Educación

Colegios e institutos, la válvula de escape de los jóvenes durante la pandemia

Fue duro, muy duro. De la noche a la mañana tuvimos que cambiar radicalmente nuestra vida, sin saber hasta cuándo ni cuánto nos iba a hacer sufrir. La pandemia ha afectado a todos los sectores de la sociedad y el porvenir académico de los hombres y mujeres del futuro se ha tambaleado.

“Llegó de manera inesperado y tuvimos que aclimatarnos todos, docentes y estudiantes”, señala Inma Corral, profesora de Secundaria del instituto Duques de Nájera de Logroño. Y, pese a lo que pudiera parecer, “la adaptación ha sido bastante exitosa en cuanto a nivel escolar. Empezamos el curso con normas muy distintas, severas, tanto de acceso como de organización y comportamiento, pero la mayor parte de los alumnos han respondido muy bien”.

Medidas que, según explica, han resultado tan positivas que seguramente hayan llegado para quedarse. “La inquietud de hacia dónde iba a evolucionar esto, cuánto tiempo iba a durar, si volvería a pasar… cambió por completo la manera de trabajar, pero, afortunadamente, hoy en día se está haciendo al mismo ritmo que en un año ordinario”.

La profesora tenía sus dudas, “como todos, pero yo veo a los chicos y chicas relacionándose igual que antes, asumiendo, eso sí, las medidas, y apoyándose en un entorno que ven seguro”. El cansancio es lo que más destaca Inma de sus alumnos: “Mentalmente no tienen las mismas vías de escape; y físicamente, tampoco. Y eso les agota”.

Pero, por mucho que algunos incidan en la irresponsabilidad de los jóvenes frente al coronavirus, “están siendo muy aplicados con las normas. En el patio, cuando se comen el bocadillo, se bajan la mascarilla, muerden y se la vuelven a poner. Y en clase, cada dos por tres están desinfectando las cosas y lavándose las manos. Están muy concienciados”.

El ‘insti’ ya no es una tortura

La labor de los orientadores educativos es más importante que nunca, más si cabe. “Pero seguimos siendo los ‘raritos’. Esos que solo trabajan con los alumnos problemáticos, pero no es así”, afirma Lourdes Sáinz, orientadora en el Instituto Marco Fabio Quintiliano de Calahorra.

Esta figura profesional es multidisciplinar y va desde la prevención del fracaso y el abandono escolar hasta la detención de necesidades educativas especiales, pasando por el asesoramiento psicopedagógico en todas las fases del aprendizaje. “Además, apoyamos al equipo directivo, a los tutores, a las familias… Somos los intermediarios entre todo”.

Durante estos meses, Lourdes ha notado un especial repunte en el número de alumnos que han visitado su despacho. “Vienen desanimados, sin ganas de estudiar, porque no ven un futuro claro, ven con pesimismo las cosas”. La característica principal de la adolescencia es la socialización con sus iguales y “eso se les ha cortado. La limitación de contacto es una de las medidas más duras para todos, pero especialmente para los jóvenes”. El instituto es en este momento su única manera de relación. “Yo les suelo decir: ‘¿A que ahora venir todos los días aquí no es una tortura? Se ríen, pero me dan la razón”.

Una de las problemáticas que más ha crecido ha sido la derivada del entorno familiar. “Antes salían y entraban de casa cuando querían, pero con la pandemia tantas horas en casa han desembocado, a veces, en un obstáculo, tanto para padres como para hijos”. La gestión de este tiempo ha sido difícil para ambos, “cada uno necesita su espacio, su rinconcito de intimidad. Pero en muchos casos esta situación les ha enseñado a estar más rato en familia, compartiendo nuevas o antiguas aficiones”.

Esta orientadora lo tiene muy claro: “Cuanto más abiertos estemos los orientadores, más se puede llegar a los alumnos, que es nuestro principal objetivo”. Lourdes subraya que “mi puerta está siempre abierta. Es una manera de que sepan que estás y de invitarles a dejar los temores y entrar”.

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