Agricultura

La huerta despierta en Viveros Vivaria: “Las nuevas tendencias revitalizan el sector”

Rosa Gutiérrez y Julio Sáenz junto a su hijo Bruno

La época dorada de las huertas de Varea, allá por el siglo pasado, queda para el recuerdo de quienes un día vieron todo ese terreno lleno de tomateras, acelgas o pimientos. “Poco queda de aquello”. Apenas unas empresas que han instalado metros y metros de invernaderos y que ahora abastecen a particulares y comerciantes. Ahora, con la primavera floreciendo, la huerta riojana despierta para afrontar una ajetreada temporada.

De tradición agrícola familiar y “de Varea de toda la vida”, los Sáenz-Gutiérrez alcanzan ya un cuarto de siglo al frente del cultivo hortícola, la ornamentación y los frutales. “Todo lo que imagines lo tenemos aquí, en nuestros invernaderos”. Más de trescientas referencias de plantas llegan a ocupar a lo largo de todo el año las tres hectáreas de invernaderos que Viveros Vivaria ha levantando con el paso de los años en la carretera que deja atrás el barrio logroñés.

Detrás de esta empresa familiar se hallan Julio Sáenz y Rosa Gutiérrez, fundadores de los viveros, pero con el respaldo de sus hijos Bruno y Marta desde hace ya varios años. “Ahora comienza el mejor momento del año, y este año viene algo adelantada la temporada, porque es cuando más plantas se compran de cara a la primavera y el verano”, resalta el primogénito, puntualizando que las plantas hortícolas, ornamentales y frutales son las reinas de la casa.

En concreto, las tomateras o plantas de pimienta son de las más demandadas en una época en la que toca coger la azada y preparar el huerto. Y Bruno se pierde numerando el amplio abanico de variedades que lucen en estas naves. Tomate de pera, tomate Jack, de Rosa de Barbastro, pimiento italianos, del piquillo o del padrón, lechuga de roble, larga, maravilla o rizada son algunas de las plantas que más se comercializan. Mejor acercarse a este paraíso hortícola y elegir por uno mismo.

“Estamos notando muchísimo las consecuencias de los primeros meses de la pandemia, cuando se paralizó todo en el momento clave para este sector. Ante la incertidumbre por los meses venideros, los productores redujeron la salida de plantas y ahora nos llegan muchas menos, con lo que no podemos hacer frente a la alta demanda de la gente, sobre todo de plantas de temporada. Esta situación, además, parece haber despertado cierto interés entre la sociedad por tener su propio huerto en una parcela abandonada de la familia o de decorar de verde sus hogares. Cada vez viene más gente”, señala Bruno.

Juan Carlos, trabajador de Viveros Vivaria, repica un semillero de planta de tomate.

La familia reconoce que, a pesar de todo y ante las pérdidas registradas en ventas (“de hasta un 60 por ciento”) durante el pasado año, “esta pandemia está provocando cambios de tendencias que revitalizan el sector y casi podríamos decir que la pandemia ha multiplicado por dos las ventas porque llegamos a recuperar pronto el nivel previo a la crisis”. Así que buenas sensaciones para esta nueva campaña. En Viveros Vivaria la mayor parte del producto se siembra y germina en el propio invernadero: “Solo compramos esquejes o bulbos para enmacetar y comercializar directamente, pero la gran mayoría de nuestras plantas nacen aquí”.

Unos invernaderos que poco tienen que ver con las tres naves con las que comenzaron sus padres. Ahora el sistema de control de riego, humedad, temperatura y aire está totalmente monitorizado por sensores que de forma automática deciden si abrir o cerrar las ventanas o cubrir o no las plantas con la pantalla, en función de la radiación.

Una veintena de trabajadores acuden a diario a estas instalaciones de Varea por donde, en temporada alta, “discurren diariamente más de 300 personas”. La tienda es un completo frenesí estos días, donde Corina y Marga, entre otras, dan salida a un producto que mayormente traspasa las fronteras riojanas, aunque no nacionales. País Vasco o León son algunos de los destinos mayoritarios, mientras que en La Rioja, las plantas de Vivaria suelen aterrizar en las zonas más occidentales, como Leiva. “No producimos a nivel industrial o para agricultores profesionales como sí ocurre en Calahorra, por ejemplo”, apunta Julio.

Corina y Marga despachan en la tienda de Viveros Vivaria.

Una comercialización que también dista mucho de los viajes a Vitoria con un pequeño camión para dar a conocer ese manjar de la huerta de Varea que realizaban en sus comienzos, rememora Julio. “Yo recuerdo ver todo este terreno como si de un jardín se tratara; todo verde. Pero hace ya varias décadas que se notaba cómo el sector comenzaba a tambalearse. Nosotros llegamos a sobrevivir porque nos saltábamos el eslabón de los mayoristas e íbamos en busca de los clientes. Siempre hemos sido productores y comercializadores”.

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