Estimadas señora ministra, señoras consejeras y señores consejeros de Educación:
Tienen ustedes ahora mismo una difícil responsabilidad, garantizar el derecho a la educación de unos ocho millones de alumnos y proteger la vida de casi nueve millones de personas que deberíamos regresar a los centros educativos en septiembre. Todo ello con unos recursos limitados y con poco tiempo para acometer reformas estructurales de calado en los centros escolares.
Todos estamos deseando volver a clase con normalidad en septiembre, pero nuestros deseos no van a hacer que las cosas sucedan según nuestro gusto, solo una vacuna nos permitiría volver a la normalidad, pero hasta que eso ocurra debemos buscar alguna solución factible.
Tenemos que adaptarnos a las circunstancias y buscar, no la solución perfecta, sino la mejor solución posible. El derecho a la educación es fundamental, pero debemos recordar que todo lo que los alumnos dejen de aprender mientras dure la pandemia, podrá ser recuperado en el futuro. Y si algún alumno deja el sistema, podrá volver a reincorporarse en el futuro.
Nuestro sistema educativo tiene la virtud de ser lo suficientemente flexible como para permitir que cualquier persona, de cualquier edad, pueda volver a reincorporase en cualquier momento de su vida. En cambio, las vidas perdidas son irreemplazables. Cada ser humano es único e irrepetible. No debemos arriesgar nuestras vidas a la ligera.
Es lícito pedir a un ciudadano que arriesgue su vida si con ello se pueden salvar otras vidas. Pero no debemos arriesgar la vida de nadie a cambio de pequeños beneficios, aunque estos afecten a muchas personas. Es posible que el año que viene podamos disponer de algún tipo de vacuna que nos proteja de la enfermedad. Lo que ganaremos arriesgando la vida de casi nueve millones de personas es dar clases presenciales algunos meses más. Es lo único que ganaremos frente a la opción de no presencialidad desde septiembre hasta que se encuentre la vacuna. Y aunque la probabilidad que tiene un adulto de fallecer de la COVID es pequeña y la probabilidad de que muera un niño es aún más pequeña, si volvemos todos es seguro que algunos adultos y algunos niños morirán. Será como jugar a la lotería con todos los números.
En cualquier caso, cuando volvamos todos a clase, hay ciertas cosas que no podremos hacer. No podremos pedir a un alumno que salga a la pizarra. Ni distribuir a los alumnos por parejas para que trabajen juntos. No podremos pasearnos por las mesas de nuestros alumnos para corregir sus problemas y advertir al momento sus dificultades. Solo podremos dar explicaciones magistrales. Los alumnos podrán preguntar y resolver problemas individualmente desde su sitio sin moverse. Problemas y preguntas que se resolverán desde la tarima. En definitiva, las clases presenciales, con las normas higiénicas actuales, van a ser muy parecidas a las clases no presenciales. Por lo menos en matemáticas.
El riesgo que supone volver todos a clase no merece la pena. El beneficio es muy pequeño aunque muchos sean los beneficiados.
Pero hay una cosa que ha funcionado muy mal durante el confinamiento: la evaluación. No podemos garantizar la autoría real de los trabajos ni de los exámenes a distancia. Esto es un problema importante porque la mayoría de las personas estudian, no por curiosidad o interés, sino por las notas. Si se pueden sacar buenas notas sin estudiar, ¿para qué estudiar?
El camino más fácil es dejar el ordenador conectado mientras el profesor cuenta su rollo y luego encontrar a alguien o algo que te resuelva los problemas. Y el problema no es que los alumnos hayan recibido ayuda de forma poco legítima. Si con ello han aprendido algo, estupendo. El problema es que los alumnos hayan abandonado el curso demasiado pronto. No voy a entrar en detalles. Pero hoy en día, cualquier persona puede resolver cualquier ejercicio de matemáticas de la ESO o Bachillerato sin tener ni idea de matemáticas ni necesidad alguna de aprender nada.
Por eso yo propongo lo siguiente. Que las clases sigan siendo no presenciales como hasta ahora. Por lo menos en matemáticas y a partir de 3º de ESO, que es hasta donde llega mi experiencia. Si hay algún alumno que no puede seguir estas clases, se puede hacer una excepción. No se trata de que todos vayan a clase o que todos se queden en casa. Si los casos excepcionales son pocos, se podrán manejar manteniendo las distancias de seguridad y las normas higiénicas.
Pero todos deben hacer exámenes presenciales. Tenemos suficientes recursos para garantizar unos exámenes presenciales con todas las garantías sanitarias. Mascarillas higiénicas para todos, amplias distancias de seguridad, suficientes profesores para garantizar que no haya aglomeraciones.
Los exámenes presenciales serán el estímulo necesario que evitará que los estudiantes se relajen y abandonen las asignaturas.
Pero no tenemos los suficientes recursos, ni el espacio necesario para que todos los alumnos vuelvan a dar clases en los institutos de forma segura. Y debemos recordar que aunque la educación es muy importante también lo es la vida de todos y cada uno de los estudiantes, de todos los adultos que trabajamos con ellos y de las familias.
*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.
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