Se ha enfadado el mister. ¡Se ha enfadado Sergio Rodríguez! Y como la victoria que no cesa está dejando de ser noticia, el mosqueo del técnico de Logroño en sí mismo es una noticia de apertura. A todo lo que dé en píxeles. «Del tema de la suerte estoy ya un poco cansado, creo que se pueden poner otros adjetivos: compromiso, convencimiento, solidaridad. Estoy un poco agotado, me aburre completamente, para mí eso es el comienzo de no valorar las cosas». Se ha enfadado en serio. Es más, ha preferido no seguir debatiendo sobre esta cuestión ante la repregunta de un periodista en sala de prensa.
Después de 125 partidos al frente de la Unión Deportiva Logroñés, Sergio Rodríguez se ha enfadado por primera vez. Y mira que ha tenido que superar momentos complicados: los dos encuentros en interinidad, aquellos diez partidos en interinidad… su primera temporada al completo con muchas críticas destructivas en la grada, aunque no solo en la grada. Aquel pésimo inicio liguero que por poco le cuesta el cargo en La Planilla. Aquella rueda de prensa tras caer en Las Gaunas ante el Sporting B. No se enfadó ni el día que superó su primera bola de partido al ganar al Real Unión en Logroño. Tampoco cuando empezó a ganar y no ha dejado de hacerlo desde aquel día ante el Real Unión. Ni ahora que habitualmente se le pregunta sobre su no renovación. Ni una sola palabra de revancha. Siempre juega limpio. Siempre desde explicaciones precisas ofreciendo un punto de vista desde lo futbolístico que no busca polémicas, artificios o desviar la atención hacia otros espacios que no ayudan a su equipo ni tampoco al fútbol riojano.
Sergio Rodríguez es un tipo analítico. Es cerebral y sobre todo es un tipo prudente. Habla bajo, pero se explica con precisión. Dice lo que que quiere decir, porque lo hace siempre desde el fútbol y porque tiene la capacidad de componer frases más allá de los tópicos, cosa que se agradece. Creo que de su primer jefe en una dirección deportiva aprendió también lo que no conviene hacer en sala de prensa. Porque a la larga, la frase gruesa debilita. El chascarrillo, la broma, la hipérbole o la mentira son el mejor tiro que uno puede darse en su propio pie. Por eso, Sergio Rodríguez resiste largas ruedas de prensa sin un solo patinazo.
Sus intervenciones superan habitualmente los diez minutos de duración, tanto las que ofrece antes de los partidos como las que da después. Y os garantizo que en más de diez minutos caben muchas preguntas, la verdad, y más cuando la cosa no marcha bien. Y nunca ha rehusado dar su visión. Y no lo hace ahora sólo porque gana: viene siendo así desde que se sentara en el banquillo del primer equipo por primera vez, ante el Real Madrid Castilla en Valdebebas.
Bien, pues el 23 de febrero de 2020 pasará a la historia del club porque Sergio Rodríguez se enfadó.
Y creo sinceramente que no ha sido por la pregunta. Ha tenido que superar preguntas más duras. Es más, ha tenido que lidiar con el peor de los vicios periodísticos: esa manía que tenemos de ocultar una opinión personal como si de una pregunta se tratara. Un consejo: creo que está empezando a dejar de colar eso de “¿has jugado mal, verdad?”. Menuda trampa a la profesión. Mejor: “¿Cómo crees que has jugado?”, por ejemplo. Es un vicio que deberemos ir quitándonos poco a poco.
Ha pasado por preguntas complicadas, como la de “¿te sientes preparado para sacar esto adelante?”. Habitualmente es el inicio del fin. Menos para Sergio Rodríguez. La respondió en Calahorra y desde entonces, el técnico de Logroño no se cansa de ganar, ni tampoco de responder preguntas. Pero si algo nos queda claro es que no cree en la suerte como elemento determinante a la hora de decidir un partido hacia su lado o hacia el del contrario. Cree, creo, en el fútbol. Y cree, creo, en sus jugadores y en el trabajo que están realizando día a día para ser ahora mismo el mejor equipo de Segunda B junto con el Atlético Baleares.
Sergio Rodríguez acaba de hacer la defensa más frontal hacia sus futbolistas. Siempre ha estado del lado de sus jugadores. Siempre ha dado la cara por ellos, a pesar de que en ocasiones también analiza ante los medios los fallos o los desajustes de sus jugadores. Insisto, desde el fútbol, Sergio Rodríguez lo analiza todo con franqueza, que creo es una de las razones principales de su éxito. La franqueza le está permitiendo superar eso tan riojano de pensar que lo de fuera siempre es mejor. Y con la respuesta tajante en contra del argumento de la suerte para explicar una victoria más prosigue en ese trabajo que se marcó hace ya unos cuantos años de resituar al fútbol riojano en el espacio que él, buen conocedor de la región, cree que La Rioja se merece.
Porque el equipo de trabajo de Sergio Rodríguez hace mucho tiempo que dejó de creer en la suerte, en el azar para ganarse el derecho al ascenso. Es más, hace mucho tiempo que por la Unión Deportiva Logroñés han dejado de moverse por sensaciones. Otra de las cosas buenas que dejó el paso de Carlos Pouso por la Unión Deportiva Logroñés fue que las sensaciones son buenas cuando se gana, pero son destructivas a más no poder en cuanto se comienza a perder. Con sensaciones no se va a ninguna parte.
Sergio Rodríguez no cree en la suerte porque no puede creer en la suerte. No es suerte porque Ibon Labaien se mete unas palizas tremendas para sacar ya en el autobús las primeras imágenes de los aciertos y errores de un partido y empezar así a preparar el partido del domingo siguiente. Cuanto antes mejor para un primer análisis en caliente. Sergio Rodríguez no puede permitir que el debate se centre en el azar de este equipo porque sabe cómo se emplean cada día sus futbolistas. Lo de César Caneda no es suerte. Que Miño siga progresando tampoco es por azar. Que Santos esté mejor que nunca, tampoco. Lo de Paredes requiere de un trabajo muy específico. El fichaje de Errasti no llega por suerte. Ni la continuidad de Olaetxea. Conocer a Roni, apostar por Jaime Sierra, creer en Gorka, traer a Zabaco, pensar en Iago López, jugar para Ander Vitoria… Que el equipo encaje un gol en el 83 y responda tres minutos más tarde con el gol de la victoria no es por suerte. Llevar quince semanas sin perder no es por casualidad. Nadie tiene tanta suerte.
Porque los 7.000 espectadores (tampoco llegaron ahí por culpa de la buena suerte) se han dado cuenta de que el equipo ha dado el paso adelante que solo tiene esa plantilla que se siente campeona. Y si este equipo domina el arte del balón parado es porque Pineda se lo trabaja en cada entrenamiento. Y porque claro, tiene la suerte de contar sobre el terreno de juego con futbolistas como Caneda, entre otros, capaz de hacer a sus casi 42 años cosas que nadie creería. Y la suerte que tenemos nosotros es que podemos verlo cada domingo. Lo único que no hay detrás de los logros de Caneda es suerte. Solo constancia, insistencia, trabajo y convencimiento de que este año 2020 puede ser histórico para el fútbol riojano. Y si finalmente no se consigue, por suerte, todo indica que volverán a intentarlo. Valoremos qué suerte la nuestra.