El Rioja

Larga guarda para 200 Monges

Sara Arambarri a las puertas de la Bodega Vinícola Real 200 Monges

Adelante, Eno y Baco os dan la bienvenida a un paraíso enológico pero, sobre todo, cultural a orillas del río Iregua y con la tradición monasterial como hilo de la historia que esconde Vinícola Real 200 Monges. El inciso es obligatorio para comprender por qué esta bodega de Albelda de Iregua guarda unas reliquias de gran valor patrimonial en torno a los monjes escribanos que habitaron en el Monasterio rupestre de San Martín en el 950 y, previamente, en las cuevas de las peñas que rodean el pueblo, donde crearon un verdadero scriptorium.

Los estudios así lo certifican tras comprobar la carta de su fundación, donde nombra a los dos centenares de eremitas que se dedicaron a copiar códices y manuscritos de un “profundo valor artístico, mayor incluso que el que reposa en Suso”, apunta con orgullo la responsable de enoturismo de la bodega, Sara Arambarri, “de ahí que muchas obras fueran copiadas aquí y trasladadas al monasterio de San Millán”. El motivo por el cuál la historia de uno es reconocida históricamente y estudiada en las aulas y la del otro no, se debe, según Arambarri, a la influencia de la monarquía navarra durante esta época.

El resultado: “Suso alberga ahora unos 12.000 volúmenes, mientras que de los textos albeldenses solo quedan cinco manuscritos dispersos por el mundo e inaccesibles al público”. En concreto, la Biblioteca del Monasterio de El Escorial contiene el códice albeldense original, “el más importante de los que se conservan en España, inmenso y con una obra completa donde, además, se halla el primer registro de los números arábigos en occidente de la mano del monje Vigila”.

Primer registro numérico arábigo del códice albeldense.

Una verdadera historia merecedora de ser contada desde sus orígenes. Por suerte, la bodega tiene el placer de mostrar en ‘La Cueva del Monge’, una sala recreada como las antiguas cuevas del scriptorium, un facsímil del códice albeldense al alcance de cualquiera que desee consultarlo u ojear “una joya de gran valor documental y artístico por sus innumerables ilustraciones de la miniatura altomedieval”. Junto a él también se encuentra las reproducciones del Códice de Gomesano (el verdadero se halla en París), donde se menciona al Obispo Gotescalco de Aquitania por ser este el primer peregrino no hispano del Camino de Santiago, y la primera regla benedictina adaptada a monjas escrita en el 1050.

Parece una clase de Historia en el instituto, pero lo cierto es que pocos estudiantes riojanos tendrán constancia de la existencia de estos textos es su propia comunidad. De ahí que esta firma colabore con la Asociación Cultural para la Historia de Albelda. Su máximo objetivo es reunir los cinco manuscritos que un día nacieron de las cuevas de arenisca que reposan sobre el municipio. El cuarto documento está de camino (en proceso de imprenta), mientras que el quinto será más costoso de conseguir ya que se encuentra en el Archivo General de Simancas. Pero no desisten porque este tesoro es lo que verdaderamente caracteriza a 200 Monges casi mil años después.

Miguel Ángel Rodríguez.

Y ahí, en 1992, comienza a excavarse la primera galería subterránea de la actual bodega con pico en mano. Ahora ya son 7.000 metros cuadrados los que componen la bodega que da cabida, incluso, a un hotel en la primera planta. El creador es Miguel Ángel Rodríguez y su apuesta por este sector no es casualidad. Quinta generación de la familia de la Licolera Albeldense siempre sintió más atracción por el mundo del vino, así que no dudó en hacerse un hueco dentro de una de las grandes Denominaciones de Origen con un único fin: elaborar vinos de altísima calidad y larga guarda, al estilo ‘Bordeaux’.

‘Et voila’. El padre de todos ellos es un vino “absolutamente redondo, muy largo, fino, elegante y sabroso, que habla de esas parcelas de las que nace y que tiene tantos matices en boca que es casi imposible percibirlos todos”. Un vino con su propio sello personal y que lleva por nombre (cómo no) 200 Monges. Un ‘coupage’ de cepas de tempranillo de San Vicente de la Sonsierra, garnacha vieja de Badarán y graciano de Albelda, cada una elaborada y criada por separado.

Un laberinto de galerías se adentra en la montaña aprovechando las condiciones de humedad y temperatura donde descansan barricas apiladas y botelleros. Casi cien metros de profundidad para albergar también su ‘archivo’ donde reposan entre 500 y 1.000 muestras de cada cosecha de 200 Monges. “Se trata de ver cómo evoluciona el vino con el paso del tiempo y seguir aprendiendo con él, porque cuando desempolvamos y descorchamos una botella da gusto notar cómo el aroma original sigue presente”, define Arambarri.

Los ‘hijos’

La exquisitez de 200 Monges no se consigue con cada añada, así que siempre hay cabida para aquellos ‘hijos’ que apuntan muy alto pero no logran situarse en la cúspide. Cueva del Monge, 200 Monges Selección Especial, Confesor dentro de la gama de Vinos de Pago o Viña Los Valles, el vino ecológico de la bodega, son algunos de esos vinos que pretendían ser los grandes de la bodega pero han encontrado un hueco más especial por el camino. Vinícola Real destaca, además, por su fuerte apuesta por el cultivo en ecológico, con el que trabajan para convertir las más de 50 hectáreas en propiedad que tiene la bodega.

Mención especial también para su vino elaborado a partir de botrytis, constituyéndose así como el único vino dulce en Rioja creado a partir de este hongo. Con una contaminación del 80 por ciento en los racimos de viura se hacen varias vendimias seleccionadas hasta conseguir la pasificación que se espera con una alta cantidad de azúcar. “Esto es un vino dulce blanco natural, más parecido al Sauternes que al Tokaji”, apunta Arambarri. Pero para hablar de blancos mejor referirse a un grande: Gran Reserva 200 Monges Blanco 2008. La ilusión de Miguel Ángel desde sus inicios que no ha saltado al mercado hasta este año. “Un blanco, sí, pero con alma totalmente de tinto”.

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