Crisis del Coronavirus

La ‘nueva normalidad’ en las peluquerías: mucho plástico y mucho estrés

Salón Garpez, en Calahorra.

Enfundados los guantes y ocultado el rostro bajo una tela y una pantalla transparente, todo está listo para volver al trabajo después de casi dos meses de parón. Así es ahora la rutina de preparación en las peluquerías, cuyos clientes tampoco se libran de cubrir su cuerpo con plásticos. Patucos, bata, mascarilla, … “El trato es el mismo, pero falta expresividad en el contacto con el público. Ha aparecido una barrera”.

El proceso de adaptación ha supuesto “mucho estrés” para Silvia Sáenz, peluquera en la localidad de Ausejo: “El cambio para mí ha sido enorme. He pasado de estar cincuenta días encerrada en casa sin estar en contacto con gente a pasarme el día rodeada de clientes y con el miedo a poder contagiarles porque aquí viene mucha gente mayor”. Eso sí, Sáenz asegura que la concienciación no es generalizada, ya que no todos los clientes acuden con mascarilla y guantes y hay quienes consideran “exageradas” las medidas de seguridad.

Peluquería Silvia Sáenz.

El volumen de trabajo también ha variado, pasando de atender a diez u once personas diarias a seis o siete, todo en función de si hay tintes o cortes de chicos. Su lista de espera se prolonga por una semana y media, pero Silvia asegura que, al trabajar en un pueblo, “la gente tiene bastante consideración y, aun sabiendo que está abierto, esperan hasta que esté más relajado”. Ha preferido dar prioridad a las canas y cortes de chicos que no se han hecho desarreglos en la cabeza, “porque algunos no han aguantado y se han hecho estropicios o se la han rapado”.

El Salón Garpez en Calahorra, por su parte, prefirió atender a sus clientes desde el miércoles “para preparar todo con la calma y organizar bien las medidas de seguridad”, apunta su gerente Merche García. “Ahora la tranquilidad del usuario es muy importante”, resalta, y en su caso, se ha encontrado con una recepción y gratitud generalizada por parte de la clientela habitual, “cumpliendo y aceptando con gusto todo el protocolo de seguridad establecido”.

Salón Garpez.

Por el momento, sus tres trabajadoras que se han acogido a ERTE se mantienen sin volver a su puesto de trabajo y es ella quien se hace cargo de todo el volumen de trabajo durante esta semana. “A partir ya de la próxima semana recuperaré a una trabajadora más, pero todavía no sé cuándo podré tener a todas conmigo de nuevo porque el nivel y forma de trabajo han cambiado mucho”, señala desde el Salón Garpez.

Las tarifas, a debate

Tal vez, la parte más desagradable de esta vuelta a las tijeras y el peine es la subida de precios. Para Merche suponía “un apuro” cobrar unos euros más por el mismo servicio, pero con las normas de seguridad decretadas por el Gobierno para adquirir material de protección y desinfección sus costes se incrementaron en más de mil euros: “Desde una plataforma de peluqueras hablaron de subir las tarifas seis euros, pero a mí me pareció una barbaridad y he subido tres para cortes y cuatro para tintes para cobrar los EPI”.

Silvia, en cambio, ha decidido no variar los precios y abonar de su bolsillo los gastos adicionales, así como la provisión de mascarillas para los clientes que no vengan con ella puesta: “Probablemente pierda dinero, y sé que otras peluquerías sí han decidido subir los precios, pero de momento quiero trabajar igual y que la gente venga contenta y tranquila. Eso sí, si los clientes no se toman enserio el acudir con una mascarilla, tendré que cambiar el método”.

Ahora el plástico se ha convertido en una prenda más en la vestimenta habitual de las peluqueras. “Estamos enfundadas”, apunta Merche, mientras que Silvia considera “abrumadora” la cantidad de basura que genera al día con las batas y capas desechables. Pero la prevención y desinfección están a la orden del día. Ambas peluqueras coinciden en que “la gente acude sin miedo a arreglarse el pelo”, aunque la “tensión” e “incertidumbre” es generalizada entre el sector ante las expectativas de lo que vaya a durar este nuevo modelo de trabajo.

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