Agricultura

Altibajos en la cosecha de la cereza con daños en todas las variedades

Altibajos en la cosecha de la cereza con daños en todas las variedades

La fruta de hueso lleva tiempo sorteando bajadas de precios, reducción de plantaciones y adversidades meteorológicas. El pan de cada día para un cultivo que cada año pronostica un peor futuro. Esta campaña, además, las incesantes lluvias tampoco han dado tregua a las cerezas y todas la variedades han sufrido daños en mayor o menor medida.

Después de un mes, La Rioja Baja ya se prepara para la recta final de la recolección, aunque con unas previsiones poco halagüeñas que se extienden por toda la geografía riojana. A la falta de calidad se une la constante lucha por unos precios justos, “el caballo de batalla de los agricultores” extendido a todo los cultivos.

Santiago Jiménez lleva toda la vida entre cerezos, heredando el cultivo de su progenitor. En los últimos años, sus siete hectáreas plantadas en Quel le han dado muchos quebraderos de cabeza por una simple cuestión, “la especulación que existe en torno a los precios”, hasta el punto de plantearse la continuidad del cultivo.

“Este año, a pesar de haber menos oferta por las incidencias meteorológicas, los precios de salida no han variado y te encuentras con que muchos días estás cobrando la cereza a precios de hace 20 o 30 años, mientras que los costes de la vida han crecido notablemente. Ahí está la gran especulación que existe entorno a este producto tan sutil y efímero que si no se vende hoy, mañana ya vale la mitad”, señala el agricultor.

“Parece que una vez comienza la cosecha, la oferta es más abundante de la prevista y los mercados argumentan la bajada de precios con ese producto que sobra. Como no sabemos el funcionamiento real del mercado solo nos queda confiar, pero seguimos mandando el género sin precio de salida y, aunque intentamos marcarlos, rara ve se cumplen y siempre a la baja”, lamenta Jiménez.

Mientras agricultores como él reciben entre 2,80 y 3,80 euros por kilo de cerezas en función del tamaño y el mercado, el agricultor adquiere dicha cantidad a un precio que varía entre los cinco euros a granel y de los ocho en adelante en las tiendas de barrio. Las tarrinas de 250 gramos, en cambio, se pueden adquirir a 3,50 euros.

“¿Dónde se queda la ganancia? Nadie lo sabe, pero es la misma lucha de siempre cuando este debería ser un fruto super valorado con los costes tan excesivos que tiene durante todo el ciclo, pero nadie lo valora. Se necesita una regulación que fije esos costes mínimos de producción para que no se pague por debajo porque ese tramo final no lo controlamos”, añade Jiménez.

“Campaña nefasta”

El fruto rajado no ha hecho más que complicar la recolección, con un obligado incremento de la mano de obra y el tiempo para llevar a cabo la retirada y selección de las unidades intactas. Pero el resultado más concluyente es la consecuente bajada de precios por uno producto dañado.

“Ha sido una campaña nefasta la de este 2020”, sentencia Jiménez, y estima unas posibles pérdidas de cerca del 60 por ciento a nivel de La Rioja. “Hay variedades que directamente no se han recolectado, y las que sí, lo han hecho con importantes mermas”, añade.

Una año “bajo la sombra, con escasos rayos de luz” extendida por toda la región. Esta escasa producción tan solo servirá para propiciar un excelente estado vegetativo para la próxima campaña.

Junto a Quel, las localidades de Autol y Calahorra componen el tridente de este fruto rojo en La Rioja, aunque con alguna que otra ramificación como la representativa finca en el Valle de Ocón, donde Alfonso Pascual se prepara para recolectar las 60 hectáreas de variedad tardía que tiene plantadas.

“Comenzaremos en julio, como en años anteriores, porque aunque al principio se adelantó un poco la campaña, el fresco de semanas anteriores la han vuelto a retrasar. Pero está siendo difícil llevar los ciclos y va a ser complicado concluir la campaña”, señala el agricultor.

Los datos hablan

Aunque dentro de las frutas de hueso parece que la cereza se mantiene “estable”, cada año se arrancan más árboles y se sustituyen por otros cultivos más rentables y no tan delicados. Los datos hablan por sí solos, y es que desde 2008 se han perdido 116 hectáreas dedicadas tanto a secano como regadío hasta fecha de 2018 (último registro estadístico en la Consejería de Agricultura). Mientras, aunque desde 2008 la producción en toneladas ha crecido en 1.000 más, en los últimos nueve años se han perdido 1.340 toneladas.

 

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