CARTA AL DIRECTOR

Los grandes olvidados

Después de 3 meses, parece que el país recupera el pulso. Incluso en unos días acaba el estado de alarma y abriremos fronteras en territorio Schengen -¿excepto Portugal?-. Es decir, que a la vez que por fin podemos ir a Vitoria a ver a nuestra familia, nos podremos encontrar con turistas de otros países que quieran pasar unos días en nuestra tierra. Hostelería, comercios, industria, fútbol,… Todo vuelve a una aparente y relativa normalidad de la que parece que sólo va a quedar una mascarilla como mucho y un terrible agujero económico…

Soy el primero que, como empresario, quiere la normalidad de antes y que todos los negocios funcionen al máximo, no esta horrible sensación de continua incertidumbre mezclada con el engaño al que hemos sido sometidos con continuos bailes de cifras, con mil teorías sobre el maldito virus y con los ya habituales «sainetes» de los «irresponsables» políticos de todos los bandos.

Siendo consciente de la situación excepcional vivida, me siento decepcionado y enfadado con los responsables de que millones de niños y niñas hayan perdido el derecho a su educación durante seis meses como mínimo, ya que aún nos quedarán por escuchar demasiadas ocurrencias de cómo volveremos al curso en septiembre.

Y no solo estoy hablando de ríos, raíces cuadradas, células o complementos directos, esos contenidos se podrán recuperar antes o después. Estoy hablando de meses sin poder socializar con sus iguales, de no poder reír, llorar y compartir con sus amigos y con profes,. Estoy hablando de hábitos y horarios que en muchos casos se han hecho trizas, estoy hablando de poder cerrar un curso o etapa de una manera presencial.

Después de un esfuerzo encomiable y digno de alabar en la que mis compañeros docentes de todas las etapas y centros educativos supieron adaptarse a la formación ‘online’ y llegar al máximo número de alumnos y de la mejor manera posible, es lamentable constatar que, salvo minoritarias excepciones, ni Administración central, ni autonómicas, ni centros educativos públicos ni concertados, con la connivencia de claustros, asociaciones de padres y sindicatos, hayan sido competentes para haber realizado una desescalada en educación y dar un final de curso digno (tiempo suficiente y diferentes formas de hacerlo existían).

Los niños no interesan porque sigo leyendo con estupor que muchos niños no podrán ir a campamentos y que miles de niños no podrán disfrutar de las piscinas de sus pueblos durante el verano. No hay piscina, bienvenido a internet y redes sociales.

Si no se toman medidas, nos espera una avalancha de problemas de abusos de dispositivos móviles que se puede convertir en otra pandemia que quizá no mate, o sí.

Lo siento, no creo que esto tenga que ver con un virus sino de algo mucho más mundano, el dinero y quién sabe si los votos. Si no es eso, sólo queda espacio para la incapacidad e incompetencia.

Quisiera agradecer la dedicación de los que han realizado su trabajo en los momentos más difíciles (sanitarios, fuerzas de seguridad y los que hacían que pudiéramos comprar todo lo necesario mientras estábamos confinados), todos ellos justamente reconocidos. También a todo aquel centro educativo y docente que ha dado a sus alumnos un hasta pronto lejos de una pantalla. Mi respeto para todo aquel que le hayan parecido correctas las medidas tomadas.

Para finalizar, quisiera pedir que no se vuelva a repetir este abandono y recordar y mandar un abrazo muy muy muy grande a todos los niños y niñas, muchos de ellos estigmatizados y sobre todo, los grandes olvidados.

*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.

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