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¡A los penaltis! El ascenso de la UD Logroñés, desde los once metros

¡A los penaltis! El ascenso de la UD Logroñés, desde los once metros

A los penaltis. Una temporada desde los once metros. Un sueño desde el punto de penalti. Una vida desde el punto de cal. La ¿lotería? de los penaltis va a decidir si el fútbol profesional desescala en La Rioja por primera vez en este siglo o lo hace en Castellón. 120 minutos no han sido suficientes para decidir la suerte de un ascenso y, en inferioridad numérica durante toda la prórroga, la UD Logroñés se juega la promoción a los penaltis. ¿Lo conseguirá? Sueñen. Todo es posible.

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Tras cinco largo meses sin partidos oficiales, el conjunto riojano saltó al césped de La Rosaleda con su once más previsible. Si algo funciona, no lo toques. Las únicas radicaban en quién ocuparía el flanco derecho de la defensa (Sergio Rodríguez apostó por la proyección de Iago López) y por Jaime Sierra como compañero de batallas de Andy Rodríguez en el pivote, ante la ausencia por sanción de Jon Errasti.

El primer aviso serio para romper la dinámica de tiento entre ambos equipos la tuvo la Unión Deportiva Logroñés, con un pase profundo de Andy Rodríguez que Ander Vitoria remató a los pies de Campos, que se vio obligado a despejar a córner en el minuto 7 de encuentro. La respuesta la daba Juanto Ortuño un minuto después, con un cabezazo a centro de Muguruza que se marchó muy desviado, pero que sirvió para intimidar a la zaga riojana.

Mucho más reconocible en su arranque, el cuadro blanquirrojo embotelló al Castellón gracias a la paciencia para encontrar el momento exacto y la clarividencia en el pase. Sin embargo, cosas del fútbol, fue el cuadro levantino el encargado en poner a enfriar el optimismo riojano. A los 16 minutos, Lapeña, libre de marca tras protestar la defensa visitante, cabeceó a las mallas el córner botado por Víctor, lejos del alcance de Rubén Miño.

El gol enfrió por completo los ánimos de los de Sergio Rodríguez, que por unos minutos cortocircuitó en sus planteamientos. Por fortuna, el equipo albinegro no supo aprovechar el apagón para abrir una vía de agua aún mayor en los ánimos riojanos. Ortuño, en el minuto 20, estrelló en la barrera una falta peligrosa provocada por una internada vertical de Carles Salvador.

Le llevó a la UD Logroñés diez minutos identificarse de nuevo con su fútbol. Andy y Sierra estiraban las posesiones para abrir a los extremos la posibilidad de poner en aprietos a la defensa local. Tal vez le faltó a los atacantes tentar más a Campos, que solo hubo de intervenir en la primera ocasión de Ander Vitoria en todo el primer tiempo.

A balón parado tuvo el conjunto riojano su ocasión más clara del primer tiempo, con una falta botada por Iñaki justo a la vuelta de la pausa de hidratación que la defensa tuvo que despejar a córner, con el balón lamiendo la cepa del poste.

Sin nada que perder

Ni Sergio Rodríguez ni Cano movieron sus banquillos en el descanso. Los mismos once protagonistas blanquirrojos para intentar la remontada ante un Castellón que dejó claras sus intenciones: dos pasitos atrás en todo el bloque y a volar hacia la portería contraria a la mínima oportunidad.

La tuvo Ñoño en sus botas en el minuto 52, ganando la línea de cal para poner el balón hacia atrás, pero en su trayectoria no encontró más que las botas de Rubén Díez. Síntoma evidente de su único pecado en todo el encuentro, no finalizar sus acercamientos con algún disparo en busca de premio.

A falta de profundidad con el balón en juego, lo intentó Ñoño a balón parado a la hora de partido, con un disparo duro desde el vértice del área que Campos no tuvo demasiados problemas para atajarla. Momento que aprovechó Sergio Rodríguez para dar el primer relevo, dando entrada a Rubén Martínez en lugar de Ñoño e introduciendo como ariete a Roni, para lo que prescindió de Jaime Sierra en la medular.

A costa de perder control en el centro del campo buscó el técnico riojano más verticalidad. Y la encontró. El primer bagaje de la asociación entre Rubén Martínez, Roni y Ander Vitoria se saldó con un remate del vasco (al fin), que se perdió ligeramente escorado a la derecha de la portería blanquinegra. Acción, reacción, César Díaz pudo poner la puntilla solo un minuto después, pero su disparo no encontró el camino de la portería.

De pronto, el encuentro se convirtió en la antítesis del partido disputado en la hora anterior, con un carrusel de ocasiones en ambas áreas que, por lógica, solo podía beneficiar al único equipo que tenía algo que perder. Los minutos iban cayendo a favor del Castellón en un momento en el que aspecto físico ya podía más que el corazón. Pudo haber matado el partido Juanjo Ortuño a quince minutos del final, tras una hábil internada de Sesma que dejó en bandeja un remate que el delantero blanquinegro no supo conectar.

Sin tecnología y sin gol

A diez minutos del final, Rubén Martínez protagonizó la polémica del partido, al rematar al larguero con su pierna derecha. El balón botó dentro de la línea de gol, pero ni el árbitro asistente ni el colegiado -sin apoyo tecnológico del VAR- concedieron el tanto.

No se dio por vencido el conjunto blanquirrojo y dos minutos después Ousama Siddiki cayó dentro del área y el colegiado no dudó en marcar el punto de penalti. Andy Rodríguez no tembló y la UD Logroñés puso el encuentro patas arriba en su fase decisiva. Con el encuentro abocado a la prórroga, Ousama Siddiki vio dos tarjetas amarillas en los diez minutos que estuvo sobre el césped, dejando a su equipo en inferioridad.

La hora de los valientes

Los treinta minutos más eternos de la Unión Deportiva Logroñés arrancaron con el equipo lanzando un mensaje claro al aire, que no quería penaltis. Pese a jugar con uno menos, la intensa piña del descanso (en la que participaron jugadores, cuerpo técnico, fisios y hasta la Virgen de Valvanera) espoleó el ánimo de los blanquirrojos.

El Castellón, por su parte, optó por amasar el balón, consciente de que la superioridad numérica le llevaría a acercarse al área rival casi por inercia. Pero los riojanos, vaciándose en sus esfuerzos, se volcaron sobre el área defendida por el Castellón, obligado a retroceder varios pasos sus posiciones. Sucedió justo en el momento en que más largo le vino el encuentro a su rival, castigado muscularmente.

Le costaba un mundo llegar al campo contrario a los blanquinegros y, aunque con las lógicas imprecisiones fruto del cansancio, los riojanos tampoco eran capaces de llevar riesgo a la zona de peligro, en un partido abocado casi por decreto a la prórroga. Lo pudo evitar en el 108 de encuentro, con un remate franco en el área pequeña que Rubén Miño despejó en la parada milagrosa de la cita.

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