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‘Apellidos ilustres’

Los herederos de grandes apellidos sufren. Siempre a la sombra del bisabuelo, del abuelo o del padre. Los nietos de Jobs, pese a tener el lomo cubierto de por vida, no lo tendrán sencillo si su intención es labrarse su propio camino. Siempre serán el nieto de un tío que fue calificado por los de su generación como genio.

Si tienen éxito será por su apellido y, si fracasan, no estarán a la altura de su apellido. Ser periodista y apellidarse Gabilondo, os garantizo, no es cosa sencilla. Pesa mucho este apellido en la profesión: del respeto inicial al recelo posterior en la jungla de la meritocracia y el crecimiento profesional en las redacciones. Vender ropa apellidándote Ortega no es una buena idea, ni tan siquiera en el mercadillo de los domingos. No me gustaría ser cocinero llamándome Sergio Berasategi. De los muchos hijos de Maradona seguro que alguno era ‘decentillo’ jugando a fútbol, seguro que no todos salieron con los pies redondos, es una cuestión de probabilidad, pero a ninguno le convenía ni tan siquiera intentarlo. Por eso yo creo a muerte en Enrique Iglesias y sus 18 años de matrimonio con Anna Kournikova. Al hijo de Julio Iglesias no le queda otra que amar a su mujer hasta que la muerte los separe. La sombra de su padre…

La sombra alargada de apellidos ilustres cuya pisada en el pasado deja una huella indeleble en el presente para recordarles a sus herederos que difícilmente estarán a su altura, y en caso de estarlo, alguien se encargará de señalarles que todo lo conseguido vino dado por ser hijo de quien es. Le pasa al Logroñés.

Y seguro que ahora, con esta palabra mágica, ‘Lo-gro-ñés’, como lector, te has puesto en alerta. “¿A qué Logroñés se refiere?”. Así funciona el peso de un apellido. Es como una fuerza imparable contra un objeto inamovible. La sombra del pasado, que ha lastrado, sin ningún género de duda, la recuperación del latido futbolístico en La Rioja desde el hambre de éxitos que está demostrando la Unión Deportiva Logroñés durante el último lustro.

El peso de un apellido a veces resulta insoportable. No soy capaz de recordar la de veces que me ha tocado explicar el asunto del fútbol riojano tras la desaparición del Club Deportivo Logroñés durante la celebración de los diversos partidos de Copa. Ha sido el mes de la marmota: el Eibar, el Villarreal, el Cádiz, el Valencia… La Copa ha requerido de un esfuerzo ímprobo para explicar lo que creía superado.

Pero existe fuera de la Segunda B, la necesidad de mirar una y otra vez al pasado cuando se habla de Logroño y de su fútbol. Quizás porque no observan ni presente ni futuro, ni acción ni esperanza. Y acuden al pasado. Pesa tanto el Logroñés y su sombra es tan alargada que resulta complicado avanzar. El Logroñés nos mantiene como en un duermevela. La barbarie del fútbol riojano de puertas para afuera. Pasar del desván al escaparate con un apellido tan noble provoca una sobredosis de gravedad hacia el centro del pasado. Por eso hay que volver cuanto antes al fútbol profesional. Para demostrar que podemos hacerlo. Para que fuera de la Segunda B también puedan acumular nuevos recuerdos sobre el fútbol riojano y así ayudarles también a ellos a pasar la página de la historia y comenzar a escribir nuevos apellidos.

Esto sobre todo pasa fuera. En casa, el apellido pesa menos. En el hogar todos nos llamamos por nuestro nombre. La comodidad de un escenario sobradamente conocido evita la parálisis en este punto. Así que cada día más riojanos, al calor de los buenos resultados, parecen haber observado por fin que no hay peor nostalgia que aquella que no se ha vivido. Igual solo me pasa a mí, pero mi gol de Noly cada día se muestra más difuminado. Lo recuerdo más por haberlo visto en Youtube que por aquel recuerdo ‘in situ’ que captaron mis ojos de siete años.

En estos dos últimos partidos coperos jugados en Las Gaunas se ha constatado la presencia de seguidores que presumían hasta la semana pasada de no haber conocido hasta ahora el nuevo Las Gaunas. Gente que se quedó inmóvil en el viejo Las Gaunas. El brutalismo riojano con su propio fútbol no soporta comparación. Somos nosotros mismos los que nos hemos prohibido volver al estadio. Somos nosotros mismos los que insistimos en elevar a los altares un apellido que brilló siete años en Primera y acabó enterrado por las deudas. Y sin embargo la brutalidad de una nostalgia en ocasiones fingida la heredan quienes ahora buscan recuperar el fútbol profesional para La Rioja. El peso de un apellido.

Veinte años han pasado de un siglo XXI donde el fútbol ha cambiado mucho. No se parece en nada a aquel fútbol de los años ochenta y noventa. Ahora, mejores terrenos de juego, mejores vestuarios, mejores estadios, mejores retransmisiones televisivas, mejor sonido radiofónico… y poquitos recuerdos. Los recuerdos futbolísticos para la gran mayoría de riojanos amantes al fútbol se quedaron en el siglo XX.

De pequeño, cuando no entendía para nada este deporte, si algo me llamaba la atención de la grada de Las Gaunas era ver cómo un gran grupo de gente, como la que había en aquella General del viejo Las Gaunas, reaccionaba de la misma forma a los estímulos que llegaban desde el terreno de juego. Me fijaba más en la gente que en los jugadores. Era más divertido y a buen seguro más sencillo ante tanto obstáculo visual que me impedía seguir la pelota sobre el ‘verde’.

Aquella grada tenía vida propia. Sin necesidad de ensayo, la reacción era simultánea, parecía puro teatro callejero. La protesta, el gol, la ocasión fallada… eran actos propios de una grada homogénea formada por absolutos desconocidos. Y el miércoles, ante el Valencia, volvió esta grada.

Un campo de Primera no viene dado por sus dimensiones, por la calidad de su césped, por su videomarcador, por sus asientos, por sus servicios… Un campo de Primera lo es por su grada. Ante el Valencia 11.152 espectadores, liderados por un fondo sur precioso, acompañaron sin pretenderlo cada intento blanquirrojo sobre la portería de Jaume. Y, quizás, no lo sé, la nostalgia me llevó a centrarme casi por completo en la reacción de la grada creada por la gente de mi región que quiere volver al fútbol.

La frontera entre el siempre y el jamás está en la grada. Las Gaunas fue de Primera porque así lo decidieron los 11.152 espectadores que se citaron en su estadio. La duda de si es el momento de volver al fútbol comienza a estar a flor de piel y se supera en la grada, la casa de cada día más riojanos. Y en casa, ya lo sabes, nos llamamos por nuestro nombre.

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