No terminan de salir las cosas bien para Diego Urdiales en Nimes. Y es una pena. Porque ese coliseo romano es el marco perfecto para el concepto clásico del riojano. Los dos toros de Fuente Ymbro que le tocaron en suerte este domingo al de Arnedo truncaron cualquier atisbo de lucimiento en el ovalado ruedo galo.
Tocado arriba de pintones, alto y a punto de cumplir seis años, el primero del lote de Urdiales fue un dechado de defectos. Escarbó, repuso y nunca terminó de salirse de los vuelos de la muleta del riojano. Para colmo, terminó punteando el engaño arriba en la última parte de la faena.
Firme Urdiales, consiguió robarle un muletazo largo y templado y hete aquí que el toro viejo se sintió podido y al siguiente lance se quiso vencer en los vuelos del de Arnedo. Hasta terminó desarrollando sentido. Siempre bien colocado, el otro mérito del riojano fue el de no agravar ninguno de los tantos defectos y mostrar todos ellos. Pudo gustarse Urdiales en un inicio por bajo, torero como acostumbra, pero ‘Vivero’ pronto supo de qué iba aquella fiesta.
Más hondo y agradable de cara fue ‘Rebueno’, pero con la misma falta de entrega que su hermano. Echó la cara arriba cuando Urdiales quitó a la verónica y humilló en un segundo encuentro en el caballo. Y para de contar. Flaco favor le hizo al riojano Juan Leal al quitar por ‘saltilleras’. Sin codicia y parado, Urdiales consiguió muletazos sueltos a base de temple, paciencia y buena colocación.
Tres avisos escuchó (aunque solo sonaran dos) ‘Finito de Córdoba en su primero. Sin fe alguna, nunca apostó ‘Finito’ por el toro. Nunca citó en el sitio y menos aún de frente. El de ‘Fuente Ymbro’ se atemperó y terminó regalando un buen puñado de embestidas. En esas que Juan Serrano se pasó de faena y luego no pudo acabar con la vida de ‘Soplón’. La veteranía aquí no fue un grado.
‘Zaladardo’ fue una pintura; bajo, estrecho de sienes, reunido de pitones y corto de manos. Noble, duradero y de embestida pastueña. Con él, ‘Finito’ se gustó lo indecible y toreó a placer. Sin toques y solo con los vuelos, hilvanó series largas, ligadas y templadas. Mucho gusto, demasiado, pero apenas emoción. Carteles de toros, decían, pero sin transmisión alguna. Se atascó con el descabello y todo quedó en una vuelta al ruedo.
El francés Juan Leal se llevó la tarde… en número de trofeos. Sigue siendo tan valiente como en temporadas pasadas, y su toreo, tan zafio y vulgar como siempre. Necesita de rodillazos, pases cambiados, circulares o arrimones que vienen a decir más bien poco. Parece como si fuera el último exponente de una tauromaquia que el duende y el gusto de Pablo Aguado, Juan Ortega o Diego Urdiales hubieran venido a desterrar. Sus muletazos siempre son rectilíneos y muchas veces tropezados. Mató de dos estocadas demasiado bajas. Pero debió de gustar a sus compatriotas.
Coliseo Romano de Nîmes (Francia). Segunda de feria. Lleno dentro del aforo permitido. Toros de Fuente Ymbro, desiguales de presentación y juego: primero, tercero y sexto, nobles; segundo y quinto, deslucidos y complicados; de gran calidad el cuarto.
– Finito de Córdoba: pitos tras tres avisos y vuelta al ruedo tras aviso.
– Diego Urdiales: ovación tras aviso y leves palmas.
– Juan Leal: oreja con fuerte petición de la segunda y dos orejas.
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