La Rioja

Rosa Stolle: “Ha sido muy duro gestionar la crisis emocional en los mayores”

Rosa Stolle, médica titular, frente al Centro de Salud del Camero Viejo

Cada día de consulta es diferente en el Camero Viejo. Los lunes y viernes, más movidos porque las consultas se desplazan a Soto, Laguna y San Román, principales núcleos de población y, por tanto, con más demanda. Los martes, miércoles y jueves aunque el Centro de Salud de San Román se mantiene, les toca también el turno a los pueblos más pequeños. Ahí la organización ya es más variable, a demanda en algunos casos para evitar desplazamientos innecesarios y también con asistencia a domicilios.

Este martes, sin embargo, la llegada de las primeras dosis de Pfizer para vacunar a los mayores de 80 años ha trastocado toda esta rutina y las agendas han tenido que cerrarse. Rosa Stolle, médico titular de esta sierra desde hace ocho años, ha coordinado, junto a su compañero enfermero Juanjo Riaño, una jornada insólita que define de “caos absoluto” en una zona con una población mayormente envejecida.

–  Un caos, pero controlado. ¿Qué sentimiento surgió primero una vez conoció que estos pacientes iban a recibir la vacuna?

– Realmente ha sido un verdadero alivio porque la preocupación mayor que hemos tenido durante todos estos meses es precisamente la edad avanzada de nuestros pacientes, lo que los sitúa en los colectivos de mayor riesgo. Por eso el empeño que hemos mantenido estos meses ha sido siempre el de protegerles, aunque eso haya conllevado tener que modificar el día a día de la Atención Primaria.

– ¿Cual ha sido el mayor reto desde el inicio de la pandemia que ha encontrado en su día a día laboral?

– Durante el primer confinamiento se entendieron a la primera los cambios que debían efectuarse en el funcionamiento de las consultas médicas ante una situación excepcional, pero una vez se relajaron las medidas se pensaba que la normalidad iba a llegar aquí también y no fue así. Iniciarse en la cita previa costó mucho, era algo que nunca se había aplicado, pero sigue siendo algo que cuesta a alguno que otro. Hay que tener en cuenta que la gente mayor es más reacia a estos cambios, sobre todo si son tecnológicos, y en ocasiones no entienden que se han de cumplir los turnos de consulta.

– ¿Y cómo ha respondido a ello la población?

– Piensan que hemos quitado horarios de atención médica, pero no es así, sino que ahora hacemos muchas consultas por demanda, para evitar desplazamientos a pueblos innecesarios, donde también perdemos tiempo en la carretera que podemos estar invirtiendo en otro paciente. También les ha costado comprender que si tenían fiebre o dolores musculares no podían acudir a la consulta. Ha sido una adaptación para todos, pero han de saber que nos duele en el alma tener que hace un seguimiento médico por teléfono sin ese cara a cara con el paciente, sin poder aceptar un dulce cuando haces una visita a domicilio por el simple hecho de que no te puedes bajar la mascarilla.

– Un año después, el miedo continúa pero de otra forma. ¿Qué efectos ha dejado esta crisis en la gente más mayor?

– La crisis sanitaria también ha derivado en una crisis emocional, algo muy duro de gestionar porque cuesta adaptarse a esa falta de contacto familiar. Todo eso les ha generado mucho sufrimiento porque es gente que ya de por sí está sola. Por eso nosotros intentábamos en la medida de lo posible mantener la presencialidad en las citas, alcanzando un equilibrio para que no se sintieran desamparados. Siempre hemos estado ahí, aunque fuera ofreciéndoles más nuestro oído que nuestro hombro, pero siempre presentes, preguntándoles qué tal estaban, ya no solo a nivel físico sino también emocional. Ahora creo que lo que más pesa es el cansancio porque esto ya se está alargando mucho.

Rosa Stolle frente al consultorio médico del Camero Viejo.

– Su experiencia en la medicina rural no se emplaza solo a Cameros. ¿Qué es lo que más le engancha de trabajar en la sierra?

– Estuve anteriormente en Anguiano, pero también he trabajado en hospitales. De esa época echo de menos la dinámica de trabajo más ágil, con más compañeros a tu alrededor, trabajando otro tipo de patologías, porque aquí es todo más limitado. Pero ahora estoy contenta de estar aquí, disfruto mucho de la medicina rural, de esa cercanía que te aporta la gente, la confianza, el poder dedicarles tiempo a los pacientes y pasar rato hablando con ellos, porque no todo es técnica y ciencia. Como todo, tiene sus ventajas y desventajas, pero la proximidad y la relación más cálida que te ofrece este entorno, sin contar el placer que da trabajar rodeada de naturaleza, es muy importante.

– Menciona esa escasez de equipo profesional a su alrededor. ¿Puede ser esta una de las mayores carencias en cuanto a la gestión sanitaria?

– Sí es cierto que la soledad es más palpable en la medicina rural. No puedes consultar dudas o debatir cosas con otros compañeros y eso es un inconveniente, unido a que también toca estar sola en las guardias. Yo no me he sentido abandonada en ningún momento, pero sí considero que he tenido una situación un poco complicada hasta este mes de febrero, cuando han incorporado otra médico de refuerzo. Llevaba desde noviembre de 2019 sola, cuando antes tenía a otro compañero de apoyo y cuando empecé, incluso dos. Así que ahora estoy contenta.

– ¿Y cómo ha trabajado durante la pandemia?

– Lo peor fueron los primeros meses de la pandemia. Para todo lo que yo no podía hacer acudían médicos de manera puntual, pero a veces venían de puntos calientes de infección y tenía miedo de que pudieran aparecer nuevos contagios, así que hacía más guardias seguidas para evitar estos desplazamientos de personal. Aunque también con la preocupación de que yo no cayera enferma. Las circunstancias eran las que eran, pero ahora con otra compañera fija de refuerzo la situación es más favorable, lo que mejora además la calidad asistencial para con los pacientes.

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