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‘La bandera de nuestros hijos’

El 18 de enero es el cumpleaños de Iván Zamorano, de Pep Guardiola… es el cumpleaños de este redactor y también es el cumpleaños de millones de personas. Cada día cumplen años millones de personas. Nada especial, por tanto. Pero aquel 18 de enero de 2009 siempre será recordado, no por las efemérides de ese poderoso delantero chileno, de ese fino y estilista mediocampista catalán, o de este redactor que comparte fecha de nacimiento con millones de personas.

Desde aquel 2009, el 18 de enero se recuerda en La Rioja futbolera como la fecha en la que dejó de competir el Club Deportivo Logroñés. Es una fecha que no olvidarán los aficionados del fútbol riojano, que vieron desaparecer a su equipo. Aquel 18 de enero de aquel ya lejano 2009, el Logroñés decidía no jugar en Navarrete ante el Tedeón, no se presentaba por segunda jornada consecutiva a su encuentro liguero y por tanto era expulsado de la competición. Firmaba el acta de defunción al pie de una década para olvidar, donde solo en 2003, ante el Cádiz, sintió de nuevo el impulso deportivo necesario como para creer que todavía era posible volver tras el hundimiento general del año 2000. Pero no lo fue.

La Rioja, como región, se despidió del fútbol profesional montando una bronca monumental que salió el mayoría de informativos. Aquella tarde de primavera, en el viejo Las Gaunas, en un Logroñés – Villarreal, los riojanos, sin saberlo, se despedían del fútbol profesional durante los próximos 20 años. La rotura de cristales de la sala de prensa del viejo Las Gaunas fue el último sonido de Logroño en la élite de este deporte. El Logroñés bajó para no volver. El Villarreal, último rival, ascendió para perdurar.

Varias generaciones de seguidores al fútbol riojano vieron cómo desaparecía el club hasta entonces “de sus vidas”. El Logroñés dejaba de competir después de haber escrito a finales del siglo XX las páginas más importantes del fútbol riojano, con varios ascensos…, sobre todo con dos ascensos a Primera, para convertirse en el primer protagonista de una gran historia que más tarde repetirían otros equipos, como el Villarreal: cómo un club de fútbol de una pequeña ciudad española lograba competir contra los mejores equipos del fútbol español en aquel viejo estadio, Las Gaunas, sobre aquel césped habitualmente embarrado, y con unos futbolistas calvos, con bigote y medias caídas que se sacudían los arañazos de cada encuentro con unos chupitos de linimento…

FOTO: Eduardo del Campo.

O algo así te habrán contado de aquella etapa dorada, un tanto idealizada y exagerada porque han pasado exactamente viente años desde el último partido del Logroñés en el fútbol profesional. Y tras veinte años, el aficionado se queda con lo bueno (las victorias, el ambiente y el estadio lleno), olvida lo malo (que casi nunca se ganaba y que casi nunca se llenaba el estadio), y cuenta lo que le da la gana (dependiendo de la situación).

En aquella última tarde de fútbol del bueno en el viejo Las Gaunas en aquella primavera del 2000, Sergio Rodríguez esperaba un turno que no llegó en el Promesas, Iñaki era un chaval, y Bobadilla, un bebé. Y aquel 18 de enero de 2009 todavía no éramos campeones del Mundo, habíamos sumado una Eurocopa más, Pablo Bobadilla se enfrentaba a una decisión importante, Iñaki se quedaba sin una salida clara hacia el fútbol profesional, y Sergio Rodríguez completaba con éxito su primera temporada jugando en la Real Sociedad de Juanma Lillo, sin saber que estaba a un año de festejar por todo lo alto el ascenso a Primera de un histórico del fútbol español, lo que al mismo tiempo significaría su última temporada en el fútbol profesional. Y es que así es este deporte, conseguirlo no significa que lo vayas a disfrutar. Aunque Sergio Rodríguez siempre estará en los corazones de la hinchada txuri urdin por aquel ascenso a Primera. Así que bajo la perspectiva del tiempo, pasar a la historia es más importante que un sustancioso contrato en la élite de este deporte, al menos en términos del cariño de los aficionados.

Sergio Rodríguez, manteado tras conseguir el ascenso en La Rosaleda.

Pablo, Iñaki y Sergio, tres protagonistas en la recuperación del fútbol profesional para La Rioja y los riojanos, que por la desaparición del Logroñés se vieron obligados a elegir… y eso hicieron. Elegir la vuelta al fútbol profesional con un equipo de La Rioja, llamado Unión Deportiva Logroñés, que aún no se había creado, y que once temporadas y diez años después es un nuevo Logroñés para una nueva generación que por fin podrá disfrutar del fútbol profesional, en Las Gaunas, las nuevas… porque han pasado 20 años desde la última vez. Pablo, Iñaki y Sergio, tres riojanos que fueron a Málaga, a La Rosaleda, con una única intención: dejar atrás aquel 18 de enero de 2009, aquella tarde de la primavera de 2000 ante el Villarreal, y coser una bandera en blanco y rojo para entregársela bañada en plata a una afición que ya cuenta con dos nuevas fechas que recordar: el 18 de julio de 2020 y el próximo 26 de septiembre de 2020. Días en los que, seguro, millones de personas cumplen años y en los que muchos riojanos está decidiendo que va siendo hora de dejar atrás la página más triste de la historia de nuestro fútbol, escrita en sangre y lágrimas, para comenzar a escribir un nuevo presente para el fútbol riojano, que superó ante el Castellón veinte años de viacrucis por el desierto del infrafútbol. Villarreal, Castellón, el viejo y el nuevo Las Gaunas. La historia del fútbol riojano es caprichosa.

Iñaki Sáenz, junto a Zelu, acomoda el balón en un libre directo en Las Gaunas. | Foto: Eduardo del Campo

Pablo, Iñaki y Sergio son el reflejo de lo que supone la pérdida de una categoría, la desaparición de un club, la orfandad en cuanto a referente y lo que cuesta salir del pozo del fútbol no profesional para alcanzar la élite de este deporte que tanto ha cambiado desde la última presencia del Logroñés en Segunda, en aquella horrible temporada 1999-2000, para un final sin retorno, para una despedida demasiado larga en el tiempo.

Sergio Rodríguez, nacido en 1978, estaba a finales del siglo pasado a un paso de dar el salto al primer equipo justo cuando todo saltó por los aires tras el descenso deportivo del Logroñés a Segunda B y el descenso administrativo a Tercera por impagos. De haber jugado seguro en Segunda con el equipo de su ciudad a tener que hacer las maletas por el hundimiento de un club donde Sergio Rodríguez, un gran talento del fútbol riojano, quería jugar pero donde no pudo hacerlo por culpa de una pésima gestión. Sergio Rodríguez representa a esa generación, ahora cuarentona, que sí vio los mejores años del Logroñés, pero que sufrió con veinte la pérdida de un club que entró en un terrible, lento y grosero proceso de descomposición. Su destino, aunque él no lo sabía, estaba escrito: era construir un nuevo Logroñés, desde el banquillo, sin complejos del pasado.

Iñaki Sáenz tiene diez años menos que Sergio Rodríguez. Tenía doce cuando el Logroñés se hundió. Sus recuerdos de los mejores años del fútbol riojano, por edad y ubicación, sin duda tienen que ser vagos. Nació con el Logroñés ya en Primera y con doce años vio cómo se hundía en la Tercera navarro-riojana. Forma parte de esa generación a la que le cuesta recordar los mejores años del Logroñés y que se desvinculó del equipo de referencia de su región cuando en la última década de su historia, la primera de este siglo XXI, cada noticia era peor y más extraña que la anterior. Iñaki, además, como promesa riojana de este deporte, se quedaba, siendo un juvenil, sin una referencia local para progresar en esto del fútbol. Su destino, aunque él no lo sabía, estaba escrito: construir un nuevo Logroñés, desde el terreno de juego, sin complejos del pasado.

Bobadilla celebr un gol en Las Gaunas, en la temporada 2018-2019. | FOTO: Eduardo del Campo.

Pablo Bobadilla, nacido en 1996, es terriblemente joven. Éste nació tras lo de Toledo. No puede recordar ni aquel último intento frustrado en 2003 de recuperar al Logroñés para el fútbol profesional. Así que se dedicó a dar patadas a un balón en el Cementerio de Nájera sin la necesidad de acudir a Las Gaunas para ver fútbol profesional, porque ni tan siquiera había. No daban fútbol del bueno por la tele desde Las Gaunas ni un solo fin de semana. Así que no tiene recuerdo alguno de una infancia por Las Gaunas. Representa a la generación perdida del fútbol riojano por culpa de los errores de unos, la nostalgia de otros y la equidistancia de los de siempre. Sin referencias ni referentes, Bobadilla, cuando el Logroñés desapareció, andaba tomando una decisión: irse o no a jugar a fútbol fuera de La Rioja. Se marchó, a San Sebastián, muy joven. Tan niño que no se sintió cómodo, y decidió volver a casa para jugar con sus amigos. Su techo parecía estar situado en la Tercera, en el Náxara, a la espera de que algo floreciera de nuevo en el fútbol riojano, a la espera de que alguien se pusiera a construir en lugar de detenerse en lo que pudo ser y no fue. Su destino, aunque él no lo sabía, estaba escrito: construir un nuevo Logroñés, desde la grada, sin complejos del pasado.

Sergio Rodríguez, Iñaki Sáenz y Pablo Bobadilla. Son representantes de tres generaciones de riojanos que vivieron la desaparición del Logroñés de forma muy distinta. El golpe directo que supuso para Sergio Rodríguez en su evolución como futbolista. La distancia lógica de un Iñaki niño que jugaba a fútbol en Calahorra. O la orfandad de club para un Bobadilla que desde Nájera no tenía equipo al que animar. Tres historias personales para resumir veinte años. Y tres riojanos que se citaron con la historia en La Rosaleda de Málaga para lograr lo que parecía imposible.

Sergio Rodríguez fue de aquel Logroñés, y ahora es el arquitecto de este nuevo Logroñés, donde ha sido capitán, veterano, entrenador de la cantera, técnico del primer equipo y protagonista del primer ascenso en veinte años. Iñaki Sáenz debutó en Segunda B con la Unión Deportiva Logroñés que decidió tenerle a prueba en la primera pretemporada de su historia. Siendo muy joven formó parte de aquellas primeras plantillas, creció tanto como futbolista que se marchó fuera para jugar en Segunda, y siendo consciente de la importancia de tener un equipo en el fútbol profesional decidió volver al que es su equipo y su club para llevarlo a Segunda veinte años después. Y luego está Pablo Bobadilla, que celebra los goles de su equipo como lo haces tú en la grada. Éste no vio jugar al Logroñés, pero sí ha crecido en la cantera de este nuevo Logroñés, su Logroñés. Lo llevó a semifinales el curso pasado siendo imprescindible en el centro de la zaga, para ser la inspiración de muchos niños riojanos que ven posible jugar en el equipo de su tierra como lo está haciendo Pablo Bobadilla, que ha pasado un año en blanco por culpa de una grave lesión, pero que ha formado parte de una plantilla que será siempre recordada porque en plena pandemia logró recuperar el fútbol riojano para una región.

Iñaki, en el debut liguero de El Molinón. | FOTO: LaLiga.

Sergio, Iñaki y Pablo. Logroño, Calahorra y Nájera. Tres riojanos de tres cabeceras de comarca diferentes que han cosido una nueva bandera para una nueva generación que desde lo alto del Castillo de Clavijo, junto a la Cruz de Santiago, la ondea de nuevo en representación de toda La Rioja. Este nuevo Logroñés pertenece a todos los riojanos que se han vuelto a ilusionar con el equipo de su tierra. Veinte años y una desaparición después es demasiado tiempo y ha sido demasiado duro como para no pasar página.

Sergio, Iñaki y Pablo. Logroño, Calahorra y Nájera. Los setenta, los ochenta y los noventa… juntos para recuperar un sentimiento, el blanquirrojo, que pertenece a todos aquellos que estén dispuestos a dejarse emocionar de nuevo por el fútbol riojano. Tres generaciones se han dado la mano para empujar de nuevo a un equipo a la élite del fútbol español, y permitir que amigos y familias vuelvan de nuevo a Las Gaunas para animar al equipo de su tierra, como hizo Sergio de pequeño, como apenas recuerda Iñaki, como le impidieron a Pablo. Un nuevo Logroñés para una nueva generación que ondea su propia bandera blanca y roja veinte años después en este siglo XXI donde el fútbol riojano ha puesto los cimientos de un proyecto que jamás debería olvidar los errores del pasado, por mucho tiempo que pase.

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