TRIBUNA

Tribuna: ‘Nuevo modelo y ayuda a las empresas’

Estos días se habla mucho del cambio de modelo que va a llegar para quedarse, una vez superada la pandemia, como si fuera algo del futuro.
 
El cambio de modelo, ese llamado “el nuevo modelo”, al que aguardamos en una sala de espera en la que, expectantes, permanecemos atentos ante lo que ha de venir, debería ser más bien una actitud de análisis de esta crisis, y no una espera, sacando lecciones de aplicación inmediata para ese cambio de modelo, y no solo para contar historias de miedo, o sueños del pasado.
 
Nuestro presente, que se revela hoy mucho más importante que nunca, nos ha puesto firmes, como en un “estado de alarma individual”, que debería hacernos recapacitar sobre aspectos de los que me gustaría destacar cinco:
 
1. La gran vulnerabilidad en las personas y en los negocios, que debe hacernos recapacitar sobre si los cuidamos a ambos con el debido respeto y rigor en los tiempos de bonanza y paz.
 
2. La “nueva normalidad” del tele-trabajo, que nos acerca a un espacio, aun inexplorado en países como España, donde organización y cultura deberán adaptarse rápidamente si queremos llegar a tiempo al tren de las nuevas tecnologías de la comunicación. 
 
3. La reducción de desplazamientos innecesarios, y que, junto al eficiente desarrollo del  tele-trabajo, dará alas a la selección del talento a distancia sin importar la ubicación de la empresa y que conciliará infinidad de familias con grandes profesionales entre sus miembros.
 
4. La higiene, que deberá pasar de ser una costumbre diaria, más o menos importante, a formar parte integral de un plan de cambio de hábitos en el comportamiento social y en los protocolos de seguridad de empresas y servicios.
 
5. La solidaridad, quizás la mejor lección de esta crisis, maravillosa actitud que hoy ha mostrado ejemplos que hacen al Homo Sapiens elevarse muy alto, pero cuya labor sería deseable que permaneciera en “alarma permanente” después de la pandemia, como parte integral del “nuevo modelo”.
 
Pero si hay algo evidente en la vida de una empresa, y en la vida de los humanos, es que la gestión en periodos de crisis viene siempre de la mano de un replanteamiento de la situación, con una visita especial de los responsables que, quizás vestidos con “uniforme de campaña”, repasan objetivos, indicadores y presupuestos generales para adaptarlos a la realidad forzosa que, como con la crisis del COVID -19,  nos obliga a todos a remar con más fuerza y decisión que nunca.
 
Pero es que la gestión de la empresa y la de nosotros mismos en tiempos de normalidad, es tan importante, o más, que en tiempos de crisis y pandemia.
 
Es por esta obviedad que, en lo referente concretamente a la empresa, no deberíamos pretender tratar de igual a igual la solución a negocios en reiterada mala gestión (endeudamientos excesivos, desfases de gastos, y alegrías en planes sobredimensionados), con aquellos que se esfuerzan siempre, y especialmente en tiempos de bonanza, por aplicar la prudencia, las limitaciones y ajustes de gastos y liquidez, la gestión de indicadores rigurosos, y siempre atendidos con el criterio de la buena visión a corto y a largo plazo.
 
Es aquí, que cuando se anuncian las llegadas de las tablas de salvación, dispuestas a que se suban en ellas tanto unos como otros, cuando las malas gestoras se suben las primeras, encontrando en ellas las razones más que justificadas para la salvación de su negocio, sus empleos y la economía del Estado.
 
Sería conveniente que ese Estado, que, aunque con escasez de medios y tacañería para con las empresas, acierte separar el grano de la paja, y aplicar con criterios de calidad de la gestión de la empresa las ayudas a facilitar a aquellos que vayan a saber utilizarlas con la mesura y la prudencia que esto exige tanto en tiempos de crisis, como en los tiempos de bonanza.
 
En esta acción, no solo están en juego los puestos de trabajo y la economía, si no de manera más profunda y global, la solidez y credibilidad del Estado, de sus estructuras y de su ética profesional al reconocer y alentar al mejor. 
 
La confianza en el Estado, y en nuestra propia Nación, está en juego, no vaya a ser que cambie la fábula, y la cigarra siempre gane…

Subir