La Rioja

El ángel sin alas echa a volar hacia la jubilación

Este lunes ya no volverá a su consulta del Centro de Salud. Juan Carlos Pérez se jubila después de décadas al pie del cañón. Y lo hará meses más tarde de cuando debía haberlo hecho. Su feliz marcha estaba prevista para abril, pero la situación extrema en la Atención Primaria le hizo dar un paso al frente y decidir que hasta que la pandemia no estuviese contenida seguiría allí. Colaborando con la sociedad, haciendo lo que mejor sabe hacer, evaluando a sus pacientes, que en el caso de la Atención Primaria, a veces, se convierten en parte de la familia.

Juan Carlos Pérez comenzó su vida profesional en la consulta del doctor Esteban Lana. Pronto daría el salto a la medicina de pueblo y pasó por decenas de ellos. Pipaona, Soto en Cameros, Tudelilla, Torremanzanas (Alicante). Después volvió a La Rioja. Al centro médico de Autol para terminar su carrera profesional en Calahorra.

Con un ojo clínico digno de admiración y una capacidad de empatizar con el enfermo increíble, pronto se haría querer por sus pacientes. Nadie que haya pasado por sus manos ha olvidado su forma de tratar al paciente: con calma a pesar de las listas de espera, con esa voz suave que tranquiliza al que llega a una consulta cargado de incertidumbres.

El trabajo en solitario nunca fue con él. A Juan Carlos lo que le gustaba era trabajar en equipo. Por eso tomó las riendas de la junta local de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Calahorra. Él la configuró tal y como ahora la conocen los calagurritanos y trabajó incesantemente por ayudar a los enfermos y a sus familias en todo lo que se podía.

Se convirtió en un ángel sin alas para decenas de personas. Puso a la asociación en el lugar que se merecía con cientos de personas colaborando en todos los actos que se organizaban. Si Juan Carlos pedía que Calahorra acudiese al paseo de otoño a la fuente de Caricente, allí estaba Calahorra.

Amigo de sus amigos, padre ejemplar y tierno abuelo. Ahora llega el momento de descansar. De esperar a que llegue el fin de las fases y poder acercarse a Madrid para disfrutar de esa nietita a la que casi no conoce fuera de las videollamadas, a echar una mano a sus hijas, a disfrutar con su mujer y a gozar con sus amigos: los que son capaces de irse a Francia a ver una etapa del Tour y ya de paso a disfrutar de las glorias gastronómicas vascas a la vuelta.

Juan Carlos dice adiós a la medicina, pero deja un legado imposible de olvidar. El ángel sin alas echa a volar. Seguro que sabrá sacarle rendimiento. Se lo merece.

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