La Rioja

Los primeros pasos hacia el cambio: “Hola, soy trans”

Los primeros pasos hacia el cambio

“Si naces en el lado equivocado, los derechos hay que pelearlos. Nuestra sola existencia incomoda”. Parece mentira que en pleno siglo XXI afirmaciones como estas sigan existiendo, pero es a lo que se enfrentan las personas transexuales que viven en La Rioja. Todo comienza con un montón de preguntas que buscan respuestas a su identidad. ¿Qué me pasa? ¿Por qué siento esto? ¿Será solo un capricho pasajero?

“Te das cuenta de que hay un conflicto entre tu sexo asignado al nacer y tu identidad de género”, explica Igor. “Es un proceso complicado. Implica muchos procesos de aceptación, tanto introspectivos, como externos. Hay momentos bonitos, como cuando empiezas a aceptarte y, sobre todo, cuando tu gente más cercana lo hace. Pero es un proceso muy duro que difícilmente tiene fin, tal y como la sociedad sigue viéndonos”, señala Eiden.

Jóvenes que cargan con la mochila de la mirada avergonzada del prójimo e incluso con la culpa de no sentirse normales. ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho mal para que me pase esto? ¿Tengo una enfermedad? “Cuando era pequeño no sabía absolutamente nada del tema. Pasaba mucha verguenza en los vestuarios del cole. A la hora de cambiarnos la situación me superaba, lo pasaba realmente mal. Me he tirado veranos enteros sin pisar la playa y la piscina porque no quería dejar al descubierto algo de mi cuerpo”.

La primera vez

El primer sentimiento es ese ‘algo no encaja’. A partir de ahí comienza un nuevo camino. “La primera representación de un chico trans que yo vi fue en el programa Callejeros. Ni siquiera sabía entonces que se podía seguir un tratamiento que acomodase algo más tu cuerpo y tu forma de expresarte a lo que sentías por dentro. Yo sabía que era lo que necesitaba, pero no tenía en quién fijarme”, cuenta Igor.

Por su parte, Eiden ya empezó a sospechar cuando estaba en cuarto de Primaria. “Tenía un profesor que llevaba perilla y yo me la pintaba en casa y le decía a mi madre que quería ser como él y además ponerme traje y corbata como papá en las bodas”. Pero fue a los 16 años cuando le puso un nombre a sus sentimientos: “Soy trans”. “Un paso que cuesta un mundo por ti y por todo tu entorno. Siempre recordaré el día en el que, estando en la cocina con mi familia, se inició una discusión del porqué no me depilaba, que tenía que ser más femenina. Me fui llorando y mi madre me dijo: ‘Cariño, sé lo que te pasa, soy tu madre y te quiero igual, pero para ayudarte tienes que aceptarte tú primero. Vas a seguir siendo mi hijo'”.

Tanto Igor como Eiden agradecen la aceptación de su familia. “De hecho, desde que salí del armario trans tengo una relación muchísimo más sana con mis padres”. Pero ambos son conscientes de que no es lo habitual. “A muches les han echado de casa, repudiado. Hay veces que el qué dirán de la calle y el desconocimiento puede más que el sentimiento”.

La falta de referentes hacía difícil sus situaciones. Sentían lo que necesitaban pero no sabían que era posible dar un paso adelante para estar mejor con ellos mismos. Las primeras personas que conocieron su situación fueron sus ex parejas. “Se lo conté a una novia que tuve. No le dio mucha importancia y yo dejé el tema. Ha sido un camino muy solitario hasta que no pude más y exploté con mi familia y amigos”, confiesa Igor.

Eiden también se sinceró con la que fue su novia. “Ella es de Cádiz y cuando vino a verme a Logroño le confesé que tenía algo que contarle. Me respondió que podía llegar a imaginárselo, pero le impactó mucho. Se catalogaba como lesbiana y al exponerle mi situación algo en su cabeza hizo un ‘click’ y comenzó a hacerse también muchas preguntas”

Camino hacia el cambio

Iniciar la transición médica es un movimiento difícil. Igor y Eiden han decidido dar el paso y están comenzando el proceso. El primero confiesa que está siendo costoso en todos los sentidos porque, al carecer La Rioja de una Ley trans, “no podemos respaldarnos en la Unidad de Identidad de Género de un hospital y tenemos que dar brincos entre médicos de cabecera, endocrinos, psiquiatras… y todo contando con la suerte de toparte con especialistas que quieran ayudarte. En las comunidades que no tienen este texto legal te chocas con un protocolo bastante crudo”.

Igor lo sabe bien, ya que comenzó en otra comunidad. “Me tocó acudir a citas cada varios meses donde insistían en alargar el proceso de evaluación sin darme la posibilidad de entrar a los diagnósticos endocrinos, la puerta de acceso al tratamiento. Fue una situación en la que me vi impotente y juzgado por alguien que no entendía lo que me pasaba, pero de quien dependía para iniciar un proceso que para mí era necesario”.

Eiden, sin embargo, acudió a su médico de cabecera, en Logroño, en septiembre. Dos meses después llegó la cita con el endocrino con quien su primera experiencia fue “espectacular”. “Nada más entrar por la puerta me preguntó mi nombre y mi pronombre. En ningún momento se refirió a mí con el pronombre ‘ella'”. Tras la visita, se ha realizado unos análisis clínicos y esta misma semana ha tenido la primera cita ginecológica.

Nuevas perspectivas y preocupaciones

Liberación absoluta. Así describe Eiden su situación actual. “Que te traten como siempre has querido es algo que no puedo explicar con palabras. Pero también es cierto que a la hora de mantener relaciones sexo-afectivas puede producir cierto rechazo o morbo. A veces nos convertimos en simples objetos sexuales con los que experimentar y aclararse”.

Los sentimientos se contraponen a la hora de abrir la puerta a la realidad. “Hay problemas. Infinitos problemas. Pero uno de los que más ansiedad me crea es el tema de los documentos. Tanto el DNI como la tarjeta sanitaria son procesos muy largos hasta llegar al cambio de nombre y ya no hablemos de la casilla ‘sexo’. Es horrible, sobre todo cuando vas a hacer papeles”.

Sin olvidarnos del simple detalle de referirse a un individuo. “Muchas personas CIS (personas que se identifican con el género que se les ha asignado al nacer) no entienden nuestra situación y nos tratan conforme al género con el que nacimos o nos llaman por nuestro deadname (nombre de nacimiento) y eso es muy estresante”.

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