El Rioja

La resistencia de Alcanadre: vendimia a mano y cuidado sostenible

Ernesto Fernández, durante una jornada de vendimia en el término de Ausejo

Tierra de viñas, pueblo de viticultores. En la frontera con Navarra y atravesado por el río Ebro, Alcanadre amanece, desde hace varias semanas, con el ajetreo de unas vendimias inusuales. Tractores con sus carga uvas y remolques acompañan a cestos y tijeras que recorren las cepas de unos viñedos de suelos pobres en la Ribera oriental.

La mecanización del campo ha facilitado mucho las cosas, y la pandemia no ha hecho más que acelerar esas decisiones de poner un pie más en el avance de las labores vitivinícolas. Sin embargo, todavía son muchos los que se resisten a incorporar las vendimiadoras como elemento base de la campaña. El riesgo sanitario y los mayores costes económicos no les frenan.

“Yo podría cosechar más de la mitad de mis viñas a máquina, pero no me convence. Llevo toda la vida haciéndolo a mano y esto del COVID-19 no me va a hacer cambiar de opinión. Además, me gusta seleccionar las uvas en campo, desechar las menos maduras o secas para sacar más calidad en las muestras. La vendimiadora, en cambio, lo absorbe todo”, recalca Ernesto Fernández, quien afronta su segunda semana de vendimia del tinto en la zona de Alcanadre.

La “complicada situación en cuanto a movilidad” le han obligado a buscar una cuadrilla alternativa a la familia de argelinos que cada septiembre se desplazaban al municipio desde su país de origen. No le ha costado mucho, sin embargo. Ahora tiene a cinco trabajadores a su cargo, uno que reside en Alcanadre y otros cuatro de Sartaguda a los que sí ofrece alojamiento.

Desde unas llanuras de viñedos al vaso en el término de Ausejo comienza una nueva jornada de vendimia con la Sierra La Hez al fondo. Las bayas tienen calidad, “se las ve muy sanas”, pero hay en exceso. Ernesto ha dejado entre 8.000 y 10.000 kilos de blanca en el campo sin vendimiar y señala que “el tinto va a seguir el mismo camino, o peor”. La reducción de los rendimientos amparados al noventa por ciento dejará a la vista una imagen que mucho disgusta al sector.

Mucha uva y poco precio, porque pocos viticultores conocen el coste al que cobrarán las uvas de esta campaña. “No se escucha nada en concreto, pero los compradores que han venido a la cooperativa querían llevarse la uva sin precio ni contrato. Así no se puede hacer, porque luego te pagan lo que quieren y cuando quieren, por lo que este año vamos a elaborar todo en la cooperativa y luego ya se venderá el vino”, sentencia.

Nuevo golpe a los bolsillos del sector, porque este no ha sido un año precisamente barato en el campo. Ernesto estima que habrá dejado entre 12.000 y 14.000 euros en tratamientos para las viñas frente al mildiu, el oídio y la polilla, todo ello con buen resultado porque, afortunadamente, los hongos no se han dejado ver por sus cepas. Prefiere no echar cuenta de las horas invertidas y el gasoil gastado: “El trabajo del agricultor nunca lo contamos”.

El viticultor arroja así una reflexión: “Esta va a ser la vendimia más cara en costes que recuerdo, pero también la más barata en cuanto a ingresos, por lo que la rentabilidad va a brillar por su ausencia”. Ernesto aprovecha y se dirige así a la consejera de Agricultura, Eva Hita, para incidir en la necesidad de premiar a quienes optan por un cuidado más sostenible de la vid.

“Las feromonas son una potente herramienta contra la polilla del racimo que se encuentra dentro de la lucha biológica frente al uso de insecticidas. Es por ello que desde la Consejería deberían subvencionar los costes de estos tratamientos para que los viticultores se animen a usarlos y fomentar así una agricultura más sostenible, evitando que otros se aprovechen de las buenas prácticas de sus vecinos”, apunta tajante.

Sin resultados de las PCR

Plan COVID, Inspecciones de Trabajo para la prevención de riesgos laborales, compra de materiales de protección y desinfección, termómetro para medir la temperatura, acondicionamiento del alojamiento… un sinfín de actuaciones que hacen de esta “una vendimia muy complicada de preparar y que obligan a desembolsar unos 1.000 euros antes incluso de comenzar la cosecha”.

Ernesto ha ‘aprobado’ todos los controles y las visitas al módulo habilitado en Alcanadre para cuatro de sus cinco trabajadores contratados con habitaciones individuales, cocina y baño, aunque sigue esperando la inspección a pie de viña como en años anteriores. Mientras, lo que tampoco han recibido son los resultados de las pruebas PCR realizadas hace más de diez días tanto a él como a los trabajadores.

“Vamos a acabar las vendimias y sin conocer los resultados”. Pero eso no les puede frenar en la tarea porque el tiempo, en el campo, es oro. Y tras la uva, vienen las olivas y las manzanas para continuar con la poda y los espárragos. Un recorrido agrícola por la geografía española que conocen bien los trabajadores temporales.

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