El Rioja

Arizcuren estrena bodega en Quel para rememorar nuestros orígenes vitivinícolas

Arquitectura moderna, arte o grandes mansiones con cientos de años de historia. Los enoturistas tienen su propio folleto con los imprescindibles que visitar en Rioja. Sin embargo, poco a poco se va haciendo hueco en este panorama turístico lo más tradicional del mundo vitivinícola, porque es en los orígenes donde se cultiva la esencia.

El Barrio de Bodegas de Quel es uno de esos atractivos enoturísticos descubiertos hace poco tiempo y con mucho potencial todavía por explotar después de que en 1946 comenzara su declive al construirse la nueva cooperativa. Con sus cerca de trescientas bodegas, tan solo unas 140 se mantienen en buen estado de conservación, la mayoría destinadas al uso recreativo como merenderos. Pero un pequeño grupo de no más de cinco viticultores quieren cambiar la tendencia.

Javier Arizcuren, natural de la localidad riojabajeña, se une ahora a ellos para desempolvar las viejas técnicas de vinificación en sus antiguos calados y se pone manos a la obra para reactivar la actividad poco a poco en lo que fue el centro social en Quel hace tres siglos. Junto a su bodega asentada en Logroño, este reciente propietario ya cuenta con un nuevo espacio en el corazón de uno de los barrios de bodegas más antiguos de La Rioja, según referencias del siglo XVI.

“Es más un proyecto a medio o largo plazo porque, como todo en el mundo del vino, requiere de un largo recorrido. Pero volver a elaborar en esta antigua bodega como mis antepasados es todo un sueño. Es realmente lo que da sentido a esa recuperación de los históricos viñedos en la que trabajo, y ahí la ruta de bodegas de Quel es una fundamental en la historia de sus viñedos porque no se entienden el uno sin el otro”, recalca Arizcuren.

Por el momento, el nuevo emplazamiento se destinará a la creación de un botellero histórico de vinos para albergar las añadas de todos sus vinos. “He comprobado con clientes y distribuidores de otros países cómo les gusta ver esto, porque en el mismo lugar pueden disfrutar de visitas a viñedos a la vez que conocen de primera mano cómo eran las antiguas bodegas y los métodos más artesanales de vinificación”, indica.

Más allá de su uso enoturístico, Arizcuren quiere rememorar los orígenes vitivinícolas a través de los antiguos depósitos de hormigón de la bodega construidos en el primer tercio del siglo XX y todavía en buen estado, a pesar de carecer de los típicos lagos de elaboración: “El barrio ha sufrido un gran deterioro, pero intentaré salvar lo máximo posible de esta bodega ubicada en la parte baja del asentamiento. Ahora me quedan meses de mucho trabajo, pero espero tenerla lista y abierta al público para el próximo año”.

Próximo paso, la comercialización

El bodeguero sueña con un paso más en este sinuoso proyecto de recuperación del barrio de cara a este grupo de viticultores que colaboran en él, y los futuros que vengan. “Más allá de elaborar tu propio vino y destinarlo al autoconsumo, habría que valorar la opción de comercializarlo, porque es así como se consigue dar valor a lo que hacen y el lugar donde lo hacen”, incide Arizcuren.

Su sueño se traslada a los próximos cincuenta años, donde el Barrio de Bodegas cuente con cerca de una quincena de pequeños bodegueros que produzcan y vendan, a título individual, su propio vino cultivado. Una forma de mantener todo el proceso de principio a fin bajo las mismas manos.

“La gente del municipio pensaba que este barrio no tenía ningún valor hasta que comenzaron a realizar las jornadas de puertas abiertas y las actividades enoturísticas, con cientos de personas visitando los antiguos calados y sus peculiaridades arquitectónicas”, considera. Con “mucha ilusión” Arizcuren espera ansioso poder incluir cuanto antes su nueva bodega entre el programa de estas visitas.

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