La Rioja

El mito del amor romántico, presente en los jóvenes riojanos: “Los celos no son malos”

Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una cita que se va a celebrar con numerosas actividades este lunes, los estudiantes de Universidad de La Rioja que cursan el grado de Magisterio, están siendo los protagonistas de varios talleres, organizados por el Gobierno de La Rioja, que pretenden guiarles para que en un futuro eduquen desde la igualdad.

La pedagoga María Fernanda Gil Nájera, responsable de impartir estos cursos, explica que el objetivo principal es sensibilizar en materia de coeducación a los futuros docentes. “Es fundamental que sepan educar sin diferenciar los mensajes en función del sexo, haciendo hincapié en la riqueza de la diversidad y el trato igualitario”.

“Durante estas ponencias, estamos centrando nuestros esfuerzos en hacer un análisis de los distintos modelos hegemónicos que conviven a día de hoy. Estos estereotipos están íntimamente ligados a la violencia de género porque producen una subordinación de la mujer con respecto al hombre. Si en lo que transmitimos de padres a hijos no hubiera desigualdad, no habría problemas”.

“Si rascamos, el mito del amor romántico sigue muy incrustado”

La idea con la que se trabaja en este programa es la del mito del “amor romántico”. Y este a su vez se divide en cuatro bloques: ‘El amor todo lo puede’; ‘El amor verdadero es algo predestinado’; ‘El amor es lo más importante y requiere entrega total’; y ‘El amor es posesión y exclusividad’.

“Presentados así pueden parecer conceptos obsoletos, pero después de estar charlando un rato con jóvenes en torno a los veinte años, te das cuenta de que hay una involución tremenda que nos lleva a pensar que tenemos conceptos superados pero ahí siguen. Un ejemplo claro es el que resumen con la frase: unos pocos celos no son malos”.

El gran mito de que “los celos son una demostración de amor” sigue vivo entre los más jóvenes. Gil Nájera confiesa que sigue escuchando frases como “si le miro un poco el móvil es porque le quiero; yo renuncio a mí misma por amor; tengo que encontrar a mi media naranja, si no, no soy una mujer completa”.

Y la cosa no queda ahí. Por mucho que a algunos les cueste creerlo, los hombres y las mujeres no aman de la misma forma: “Un ejemplo claro es cuando les preguntas a estos alumnos si tendrían algo serio con una chica que ha salido anteriormente con muchos chicos y la respuesta sigue siendo: ‘para entretenerme un rato y jugar sí pero como novia no’. ¿Y qué pasa si la situación es al revés? ‘Pues que ese tío es un grande, un conquistador’”, responden algunos.

¿Qué nos ha llevado a esto?

“Suena triste pero los cuentos de Disney donde la mujer espera lavando y cosiendo al príncipe que llega a caballo sigue estando ahí. Somos princesas que esperamos a que llegue nuestro príncipe azul”, cuenta esta experta: “Por muy idealista y anticuado que suene, en el fondo sigue habiendo mujeres, jóvenes, que piensan así, aunque quieran esconderlo”.

Yo no veo películas de Disney, dirán algunos, “pero las películas románticas tipo ‘Tres metros sobre el cielo’, de una forma más encubierta, también nos hablan del romanticismo desmedido, de ese centrar todo en el amor, sin importar la autonomía personal, la libertad de decir sí o no, el respeto mutuo, la empatía, la necesidad de dar y recibir por igual, el apoyo y la colaboración”.

¿Talleres dirigidos a la persona o al profesional?

Según María Fernanda Gil estos cursos no pueden separar el ámbito de lo profesional y personal, ya que “de forma trasversal, todo lo que enseñas de alguna manera está impregnado de ti”. Los futuros docentes tienen que estar formados en estos aspectos de la manera más personal posible, “si no no podrían educar a sus alumnos en la igualdad y el respeto”.

“Con estos estudiantes hay que trabajar conceptos, procedimientos y actitudes para que después tengan herramientas suficientes para aplicar todos estos conocimientos en el aula. Deben aprender a estar alerta al lenguaje inclusivo, a la manera de explicar ciertos asuntos. Seguimos utilizando el típico ‘si papá va conduciendo o la mamá hace la comida…”.

En definitiva, Gil Nájera cuenta que el secreto para una buena coeducación pasa por “ponerse las gafas de género para, así, romper con todos los estereotipos que siguen viviendo dentro de nosotros”.

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