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Muro: la esencia de la perfumería clásica y primitiva en Logroño

Un mundo sin perfume sería un mundo sin historia. El perfume es testigo de todas las sociedades, comercios y culturas que han ido surgiendo desde la antigüedad. Y en Logroño, una pizca de esa historia se puede encontrar en la calle Marqués de Vallejo, en la perfumería Muro.

Este establecimiento nació a finales de los años cuarenta en el mismo lugar donde sigue ahora. La idea original fue albergar un local que siguiera la línea de las perfumerías que había en Europa. Unos negocios que, mucha veces, eran compartidos con farmacias y droguerías. Y así fue durante el primer ciclo de Muro hasta los años ochenta.

Con el paso del tiempo, el negocio fue derivando hacia solo una perfumería que contaba con las marcas más carismáticas de la época. En 1981 el dueño se jubiló y tomó los mandos de la tienda María, actual propietaria. “Desde entonces hemos ido creciendo en el tiempo, no económicamente, sino de manera profesional”.

Muro se ha mantenido en los malos tiempos y ha aguantado las etapas más duras del mercado. Esos procesos han sido los que han vislumbrado cómo las marcas más carismáticas pasaban a ser “carne” de las grandes superficies. “De esta forma se devaluaron y deterioraron a medida que pasaban a manos de gente que no era perfumista, simplemente era gente que, lo único que buscaba, era imponer una economía, asegurándose los beneficios, aprovechándose, además, de que la clientela no sabía lo que era la cosmética”, cuenta María.

En los últimos años la demanda ha cambiado y los clientes, más responsables y minuciosos, solicitan productos con más exigencia. “Empezamos a notar que había una perfumería que estaba naciendo con dificultades, a la vez que cambiaba todo el sistema social, en la que se le daba más importancia a cuándo se había elaborado el producto, cuándo había sido envasado o qué tiempo de vida tenía, mientras persistía una clientela que demandaba ciertos productos minoritarios con una filosofía de base, y los perfumistas exigían posicionarse de un lado u otro”.

Esta obligación en la definición hizo que desaparecieran del contexto esas marcas que antes ocupaban las baldas, marcas que el cliente conocía, marcas carismáticas que habían ido derivando hacia manos de grandes multinacionales que lo único que querían era lucrarse. Ya no existía rigor ni filosofía: usar una marca u otra ya era la garantía. “Para nosotros fueron tiempos difíciles, porque el cliente dejó de ver en la balda la marca y le tenías que introducir en un mundo que desconocía. Este fue el comienzo de la desaparición del concepto esencial de las primeras perfumerías”. De hecho, a día de hoy, además de Muro, solo quedan otras dos perfumerías primitivas en España.

Trato personalizado

“A raíz de aquí hemos ido caminando hacia una exigencia de calidad, donde el cliente elige dónde comprar no por inercia, sino buscando determinados productos que les dan una seguridad clara gracias a las manos que se lo venden”, añade.

María incide en que la profesión de perfumista como tal se ha diluido. “El consumidor lo que quiere es que tú le cuides la piel. Son personas muy selectivas a las que no les da igual estar en manos de cualquiera, y, por mucho que cueste creerlo, esto no implica que sean personas de alto poder adquisitivo”.

Y precisamente esta es una de las cualidades con las que cuenta la perfumería Muro. “Hay una gran pluralidad de clientes, no solo de alto standing, hay clientes de todo tipo. Y por ello nosotras tenemos artículos que encajan con todo el público”.

María destaca que mucha parte de su trabajo está relacionado con la empatía. “Es dejar de ser uno para ser el otro. Cuando alguien nos pide un perfume imaginamos cómo esa persona va a vivir la fragancia, cómo va a casar con su vida cotidiana. Este es el trabajo maduro que hacemos en la tienda a nivel de servicio, no es esporádico ni tampoco general. A cada persona se le atiende de diferente forma. Y antes de todo esto, los trabajadores de Muro testamos todos y cada uno de los productos, trabajando desde la objetividad. Necesitamos saber qué vamos a vender, de qué está compuesto el producto, para así trasmitirle al cliente qué es realmente lo que necesita”.

Y esta labor no solo se hace con los perfumes, la cosmética sigue el mismo procedimiento. “Tenemos que estar seguras de lo que ofrecemos. Todo lo que trabajamos en Muro es natural, por ejemplo, el maquillaje que vendemos no contiene pigmentos animales, sino minerales”.

Tras ochenta años de vida, cuarenta de la mano de María, “solo nos queda agradecer a todas las personas que pasan por la tienda porque son el fermento que nos da la fuerza y entusiasmo que nos permite seguir estando. Mi único deseo es que, aunque cambie la gerencia, la esencia de la perfumería continúe”.

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