La Rioja

Entre la resignación, la responsabilidad y la normalidad en Calahorra

La normalidad en Calahorra era este miércoles menos normal que otros días. El día a día de la ciudad se entremezclaba con pinceladas de colores que a algunos les sonaba a fiesta. No hay fiestas. Así lo decidió el consistorio desde el mes de junio, pero las redes sociales se han inundado desde bien temprano con recuerdos de otros años. La necesidad de mostrar los sentimientos de añoranza ha sido evidente: blusones, pañuelos, recuerdos de calles atestadas de gente… algo impensable en la época en la que vivimos.

Mientras, en la vida real, la que está lejos de las redes sociales: normalidad absoluta. A las doce del mediodía, dos operarios del parque de obras segaban el césped de la rotonda frente al ayuntamiento y otros dos del servicio de limpieza pasaban la escoba por una rotonda que debería estar llena hasta la bandera en circunstancias normales. La policía local iba echando un ojo a lo que se cocía por el municipio.

“Madre mía qué calor. Hubiese sido un día perfecto de chupinazo, pero habrá que esperar”, ha comentado uno de los trabajadores del consistorio. Javier, el encargado de tenerlo todo preparado para el lanzamiento del cohete, no podía evitar echar la mirada hacia atrás.

“Ahora estaría ya de los nervios”, ha reconocido a las doce menos cinco minutos. Y a las doce en punto, un cohete ha surcado el cielo. No era en el centro de la ciudad. Ni siquiera en una de las calles más cercanas. Sonaba lejos. Uun simple guiño a todos los calagurritanos que a esa hora miraban el reloj desde sus puestos de trabajo, desde sus casas, desde una playa…

Y las calles, que hubiesen tenido que estar vestidas de blanco, acogían menos gente incluso que el año pasado cuando también se suspendieron las fiestas. Algunos hacían recados y otros se tomaban un vermú. Incluso algunos habían quedado para almorzar, pero poco más. La rabia de 2020 por no poder celebrar los festejos se tornaba en este 2021 en resignación, que se convertía en la palabra del día unida a la responsabilidad.

“Sólo hay que esperar un poquito más”. Muchos sucumbieron a hacer algún plan alternativo. “Algunos están en lugares al aire libre donde el riesgo es bastante menor”, han comentado los pocos curiosos que se han acercado hasta la glorieta de Quintiliano a ver cómo la normalidad reinaba en el epicentro de la ciudad.

Alguna cuadrilla de jóvenes, menos de las que se podía esperar, salía de los supermercados cercanos. “Recordad que está prohibido beber en la calle”, les ha advertido un agente de la Policía Local. “No se preocupe”, han contestado ellos, cargados con bolsas en las que se intuía mucha cocacola y algún cartón de vino.

“Seguro que a alguno se le va la mano”, ha dicho entonces una madre resignada. Serán los menos. El resto seguirán esperando, que se conjuga en gerundio, pero que cada vez está más cerca. Pequeñas pinceladas de un día distinto en una ciudad que ya espera a que llegue marzo. O agosto del año próximo. O simplemente ese momento en el que juntarse no sea un peligro para la salud pública.

Mientras, muy cerca, en la calle Basconia, el dispositivo del Servicio Riojano de Salud (SERIS) estaba preparado para la vacunación. Muchos chavales pasarán esta tarde a por la segunda dosis de su vacuna. Estampas tan distintas y, a la vez, tan similares con la responsabilidad como bandera. Los calagurritanos, entre tanto, siguen descontando los días. “Que pasen rápido estos siete, que al final se hace duro no poder celebrar”. Pues eso. Que llegue pronto el 1 de septiembre.

Subir