La Rioja

San Martín tiende puentes contra la despoblación ‘piedra sobre piedra’

Puente de piedra en San Martín construido desde 2016.

De las pequeñas intenciones nacen las grandes acciones. Hace siete años, el afán por preservar el atractivo rural en plena montaña rejuveneció un poquito más la aldea de San Martín, perteneciente a Santa Engracia del Jubera. Los responsables no fueron otros que sus propios vecinos, quienes, mediante una vereda, aunaron fuerzas para hacer de este pequeño pueblo de tan solo dos habitantes censados un lugar más visitable.

Durante cuatro años, cada domingo -ya que durante el resto de la semana apenas nadie custodiaba la aldea- las carretillas fueron discurriendo calle abajo hasta llegar al cauce del río. Allí Carlos Ramos y su padre, además de un matrimonio del pueblo, levantaron un puente de medio punto de piedra que llevaría el nombre de Puente Ramos, en honor a sus principales constructores y que fue inaugurado en 2016.

“Previamente, propusieron sustituir los troncos de chopos y boj que cruzaban de un lado al otro del río por vigas de hierro, una opción más cara y notablemente más desvinculada al entorno que lo rodea. Así que planteé hacerlo con piedras sacadas de algunas de las casas en ruinas y del propio monte, una propuesta más rústica y barata que les entró por los ojos”, relata Ramos, yesero de profesión.

Carlos Ramos.

Gracias a los fondos de la asociación ‘Amigos de San Martín’ la estructura consiguió alzarse en este paraíso natural, que desde entonces ha notado una mayor afluencia de transeúntes atraídos por las obras del puente y por conocer su resultado final. Una obra en la que, aunque de forma más puntual, también han echado mano el resto de vecinos de la aldea.

Valentín Marijuán trabajando en uno de los empedrados.

Pero las virtuosas acciones altruistas de los habitantes de San Martín no se quedan aquí. Otro de los que quiso mostrar  su empatía hacia el pueblo es Valentín Marijuán, a través de sus reconocidos empedrados impregnados por diversas localidades de la sierra camerana. En este caso, el Puente Ramos, junto con el pórtico de la Iglesia y una de las calles cercanas fueron los escenarios elegidos para retratar su arte.

Pisadas sobre Fibonacci y los celtas

“Mientras construían el puente me di cuenta cómo iba a quedar la obra comunal y me animé a poner mi granito de arena. Pero quise ir más allá del básico empedrado de calle, e incluí una serie de dibujos en los diferentes suelos”, señala Marijuán. Así, una de las rampas del puente muestra la espiral de Fibonacci, también conocida como la proporción áurea, una secuencia apreciable en numerosas manifestaciones naturales. Otros de los diseños plasman diversos símbolos celtas, como el trisquel.

Espiral de Fibonacci en el Puente Ramos representando la proporción áurea.

Fue en 2003, gracias a un taller de empedrado, cuando Marijuán descubrió la afición que más tarde se convertiría en su forma de vida. Desde entonces, las piedras de los ríos y la cal han sido sus compañeras habituales, preferiblemente, en la sierra. “Aunque sea más cara y conlleve un proceso más lento, la cal permite absorber la humedad de la tierra, es transpirable y en la construcción actúa mejor que el cemento”, incide.

Cerca de tres meses tardó en empedrar el puente de San Martín, “destinando un cuarto de ese tiempo a la búsqueda y selección de las piedras más acordes para los diseños y las más llanas para facilitar el tránsito”. Aunque Marijuán destaca que lo más costoso fue el transporte de las rocas, “carretilla abajo, carretilla arriba”. Esta tarea, realizada el mismo año que se construyó el puente, dio paso en 2017 al empedrado del pórtico de la iglesia y, en 2018, a otra de las calles del pueblo.

Empedrado en el pórtico de la Iglesia de San Martín.

“Poder currar para el pueblo es un placer”, resalta Marijuán. Un placer que hay que saber apreciar y valorar desde fuera porque no siempre existen este tipo de personas desinteresadas dan sin pedir nada a cambio. Sin embargo, Ramos es consciente de que estas obras “no van a generar mucha promoción turística, porque el futuro del pueblo no se espera muy bueno”. Falta ese aliciente que anime a la gente a quedarse: red telefónica, Internet,…

El guardián de la aldea

Aun con placas solares y una belleza natural única, San Martín no crece. Así lo demuestra Marijuán, el único habitante asiduo que pernocta en el municipio durante gran parte del año. “También suben dos ganaderos a diario, pero ninguno de ellos vive aquí”, indica. Sin embargo, gracias a la presencia de este empedrador se pudo evitar un robo en el pueblo hace dos años: “Son cosas que te desmoralizan, porque te pueden hacer mucho más destrozo que lo que se puedan llevar de valor”.

La realidad es que los visitantes solo acuden a la aldea en busca de tranquilidad, pero luego regresan a las urbes. Aunque siempre hay cabida para casos curiosos, como el de un profesor inglés que ha adquirido un terreno en las proximidades “para acampar en el monte cuando le apetezca estar en calma”, asegura Ramos tras hablar con el nuevo interesado por la aldea de San Martín.

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