La Rioja

Y de repente… los colegios se cerraron: “Entonces no sabíamos lo que sabemos ahora”

Y de repente… los colegios se cerraron: “Entonces no sabíamos lo que sabemos ahora”

“Terminábamos de estudiar el brote de Haro y la situación era realmente alarmante. Los datos crecían de una forma brutal. Recuerdo una conversación con el consejero de Educación, Luis Cacho, en la que, mirándome fijamente, me dijo: ‘La prudencia es buena, cuidemos a los pequeños’. Entonces no sabíamos lo que sabemos ahora. Lo hablamos con la presidenta Concha Andreu y la decisión fue muy dura. Luego, a los días, el resto del país hizo lo mismo”. Éste es el recuerdo de la consejera de Salud, Sara Alba, de aquel 10 de marzo en el que los colegios se cerraron a cal y canto. Pupitres vacíos, pasillos silenciosos y los niños en casa durante más tiempo del que todos pensaban en un principio.

Guillermo Martínez estaba dando clase a Segundo de ESO cuando le llegaron las primeras noticias. “Los chavales estaban haciendo un trabajo y vi un correo de dirección que nos advertía que era muy probable que se tomase esa decisión. Recuerdo que se lo comenté a los alumnos. No te puedes imaginar los saltos, los abrazos, las risas de los chavales… la que se lió. Este año volví a hablar con esa clase y les pregunté: ‘Si supieseis lo que luego pasó ¿habríais reaccionado igual?’. Su respuesta fue un no tajante”, cuenta Guillermo, quien recuerda esos primeros días llenos de dudas. “Yo que soy un obseso del trabajo, esa misma tarde me puse a preparar cosas para los chavales para esos días”, recuerda.

Eduardo Morales es profesor en el colegio de Tudelilla. Ellos se enteraron de la noticia unas horas antes de que terminasen las clases. “No sabíamos para cuánto tiempo era. En principio, se nos dijo que era para unos días y había alumnos que no se habían llevado ni los libros a casa. Los primeros días, los profesores fuimos a trabajar pero enseguida se nos dijo que nosotros tampoco podíamos ir. El principal problema es que todos los alumnos no contaban con medios para seguir las clases online e hicimos grupos de WhatsApp los profesores con los padres para ir coordinando todo”, cuenta.

Marta Arellano es madre de una niña de diez años y un chico de 14. Se enteró de que cerraban los colegios porque pertenece a la AMPA de su colegio. “Había que plantearse algo para conciliar. En mi caso, los dos éramos esenciales y tuve que pedir trabajar la mitad de la jornada desde casa. Pensábamos que era para unos días, pero luego llegó el Estado de Alarma, el confinamiento general de todos… la verdad es que fue una auténtica locura. En mi caso, no me atrevía a que los abuelos viniesen a casa y fue mi vecina la que estaba un poco pendiente de los chavales cuando yo me iba a trabajar. Creo que esa es una de las buenas cosas que hemos sacado de la pandemia: la relación con los vecinos”, asegura.

José Luis Delgado es padre de Jimena. Recuerda ese día como si fuese ayer. “En cuestión de minutos tuvimos que organizar lo que aún no sabíamos que iban a ser los próximos meses. Mi mujer trabaja en el Hospital de Calahorra, así que su trabajo era esencial y presencial. Fui yo el que tuve que pedir teletrabajo y tuve la gran suerte de que en mi empresa no pusieron ninguna pega. No sólo para esos días sino durante muchos meses”, cuenta.

Ambos padres reconocen que el reto como familia fue impresionante. “Había que compaginar trabajos y cuidados de los niños. Nos convertimos de un día para otro en profesores, en cuidadores y a la vez en trabajadores… el esfuerzo mental fue muy importante”, cuenta Jose Luis. Además, reconocen el gran comportamiento de los más pequeños. “Fueron los primeros a los que se les quitaron sus derechos y los que mejor lo han hecho, los que mejor lo han asumido y los que mejor lo siguen haciendo”, continúa.

El trabajo de los profesores también ha sido arduo. “Recuerdo que en Semana Santa pedimos un salvoconducto para poder ir al colegio. Veíamos que ya no íbamos a volver hasta el curso siguiente y decidimos hacer fotocopias de todo lo que pudimos en unos días: trabajos, fichas para los pequeños… y en algunos casos los repartimos casa por casa”, cuenta Eduardo.

Porque todo fue complicado educativamente esos meses. “La pandemia nos ha enseñado que podemos tener muchas aplicaciones y muchas plataformas, pero que la educación debe ser presencial. Además, los chavales le han dado el valor que tiene al colegio. Ellos ahora ven la suerte que tienen de poder ir, de poder relacionarse con sus compañeros”, comenta Guillermo.

La duda es si esos meses habrán pasado factura en los jóvenes. Los dos profesores están de acuerdo en que sí. “Se ha notado más en los más pequeñitos”, dice Eduardo. En su colegio solo hay Primaria y es en Infantil donde más se nota que los niños no están teniendo una vida habitual. “Hay muchas cosas que se aprenden socializando y ahora es mucho más complicado. Estos días con el cierre de La Rioja los niños sólo han podido estar con niños de su edad en el colegio y eso se nota”.

Guillermo da clases a preadolescentes. “Normalmente en Tercero de ESO llegan los primeros problemas de adolescencia porque es en ese verano cuando empiezan a cambiar las cosas para ellos. Este año no se ha dado esa problemática porque a los chavales les han ‘robado’ ese verano. Me dan pena. Están perdiendo una parte muy importante de sus vidas y además en muchos casos se les está criminalizándolos cuando incumplen o cumplen lo mismo que los demás, aunque a ellos se les nota más por la edad que tienen”, dice.

La realidad es que ha sido un año diferente en los colegios e institutos. Del bullicio de la primera noticia del cierre de los coles se pasó al silencio absoluto, las clases online y la falta de contacto humano. Después la comunidad educativa ha demostrado que los colegios son seguros, de que allí las cosas se hacen bien y de que el virus prácticamente es inexistente en los colegios.

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