El Rioja

“Preocupación” y malas previsiones en el horizonte de cara a la vendimia

No hay otro pensamiento que azote más durante estos días al agro riojano. Cualquier viticultor interpelado lo menciona: “¿Qué va a pasar con la vendimia de este año?” La incertidumbre sembrada anteriormente en Rioja con asuntos como el Brexit o los aranceles de Donald Trump ha germinado con la llegada del COVID-19 y sus consecuencias económicas. Las posibles actuaciones, como la destilación de crisis, la vendimia en verde, el almacenamiento en bodega o la bajada de rendimientos están sobre la mesa, pero ninguna acaba de materializarse.

“Estamos frente a un año confuso, porque no sabemos cuántos kilos de uva vamos a poder recoger ni a qué precio nos las van a pagar, aunque es evidente que va a haber reducciones”, apunta una agricultora de Rioja Alta. “Ya se comenta que van a recortar ‘el papel’, así que mi idea es limitar al máximo las inversiones porque sé que no voy a tener unos grandes ingresos. La gente ya sabe que va a tener que ahorrar en manos de sulfato y peonadas porque no se augura una cosecha bien pagada ni en la que se vaya a recoger el cien por cien de la uva”, añade.

Ya la cosecha anterior en esta zona de de la denominación vino complicada con el pedrisco y las tormentas acaecidas poco antes de iniciar la vendimia, provocando “un destrozo” y una merma tanto en la producción como en la calidad. Esta agricultora, proveedora de la Bodega Marqués de Cáceres, afirma que la venta de sus uvas “por el momento está asegurada” gracias al contrato que mantiene con la empresa, situación diferente para aquellos agricultores que carecen de dicho contrato a pesar de ser proveedores asiduos.

“Se comenta que los rendimientos rondarán entre un 80 y un 85 por ciento, pero tengo entendido que la ratio bajará unas décimas nada más, así que tampoco se van a poder asegurar unos precios dignos”, considera, por su parte, Jesús, viticultor de El Redal. Él ya se plantea “un año en blanco, con una cosecha muy escasa porque, además, se rumorea que van a subvencionar la vendimia en verde, es decir, en julio tener que tirar las uvas al suelo, así que los ánimos no son muy halagüeños”.

Como miembro de la Bodega Cooperativa San Cosme y San Damián, Jesús asegura que ya se han tenido que hacer aplazamientos de cobros a algunas bodegas: “Ahora los contratos no sirven de nada porque tampoco puedes presionar en estas circunstancias. Si ellas no venden vino, no pueden pagarnos. Y en ceirto modo somos privilegiados porque podemos vendimiar con tranquilidad ya que la cooperativa tiene capacidad para guardar esta cosecha y más”.

Desde Hormilla, Eusebio es consciente de la “peliaguda situación” que se avecina para el sector vitivinícola: “Hay preocupación y esto nos fastidia porque sabemos que va a haber reducciones en las cosechas, así que esperemos que al menos sean compensadas y que si los precios bajan lo hagan de forma controlada. Librar esta campaña sin pérdidas sería un éxito”. Lo importante, tal como recalca este agricultor, es que “se recupere en cierto modo el consumo y mejore la situación sanitaria para que la decisión tomada por una bodega en particular no se generalice”.

La falta de mano de obra, cuestión sin resolver

Aunque la espergura ya ha comenzado en La Rioja, lo ha hecho de forma desigual en cada zona. Eusebio ya está recorriendo los surcos de sus viñas embarradas, pero apunta que “lo fuerte vendrá la próxima semana, cuando se generalice la campaña en todas las parcelas”. Gestiona la explotación agrícola junto con su hermano y, como cada año, la ayuda de trabajadores adicionales para estas fechas es indispensable. “Ahora llevamos a ocho personas, de Logroño y Haro, aunque estamos a la espera de ver qué pasa con una cuadrilla de Portugal que suele venir otros años”, explica.

Este viticultor asegura que, a pesar de las facilidades otorgadas por el Gobierno para poder disponer de mano de obra en el campo, todavía “hay cosas que funcionan mal”: “Todos los días tenemos que hacer cinco viajes a Haro para traer al resto de trabajadores, con el riesgo que ello conlleva y el tiempo que nos quita de estar en la viña. Es más peligroso eso que el hecho de que venga esas cinco personas que viven juntas en un mismo coche”. De una forma u otra, “cada viticultor se las apaña para dejar sus viñas listas, aunque la situación es la que es”, añade.

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