Toros

Ponce la firmó y Urdiales… ¡la toreó! Puerta grande para el arnedano en Burgos

FOTO: Plaza de Toros de Burgos. (Twitter)

Pasaban las mismas horas de la última actuación de Ponce el pasado domingo en León que las que restaban para que el diestro de Chiva volviera a vestirse el traje de luces en Burgos, cuando anunció su retirada por tiempo indefinido de los ruedos. Decisión tan sorprendente como agradecido y escueto el comunicado de despedida. Se va un maestro venido a menos en estos últimos tiempos, como todos los que dicen adiós, pero un maestro único. 30 temporadas de alternativa, 30. Todas ellas en figura. Registros al alcance de muy pocos. De momento, solo de Ponce. Respeto y admiración.

Un puñado de tardes firmadas por delante para hacer bueno aquello de ‘unos las firman y otros las torean’. Y hete ahí que Diego Urdiales llevó el dicho a su máxima expresión; literal y artística.

Es cierto que a la corrida de ‘Torrealta’ le ha faltado chispa. Voltaje que diría aquel. Como si los terciados toros de Borja de Prado, expresidente de Endesa, supieran lo cara que está la luz a la hora del festejo. Solo la vuelta del pitón, que se adivinaba sin ser tal, dio algo de presencia al encierro. Seis toros de Torrealta justos de presentación y de poca transmisión, excepto cuarto y sexto que fueron los mejores.

Urdiales, que este lunes debutaba en Burgos, ha demostrado tener el toreo en la cabeza; sabe la lidia que necesita cada toro y, lo que es más importante, saber darla.

Poco o nada bueno auguró la salida del primero, cuando no se alejaba del capote del riojano en el saludo y perdió las manos en un par de ocasiones. Urdiales optó entonces por ganarse la confianza de su enemigo: series cortas y a media altura a las que luego fue alternando muletazos de mando y buen trazo. El temple y la suavidad pulseaba cada lance para llevarlo lo más lejos posible. La muleta siempre puesta para enganchar el siguiente. Y así, Urdiales se inventó una faena casi de la nada. El final arrebatado alternó molinetes y pases de castigo rodilla en tierra. Como siempre, sin estridencias. La estocada efectista arrancó el primer trofeo.

FOTO: Plaza de Toros de Burgos. (Twitter)

El colorado cuarto no auguraba nada positivo hasta que ‘El Víctor’ lo llevó muy largo y templado al colocarlo en banderillas. Pareció como lesionarse de una mano, pero, poco a poco, se fue viniendo arriba gracias a una castita y una bravura aún inadvertida. Eso y que Urdiales volvió a entenderlo a la perfección, para dejar ir y venir a su aire al bueno de ‘Torrealta’ en los primeros compases de la faena. Y ya, rendido y confiado, volvió a brotar el toreo. Misma receta: temple, suavidad, gusto, ligazón y mando. Una oda al toreo natural. Torería antigua. Un susto al final dejó entrever la importancia de la obra del riojano. Una gran estocada y un triunfo incontestable. Nunca Ponce hubiera estado mejor sustituido.

Al contrario que Urdiales, Emilio de Justo y Roca Rey optaron por atacar y someter a sus enemigos desde el principio de cada faena. No se trataba de aquello. Además, también quitaron de capa a sus toros. Demasiado tute.

Despegado y dejándose tropezar la muleta en series muy cortas, Emilio de Justo ofreció en su primero una mala versión de su concepto. Más aseado y firme estuvo en el quinto, al que cortó una oreja.

Roca Rey aguantó los parones propios de un toro sin motor en el tercero. Mejor los primeros lances de cada serie, pues luego, su corvada postura servía para ocupar el hueco que había entre toro y torero.

Cerró plaza un toreo que se empleó, humilló y llegó con recorrido a la muleta del peruano. Roca Rey lo aprovechó, pero, como suele, alternó el toreo fundamental con el efectista y el público hasta se lo premió con dos trofeos.

Lo dicho: Urdiales no la firmó, pero la toreó; ¡vaya si la toreó!

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