El Rioja

De la cepa a la copa: las añadas de Rioja embotelladas con sus mejores galas

Una simple puntuación puede determinar el recorrido que acompañe a un vino desde sus primeros pasos. Haber nacido en una añada u otra definirá su futuro y, por supuesto, su acogida entre el público. Así, hay campañas históricas en Rioja conocidas tanto para bien como para mal pero que han marcado el devenir de los mejores vinos que agradecen el paso de los años.

Y es que un vino de la añada de 1964 sigue abriéndose hueco en las mejores mesas como si de una alfombra roja se tratase. Una cosecha, renombrada como ‘Excelente’, donde todavía no había límites en cuanto a los rendimientos por hectárea y en la que casi se suplicaron los kilos de cosechas anteriores, provocando un descenso en los precios. La sequía acompañó a aquel año en el que las plagas y enfermedades no se hicieron notar apenas y que permitieron embotellar unos vinos de gran calidad y con capacidad de larga guarda.

Unos factores climatológicos que se repetirían tres décadas después, en 1994, dejando a la vista la última de las grandes cosechas del siglo pasado, ‘Excelente’ también. Escasas precipitaciones, más calor durante el invierno y baja incidencia de plagas, pero con una fuerte helada en primavera que rebajó los niveles de producción. Aquella cosecha concluyó antes de lo habitual y los parámetros que guardaron sus uvas hicieron de esta una añada exitosa ideal para disfrutar años después.

Tan solo trece cosechas más han recibido el máximo distintivo desde 1925, fecha de fundación de la Denominación y desde la que existen registros. Las últimas seis, dentro de los límites del presente siglo. La de 2019 ha sido la última añada en llevarse este reconocimiento con sus 267,27 millones de litros de vino calificado. ‘La cosecha’, según la denominaron.

Una campaña marcada por “un buen trabajo en el viñedo y una excelente situación sanitaria y vegetativa del mismo, así como por unos racimos sueltos, bien aireados y acompañados del moderado vigor de las plantas que derivó en la extraordinaria maduración en el tanino y en unos vinos redondos, con mucha carga polifenólica en boca, gran estructura y potencia”, tal como señala el director técnico del Órgano de Control del Consejo Regulador de la DOCa Rioja, Pablo Franco.

En su opinión, para que una cosecha adquiera la calificación de ‘Excelente’ ha de experimentar un equilibrio entre la maduración fenólica y la alcohólica, así como una complejidad y la gran definición aromática. “Algo que no se apreció en la añada de 2020, una ‘Muy Buena‘, pero sin esa estructura en boca con tanto peso, dado que las uvas vinieron con mayor tamaño y no facilitaron esa concentración necesaria”, destaca.

Aunque su recorrido en la casa del Rioja se remonta tan solo cinco años atrás, Franco no peca de mala memoria y apunta a los años 80 como la fecha cuando se comenzó con la identificación de la cosecha en los vinos: “A partir de ahí se comenzaron a definir las añadas”. Y él alude a las del 2001, 2004, 2005, 2010 y 2011 como las añadas que más le gustaron por esa máxima expresión de la calidad que alcanzaron, “algo que no se repite de manera habitual”.

A lo largo de los casi cien años de historia que tienen estas calificaciones son cinco los términos que se han ido repartiendo campaña tras campaña para determinar el grado de calidad. En concreto, nueve añadas con la identificación de ‘Mediana’, 18 con una puntuación ‘Normal’, 27 consideradas como ‘Buenas’, otras 27 añadas con un punto más y registrándose como ‘Muy buenas’ y, finalmente, solo un total de 15 con un puesto en la categoría de ‘Excelentes’. El promedio sale positivo para la Denominación.

Unas notas que son el resultado de un minucioso análisis sensorial detrás del cual se cuelan cerca de 5.000 vinos. “Todos los que salen al mercado cada año con sello Rioja son catados y evaluados para catalogarlos con una etiqueta u otra porque desde la Denominación siempre se ha tenido muy claro la importancia de valorar en conjunto. Además, no solo ponemos el foco en ese momento de la cata, sino que el vino resultante es la expresión de lo que ha sido todo el ciclo vegetativo completo”, incide el director técnico.

Una nota final que se extrae a través de una formula y algoritmos determinados donde entran en juego más de 24.000 opiniones, “de ahí que sea fundamental tener una opinión de todos los vinos elaborados para conseguir una valoración transparente y honesta en el sector, tanto organolépticamente como físicoquímicamente. Ese es el gran valor en Rioja”.

Pero esa calificación entre ese rango de cinco calificaciones es solo un nombre, “lo que se pretende es ofrecer unos descriptores de cada añada para posicionar a esta en un escalón u otro, profundizando en el ciclo productivo, el estado sanitario o las incidencias meteorológicas que marcarán el resultado final”. Unos datos más amplios que solo se incluyen desde la añada 1992 en adelante. Aunque cabe recordar que una añada ‘Muy buena’ puede tener vinos con una categoría superior, donde entran en juego los vinos de Viñedo Singular, los cuales han de contar con la calificación de ‘Excelente’ para poder comercializarse.

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