Crisis del Coronavirus

“Ansiedad, colapso y rabia” en el sistema de Atención Primaria de Alfaro

Sexto día de confinamiento perimetral. Los casos activos parecen remitir poco a poco (148 hasta este sábado), pero la incidencia acumulada del virus alcanza casi 3.000 cuando la media del país se sitúa en 230. Alfaro multiplica por trece la tasa de contagio en España y, con el pueblo cerrado a cal y canto, los vecinos se acostumbran a una nueva rutina que perdurará hasta la media noche de este lunes.

Un equipo de ‘Hora 25’, de la Cadena Ser, se adentra con sus micrófonos en la localidad riojabajeña para conocer de primera mano las inquietudes de los vecinos confinados, la mitad de ellos (5.000) con la PCR ya hecha. A su llegada, bloques de hormigón sobre el asfalto de la única entrada y salida posible del municipio con el fin de evitar fugas, “porque la gente tiraba las barreras o usaba caminos agrícolas para evitar los controles de la Guardia Civil”, explica el alcalde, Julián Jiménez.

La primera parada de los periodistas es una familia con todos los miembros contagiados. “Llevamos 20 días confinados. Al principio se llevaba más o menos bien, pero ahora se hace más largo y con adolescentes en casa todavía es más difícil. Además, toda nuestra familia que reside en el pueblo también ha dado positivo. Lo peor es que esto ha venido para quedarse”, relata una vecina desde el portero automático.

Pero el verdadero caos se asienta en el Centro de Salud, donde la situación de “colapso” del sistema de Atención Primaria es total. Así lo manifiesta el director de la Zona Básica de Salud de Alfaro, Gonzalo Sáinz: “El colapso no solo es a nivel administrativo, sino también de enfermería y del servicio médico. Se atiende todo lo que se puede, a unos 60 o 70 pacientes por día, pero la gente tiene otra impresión y lo refleja con un mal trato al personal. Estamos absolutamente agotados”.

Las sanitarias que permanecen bajo la carpa donde se realizan las PCR no tienen mejores sensaciones. “Venimos al alto riesgo; aquí de diez personas que vienen, nueve son positivas. Además, te tosen en la cara cuanto les estás metiendo el bastón, muchas veces llevan mal puesta la mascarilla y se la bajan cuando te van a hablar”, relata una de ellas a los periodistas.

Otra compañera incide en la importancia de que la ciudadanía se conciencie de la situación y “no vaya al bar, no haga colas en el supermercado ni nos traiga aquí su ansiedad como si tuviéramos la culpa de los retrasos”. Desean que “esto acabe pronto y que la gente empatice porque debajo de estos uniforme también hay personas”.

“Con la primera ola del virus lo pasamos muy mal y da rabia que la gente olvide tan pronto lo ocurrido con la llegada del buen tiempo. Hemos visto en redes sociales cómo hacen vida normal sin darse cuenta que luego van a visitar a sus familiares. Sabíamos que iban a darse gestos de egoísmo y lo hemos visto con las ‘no fiestas’. Sabíamos lo que iba a pasar”, sentencia una enfermera de la carpa.

“Tal vez la denominación no fuera la más adecuada porque con ‘no fiestas’ parece que estamos dando lugar a que la gente siga divirtiéndose, pero la responsabilidad no ha de recaer solo sobre los jóvenes porque los mayores también hemos hecho las cosas mal”, insiste el alcalde del municipio. Mientras, algunas vecinas resignadas echan la culpa a las fuerzas de seguridad y a las administraciones: “No tendrían que ser tan políticamente correctos y multar en el momento cuando así fuera necesario”.

Una joven de 22 años, confinada y aislada en su habitación, relata a los micrófonos de la Ser cuan de difícil fue conocer el resultado positivo de su PCR: “Yo, además, estaba de voluntaria en las carpas de Cruz Roja instaladas en el pueblo sin saber nada, pero más tarde llegaron los síntomas, con mucha fiebre, tos y dolor muscular”. Ella también siente “rabia” al saber de los rumores que recorren las calles sobre el incumplimiento del aislamiento indicado por parte de algunos vecinos.

El ambiente que se respira en el único municipio confinado de La Rioja es de tensión y nervios, pero también de “tristeza” ante las calles desiertas. “No queremos que ocurra lo que en marzo y abril, con 17 fallecidos en la residencia del pueblo y numerosos residentes afectados”, apunta una de las enfermeras, centro que por el momento se mantiene libre de COVID.

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