El Rioja

Viñedos Hontza: “A la pelea” entre lo artesano y los límites de Rioja

Fotos: Amaya Garrido

Un vino natural y con certificado de ecológico, sin sulfuroso, sin clarificación, sin estabilización ni acidificación. Un Rioja poco común lejos de los más convencionales y clásicos. Viñedos Hontza, en el término de Labraza (Rioja Alavesa), se constituye como “un vino joven con cepas viejas”. Su precursor, Iker García, no duda de su método de elaboración, independientemente de si la marca Rioja le acompaña o no. Y en este sentido, el agricultor critica la desventaja de los pequeños productores como él ante la “excesiva burocracia que desde la Denominación exigen como si todos fueran grandes bodegas”.

Pero su afán por seguir haciendo un producto peculiar, de zona, no cesa y quiere más: “Ando siempre a la pelea entre ofrecer algo artesano y no salirme de los márgenes de la Denominación”. Con 10.000 botellas comercializadas el último año (comenzó con 3.000 en 2016), su propósito es llegar a las 15.000. Para ello considera mejor “llevar menos viñas y hacer más botellas, porque el trabajo en el campo es costoso”.

Y más en su caso, donde el tractor y la abonadora son reemplazados por la mula mecánica, la mochila y la azada en una viña de 90 años, la más antigua que tiene. “Aquí la mecanización es imposible, son viñas plantadas para trabajarlas con machos, así que el coste de tiempo se multiplica por seis”. Esta parcela de apenas media hectárea alberga, curiosamente, más de diez variedades de uva entre tintas, garnacha, graciano, mazuelo, viura, miguel de arco, garnachas tintoreras, calagraño y alguna uva de mesa. Tinto y blanco se vinifican todo junto y García elabora así un único vino que saca como Rioja.

Estas variedades tan rústicas reducen, además, el riesgo de enfermedades y plagas en la vid, ya que su vigor es menor y la viña no está tan forzada, por lo que apenas se les aplican tratamientos. Junto a ello, la flora que rodea a los viñedos marca mucho el carácter de los vinos. En concreto, influye un pinar con árboles autóctonos típicos de la costa mediterránea considerado el único más al norte de la Península Ibérica. Esa vegetación, “según quienes han catado los vinos”, aportan unos matices de resina y aromas a mediterráneo. “La gradiente altitudinal también influye en esa frondosidad de las cepas”, añade García.

Hontza se caracteriza sobre todo por una elaboración basada más en las parcelas que en las variedades en sí, “porque al ser parcelas muy pequeñas se vinifican generalmente por separado”. Principalmente, la garnacha y el tempranillo copan sus barricas como vino base procedente de varias zonas, pero ya comienza a adentrarse en el mundo del blanco con la viura y el calabreño.

Este agricultor, elaborador y comercializador tiene claro que “en Rioja todas las grandes bodegas tienen un peso muy importante, el día a día está hecho para ellas en cuanto a trazabilidad y todo, pero la realidad es que siempre que estés dentro de la Denominación, tendrás un nombre”. Eso sí, “el mercado no deja de ser “muy complejo”, aunque asegura que su experiencia en ventas es “poco representativa”.

Aunque el enoturismo es una asignatura pendiente de desarrollo para esta pequeña bodega, García insiste en que la restauración también tiene una responsabilidad importante a la hora de dar a conocer este tipo de vinos que se salen de lo común: “La gente no está acostumbrada a todos los perfiles de catas y hay un montón de vinos diferentes que tampoco interesan al sector hostelero. Esa artesanía que se busca en la gastronomía no es demandada de igual forma en el caso de los vinos, así que los restaurantes deberían molestarse más por realizar su propia cara de vinos a través de pruebas”.

Subir