El Rioja

Donde el temporero se siente como en casa

Alfaro: donde el temporero se siente como en casa

Ya hace calor y aún no son ni las diez de la mañana. Frente al paseo de La Florida, en las antiguas escuelas de Alfaro, se ve movimiento desde la acera. Las cristaleras de las antiguas clases intuyen movimiento, aunque las verjas están cerradas con candados. Desde dentro nos advierten que se puede acceder desde un lateral del edificio. En la puerta se comprueban ya las medidas para controlar el distanciamiento personal. Como si fuesen las marcas de una carretera en una vuelta ciclista, se marca la entrada y la salida. Desde ahí, líneas naranjas fosforitas separadas a metro y medio.

Los temporeros comenzarán a llegar a partir de las diez de la mañana. Mientras, una pareja va metiendo comida en bolsas. “Esto no es para los temporeros, es para las familias que lo necesitan en Alfaro”, comenta un hombre que está realizando paquetes con saquitos de arroz, legumbres, algo de verdura, galletas…

Crescencia García es la cara más visible de Cáritas en Alfaro. Todo el mundo que está allí -una docena de compañeros- requiere de su presencia continuamente. Son unas 38 personas las que acuden habitualmente a trabajar al dispositivo. Cada uno tiene ya su puesto: unos toman temperatura, otros los datos, unos se encargan de ofrecer los kit de aseo personal, otros de la comida…

Es el dispositivo de temporeros de Cáritas que estará abierto hasta finales de septiembre. El primer sábado pasaron por él más de cuarenta. Estos últimos días de agosto van siendo poco a poco menos. “Una vez que encuentran trabajo ya empiezan a dejar de venir”, explica Crescencia entre sus idas y venidas a solucionar las pequeñas contingencias que van surgierdo de par de mañana.

Mientras, un puñado de mujeres están haciendo bocadillos. Hoy toca tortilla de patata, que ya se están calentando en los microondas. “Por la mañana viene un matrimonio voluntario que prepara la comida. Hay que echar más o menos cuentas con los que han venido el día anterior, pero es difícil. Un sábado vinieron 43 y al día siguiente solo cinco porque ya estaban casi todos trabajando”, cuenta la responsable del dispositivo.

“Si alguien tiene fiebre hay que llamar al centro de Salud, pero este año aún no hemos tenido ningún caso”. Las medidas se han relajado un poco con respecto al 2020. “Estábamos aquí con los EPI porque daba mucho miedo. Ahora sabemos que manteniendo la distancia y estando al aire libre con mascarilla no tendría por qué haber problemas”, explica, al tiempo que detalla que a a los temporeros también les ofrecen mascarillas o ropa si la necesitan. “Todas las necesidades que puedan tener a su llegada”.

La mayoría de temporeros que llegan son los que aún no han encontrado empleo, aunque también algunos que llevan pocos días en la región. “No quiere decir que si han encontrado trabajo no vienen. Hay gente que llega a La Rioja sin nada y, aunque están trabajando, tardan unos días en cobrar. Por eso les damos unos días más comida. No les vamos a negar nada de lo que necesiten”, asegura.

Para Crescencia no es difícil encontrar voluntarios. “Se ofrece mucha gente. Creo que tenemos un grupo bastante numeroso y eso que en verano es un poco más complicado porque cada uno tiene sus quehaceres. Puedes decir que Alfaro es un pueblo muy generoso y muy caritativo. También se pueden decir muchas cosas más, pero es un pueblo acogedor”. Hombres y mujeres que ofrecen su tiempo libre para ayudar a los demás.

Así se demuestra cuando empiezan a llegar los primeros temporeros. El cariño con el que se les trata pone los pelos de punta. El primero en llegar es Ayham. Lleva más de diez años viviendo en España. Era camarero en Ibiza, pero el COVID-19 hizo que perdiese su empleo y que desde el verano pasado haya ido dando tumbos por diferentes trabajos. Decidió empezar a trabajar en las campañas de fruta. Viene de Lérida aunque le costó llegar hasta Alfaro. “Me contaron que ahora tocaba ir a Logroño, pero llegué allí y me dijeron que era muy pronto, que hasta septiembre allí no había trabajo. Entonces me mandaron a Alfaro”. Llegó en autobús el día anterior.

Su familia está en Marruecos. “Un hermano está trabajando en Ibiza y otro en Francia. El resto de la familia sigue en Marruecos y hace años que no los veo”, dice emocionado. Ha dormido en el albergue, pero sabe que es difícil encontrar trabajo cuando uno va solo. “Los agricultores quieren cuadrillas y, si vas sólo, es mucho más difícil encontrar trabajo”.

Lo intentó el día anterior. Lo ha intentado esta mañana. Ha sido imposible. “Acabo de hablar con un amigo que está en Pamplona viviendo. Me deja estar en su casa hasta que allí encuentre algún trabajo. Dice que empieza a haber movimiento en la construcción y voy a intentarlo”, reconoce. Mientras, come los alimentos que le han dado en el dispositivo de Cáritas para no tener que hacer más gasto en la casa de su amigo.

Le ofrecen entonces el kit de aseo personal. “Tengo de todo y no puedo ir con demasiado peso en la mochila. Si no te importa, dame sólo un tubo de pasta de dientes, que el que tengo está un poco justo. No quiero tirar el resto”, repite una y otra vez. La imposibilidad de deshacer los paquetes por motivos sanitarios hacen que Ayham coja uno entero, saque la pasta de dientes, se la meta en su mochila y le dé el resto al chico que está también en el dispositivo.

El joven que va detrás también busca trabajo en el campo, aunque él ha trabajado durante años en un matadero. “¿Sabes si hay algún matadero en la zona donde busquen gente?”. Los voluntarios lo mandan entonces al albergue. Allí le pueden informar sobre estas cosas. Y así van pasando uno a uno. Los que lleguen. Sin decir que no a nadie.

Un operativo que intenta cubrir las necesidades básicas de esos hombres cuyas manos recogen el fruto de los campos riojanos. El año pasado, en condiciones muy diferentes a las de años anteriores, con regiones cerradas y miedo a la movilidad, fueron 289 personas las que pasaron por sus diferentes dispositivos. En años normales son muchas más. Ahora, la fruta. Más adelante, la vendimia. Dispositivos que dan la bienvenida a todos esos hombres que tienen poco o nada.

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