La Rioja

La vuelta a las peluquerías: agendas completas y medidas de seguridad

Desde el 14 de marzo que había cerrado la persiana de su establecimiento, Raquel ha estado en casa. Quizás las peluquerías han sido los establecimientos que más cambios han tenido a lo largo del confinamiento. En un principio se les permitió abrir. Tras las quejas del sector, les permitieron cerrar. Ahora son los primeros que han podido volver a abrir sus puertas al público.

Son las nueve y media de la mañana de este lunes, 4 de mayo. Raquel sube la persiana de su local después de casi cincuenta días con algunas dudas y pendiente de todas las medidas de seguridad que debe tener. Un paquete de guantes y un bote de gel hidroalcohólico son los protagonistas de su mostrador junto a la agenda y el teléfono, que no deja de sonar.

“El mayor problema ha sido que hasta el sábado por la tarde no supimos las medidas concretas de seguridad que debíamos tener”, cuenta. En un principio ni siquiera sabía si podría abrir. “Algunos decían que si abríamos tendríamos que devolver las ayudas recibidas estas semanas, pero el Gobierno advirtió enseguida que no sería así”. Fueron días confusos, como en casi todo en estos tiempos de pandemia.

La agenda ya la tiene casi al completo para esta semana. Incluso ha tenido que ampliar el horario. “Resulta todo un tanto extraño. Sólo voy a atender de uno en uno, aunque tengo espacio para tener a dos. Hoy, por ejemplo, tengo a dos personas de la misma casa. A ellos sí que los voy a atender juntos, pero guardando las distancias”.

De los tres sillones de corte, uno ha desaparecido. El tema de las mascarillas es otra cosa. “Le he pedido a mis clientes que vengan con su propia mascarilla. No se puede atender a nadie que no la lleve”, advierte.

Llega Amaya. Será su primera clienta. Se ha dejado la mascarilla en casa porque viene de dar un paseo en su franja horaria. No hay ningún problema. Vive cerca. Sube a por su mascarilla a casa y vuelve a bajar a la peluquería. Lo primero, lavado de manos. Buen chorrón de gel hidroalcohólico y guantes. Comienzan la conversación habitual entre peluquera y clienta. “Descárgame un poco. Sólo vamos a aprovechar para dejarlo un poquito más largo de lo habitual. Si veo que no me va bien vengo la semana que viene y metemos la tijera”, le dice.

Las conversaciones han cambiado. El coronavirus lo centra todo. “Parece que ayer había ya menos gente por la calle que el sábado, poco a poco la gente se irá acostumbrando”, comenta Amaya, que es una deportista habitual. “Lo peor de todo es que no puedo pasar a Azagra (Navarra) a ver a mi abuela. Pensaba que se iba a tener otra consideración con la ribera. Si total, la gente está pasando a comprar y a trabajar de un lado a otro. No tiene demasiado sentido”, apunta.

Raquel, mientras, va limpiando todo lo que va a utilizar Amaya. Sillón de corte, sillón de lavado, tijeras… No hay revistas del corazón. Resulta curioso. “No sabemos cuándo las podremos volver a tener. De momento, nada”, señala Raquel. Tampoco importa demasiado. Después de casi cincuenta días confinados, a la gente lo que le apetece es hablar. Aún no se ha dado tiempo a ver si alguna clienta se ha hecho un chirgo en casa. “Me temo que alguno habrá pero ya lo arreglaremos”.

Empieza el corte de pelo y comienzan los primeros problemas. Hay que quitarse una de las gomas de la mascarilla para poder recortar bien detrás de la oreja. A Raquel se le empaña la pantalla. “Supongo que será cuestión de ir acostumbrándose”, afirma resignada, pero contenta de volver a poder abrir su negocio. La mayoría de sus clientes son casi de la familia. Tiene ganas de verlas.

Las conversaciones fluyen siempre con el mismo común denominador. Amaya es profesora de matemáticas de Bachillerato. “No os podéis hacer una idea de lo que estamos trabajando. Yo no le puedo decir a mi alumno que se mire el temario”. También está el ámbito personal. Las dos coinciden: la desescalada no está siendo fácil. “Tú quieres cumplir todas las reglas. Sales a correr sola aunque estás acostumbrada a salir acompañada y luego ves que la gente incumple y resulta un poco frustrante”, comentan ambas.

Entre unas cosas y otras, termina el corte de pelo y llega la próxima clienta. Manteniendo las distancias de seguridad entra una y sale otra. “¿Una foto con estos pelos?”. Raquel vuelve a limpiar todo. “Voy a tener la peluquería como los chorros del oro”. Así es. Pedimos cita para el jueves. Como la mayoría, nosotros también hemos esperado a que nuestra peluquera vuelva a abrir.

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