Una amable lectora nos escribe para compartir su extrañeza ante un fenómeno que lleva observando desde hace meses: la aparición de un reguero de papelitos meticulosamente cortados y doblados en las aceras de su barrio logroñés, en Lobete.
“Los veo día sí y día también por la calle Villamediana, por Lope Toledo, por Juan Pablo II, por Jorge Vigón (Avenida de la Solidaridad)… Decenas de trocitos de revista, uno detrás de otro, separados con milimétrica precisión”, nos cuenta.
“Una mañana -prosigue-, mientras sacudía el felpudo por la ventana, vi pasar por la acera de enfrente a un hombre que iba dejando caer con disimulo los papelitos: no era ni muy alto ni muy bajo, ni muy joven ni muy mayor, ni elegante ni andrajoso: una persona normal”.
“¿Será algún enfermo de alzhéimer que, cuando sale a pasear, deja ese hilera de señales para poder regresar después a su casa?”, se pregunta, preocupada. A la vista de la descripción que nos facilita, lamentamos no poderla ayudar en la identificación de ese Pulgarcito urbano. Pero mucho nos tememos que los barrenderos de la zona han de estar un poco hartos de recoger esas miguitas que, al contrario de lo que sucedía en el cuento de Perrault, no se llevan en su pico los pájaros.
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