Toros

El toreo de Urdiales se hace poesía

Diego Urdiales ha bordado el toreo hoy en Madrid. De principio a fin. Con el percal y la franela. También con la espada. De rioja y azabache, la dimensión que Urdiales ha proyectado esta tarde desde Vistalegre ha sido de máxima figura. Como si de homenajear a Brines se tratara, Urdiales ha hecho poesía con su toreo. Ni un verso suelto. Todo hilado con suavidad, temple, mando, poder, dulzura y torería. De rima clásica. Siempre en torero. Un soneto gozoso.

Endecasílabo fue el saludo capotero a su primero. Once verónicas ganando terreno siempre, jugando los brazos con gracia. La suerte cargada y el mentón hundido en el pecho. Ritmo y soltura. Temple y gusto. Cadencia y compás. Crujida la media en los medios. Estruendo de torería. Antología del toreo de capa.

‘Jubilado’, algo montado, remató de salida arriba en los burladeros y tampoco se empleó en el peto de Manuel Burgos. Quite del riojano por verónicas. Una copla fue este; más sentido si cabe que ese saludo que no dejaba de resonar. Los vuelos adelante y el corazón en las muñecas. Apretó en banderillas y Urdiales lo sometió por bajo en un inicio de faena tan mandón como poderoso. De arrancada violenta, el de Victoriano del Río llegaba al embroque con una fuerza descomunal, saliendo del muletazo con no menos brusquedad. La enjundia calmosa del torero pudo con tanta agresividad. El toro, una vez se supo podido, se rindió rajándose. Estocada en la suerte contraria. Saludos tras aviso.

Dos veces entró al caballo el que hizo cuarto. Hasta el momento, la corrida violenta y encastada así lo aconsejaba. Pronto se lo sacó Urdiales a los medios. Y allí empezó a brotar el toreo. Ora con la franela. La planta asentada, los riñones hundidos y la figura encajada. Y todo ello templado. Con gusto y con poder. Las dos primeras tandas por el derecho. Como la tercera, pero citando ahora de lejos. Siempre bien colocado. Otra poesía. Pegajoso y sin clase por el izquierdo, los recursos de Uridales, todos ellos toreros, impidieron que la obra bajara de intensidad.

Vuelta a la mano diestra en el epílogo y hete aquí que Urdiales paró el tiempo con su muleta. Qué temple; qué hondura; qué trazo. ¡Qué sabor! ¡Qué manera de torear en redondo! Anduvo al toro como los toreros de antes para cerrarlo en el tercio. Todo era de arte mayor. Y otra estocada. Oreja de ley. Ni rastro de la tibia quebrada. ¡Qué torero!

Urdiales acababa de deletrear el toreo y aquello marcó la tarde. A partir de ahí, la clase y la casta que estaba marcando la corrida de Victoriano del Río cayó en desuso y todo a partir de entonces se tornó de rima asonante.

El valor estoico y sin medida de Roca Rey marcó la faena al tercero. Siempre firme. Siempre valeroso. Pasándose al único cuatreño muy cerca; también por la espalda. Valor y más valor, que no es poco.

Manzanares lució su toreo poderoso y de enorme gusto en su primero, en una faena salpicada por varias coladas del toro que impidieron que la obra cogiera vuelo. Siempre a más este de Victoriano del Río. Encastado y con movilidad. Un muy buen toro.

Dejaron como quinto y sexto los de nombres memorables, ‘Soleares’ y Dalia, pero para entonces, la tarde tenía un nombre, el de Diego Urdiales.

Destacó José Chacón con las banderillas en el sexto y el tercero de Urdiales, Juan Carlos Tirado, le hizo un quite milagroso a Francisco Durán ‘Viruta’ durante la lidia del tercer toro. Otro riojano, ‘El Víctor’, también se lució pareando al cuarto.

Plaza de toros de Palacio de Vistalegre (Madrid). Casi lleno de entrada dentro del aforo permitido. Novena corrida de feria. Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (3º), bien presentados, aunque desiguales de hechuras.

Encastados en conjunto. Destacó la bravura del segundo. Rajado, el primero. El tercero, descompuesto. Noble por el derecho el cuarto. Sin fuerzas el quinto. El sexto, deslucido.

– DIEGO URDIALES, ovación tras aviso y oreja con petición de la segunda.
– JOSÉ MARÍA MANZANARES, ovación tras aviso y ovación.
– ROCA REY, ovación tras aviso y ovación tras aviso.

Subir