CARTA AL DIRECTOR

«No estoy conforme»

FOTO: Eduardo del Campo

De las pocas cosas positivas que ha tenido este confinamiento —hablo en pasado porque he empezado a normalizar— ha sido el tiempo. Vivimos a todo trapo, discriminando lo que nos conviene de la algazara de las preocupaciones… y este parón me ha permitido disfrutar el silencio, como Depeche Mode, y hacer un retorno a los orígenes. ¿Por qué escribo? ¿Qué me gusta de la música? ¿Por qué soy del Logroñés?

Con Federación y Liga, Rubiales y Tebas, en guerra, la federación ha decidido cancelar definitivamente el resto de la temporada regular, dejando la campaña sin descensos, y plantear unos play-off a partido único en campo neutral que dirimirán los ascensos a Segunda y Segunda B.

El año que viene tendremos cien equipos en la división de bronce, y veremos qué pasa en Tercera. Puede ser un primer paso para la construcción de una división intermedia entre Segunda y Segunda B, que, en teoría, debería ser profesional al cien por cien y mitigaría las crueles diferencias que vemos cada año en Segunda B, donde un equipo recién caído al infierno se gasta más en bolis que uno de los más humildes en fichajes.

Y aquí empieza el fiestón. De ochenta equipos, dos tercios guardan silencio (o ni les va ni les viene, o han eludido un descenso amenazante), una quinta parte están relativamente satisfechos (al fin y al cabo, han asegurado antes de tiempo la meta por la que luchaban), y el resto ponen el grito en el cielo. Hay en esta facción disidente equipos muy poderosos económicamente, filiales de primera, clubs con un apoyo social masivo que pueden hacer mucho daño como la cosa vaya a los tribunales. A ver quién le pone el cascabel al gato. Salomón sí que sabía resolver estos entuertos.

Podría lanzarme a elucubrar opciones y a tratar de buscar la cuadratura del círculo, pero voy a proponer una abstracción. ¿Qué nos gusta del fútbol? En mi caso es el ritual. El mirar de reojo el reloj una hora antes y llegar al campo cuando apenas están calentando, cruzarte con los amigos… protestar a gusto una decisión polémica, charlar sin casi mirarnos porque el equipo juega como el Bayern… Ejemplo: el día de mi cumpleaños jugamos contra el Marino de Luanco la Copa. En un córner a favor que yo daba por perdido, mi colega dijo: “Gol de Andy, de regalo de cumple”. Y a pesar de tener a Saha defendiendo, gol. ¡Ese tipo de cosas son lo mejor del fútbol!

Llevo once años esperando. He visto a Cervero quedarse dos veces con la miel en los labios en las últimas jornadas, caer con los equipazos de Pouso rabioso por la injusticia, volvernos a decepcionar quedándonos a las puertas o perder todas las opciones en veinte minutos fatídicos. También he visto al equipo arrastrarse, sufrir para no bajar, dar lecciones de apatía y hasta a un blanquirrojo soltar un improperio a su propia afición. Estoy harto de que todos los años sean el año de cualquiera menos nuestro, pero me niego a dejarme llevar por el ansia de ver el premio cerca.

Partidos de gradas vacías… ¿eso es fútbol? Citando a Ángel Cappa, «el fútbol es la fiesta de los pueblos». Sin pueblo que festeje, ¿Qué quedan? Once tipos en calzones corriendo detrás de un balón. Me explico. Vamos a ponernos en el mejor de los casos: subimos. Objetivo cumplido, somos los mejores… pero nos falta ese festejo en Murrieta, atascar República Argentina o que no haya sonómetro que aguante los decibelios de esa grada. Ahora imaginemos que el año siguiente nos va mal. No hemos podido ir al campo a disfrutar, y con suerte podremos ir cuando nos desplomemos.

Nos quedamos en este play-off. Vamos a imaginar un partido huracanado. Un Pulido Santana de turno como árbitro de la contienda. Tres penaltis en contra, uno de ellos repetido dos veces, y terminamos con ocho. ¿Qué nos queda? Ni siquiera poder bramar una filípica in situ.

Como cantaron los Queen, lo quiero todo. Quiero poder aplaudir a Santos o a Rubén cuando empiecen a quedarse sin combustible. Quiero celebrar un mano a mano resuelto por Miño como si el balón se desviase con mi voluntad. Quiero poner en duda el criterio arbitral a grito pelado si al ilustre colegiado empieza a pesarle más un hombro que otro y, por encima de todo, quiero cantar el gol de la victoria como si el mundo fuera a llegar a su fin, o darme un abrazo silencioso mientras vuelvo a casa cabizbajo si se tuerce. Que mueve mucho dinero y le gusta a casi todo el mundo, pero, ¿no será mejor esperar y disfrutarlo en condiciones?

Será cuestionable, pero es mi opinión. «Me gusta que me aplaudan, y que me abucheen», como decían los Calle 13.

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