, asegura. Pero más allá de vender el vino, su lucha ahora está en que Finca Vistahermosa aparezca en las etiquetas de las botellas de todas aquellas bodegas que echan mano de sus uvas.

“De poco sirve decir en qué municipio se encuentra la bodega si luego las uvas que elabora se reparten por toda la denominación. Al final lo que ve el público es la etiqueta y esta es una demanda de toda esta zona de Rioja Oriental, la que menor cantidad de bodegas tiene pero de la que salen muchos vinos que luego se comercializan bajo el sello de Rioja Alta o Rioja Alavesa. Es raro que un bodeguero de Rioja no nos conozca, pero es el público final quien todavía no sabe lo que realmente hay en cada zona, y eso es lo que queremos que suceda. Aunque realmente creo que es una batalla complicada de ganar a día de hoy porque hay tantas bodegas con tanto poder…”, reconoce David.

En ese sentido, también destaca la importancia de pagar la uva al precio que se merece. “Fue hace ocho o diez años cuando ya empezamos a seleccionar a los clientes y a pedir por nuestra uva lo que valía porque veíamos que la gente estaba dispuesto a pagarla, pero eso no sucedio desde el principio. Ya no hablo de la Borgoña, donde pagan el kilo de uva a ocho o nueve euros. Me vengo a Ribera del Duero, que es lo más cercano que tenemos a Rioja en distancia y calidad, y allí pagan la uva buena entre tres y cuatro euros, mientras que aquí quien vende a 1,5 euros es capitán general. Nosotros las garnachas las hemos llegado a vender a dos euros los años más caras, pero en 2020 las sacamos por 1,3. Todo depende también del tipo de vendimia que se realice. Para que se pueda llegar a luchar contra las bodegas y no sean ellas quienes marquen el precio, sino la oferta y la demanda del mercado, creo que se tiene que conocer mucho más la materia prima y su origen, y para eso debe haber un producto final que se pueda consumir, por eso apostamos por sacar nuestra propia marca de vino”.

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